A los 17 años, Reyes Galindo se enfrentó a la difícil decisión de seguir la tradición familiar y convertirse en sepulturero, siguiendo el legado de su padre.
Con más de 50 años de edad, Galindo acumula una experiencia de años como sepulturero, 23 de los cuales los ha pasado en el Cementerio Central de Bogotá, donde "convivir con los muertos se ha vuelto algo tan común como saludar a su familia todas las noches".
A pesar de su largo tiempo en el oficio, hay dos eventos que han marcado la vida de Galindo: la vez que, al inicio de su carrera, hizo comentarios despectivos sobre un difunto y este le habló mientras intentaba dormir. "Desde ese momento entendí que este es un trabajo de respeto. Muchas almas quedan en pena, sobre todo cuando tuvieron una muerte violenta”.
El Cementerio Central tenía una práctica especial antes de 1994: los cuerpos no identificados eran puestos en bolsas de polietileno y llevados a un área conocida como "El cuarto de las almas benditas", donde aún hoy se encienden velas en su honor.
Galindo ha enterrado a muchos de los asesinados de la Unión Patriótica, viviendo momentos de inquietud como los ruidos extraños que solían escuchar los celadores del Cementerio Central durante esa época.
Aunque se considera un católico desjuiciado, Galindo no ignora la existencia del diablo, especialmente cuando se encuentra con ritos satánicos durante Halloween, lo que le hace reflexionar sobre el bien y el mal. “Muñecos con agujas, amarrados y hasta sangre aparecen en algunas tumbas”.
El aspecto más desgarrador de su trabajo es enterrar niños, una experiencia que prefiere no involucrarse sentimentalmente. Para él, enterrar a personas que se fueron de este mundo sin haber vivido lo suficiente es doloroso. “Es feo ver muertos tan jóvenes”.
Galindo recuerda estar presente cuando Juan Manuel Galán, hijo de Luis Carlos Galán Sarmiento, solicitó al expresidente César Gaviria que continuara el legado político de su padre durante la contienda electoral de 1990. Para Galindo, estos son simplemente recuerdos.
Recuerda con tristeza los momentos de despedida de líderes políticos y militares, como el sepelio del general Gabriel París y el incidente de la inhumación incorrecta de Héctor Valencia Henao. Galindo describe la ceremonia de despedida del General París como una ocasión notablemente conmovedora y digna, destacando la elegante calle de honor, la variedad de flores y la presencia distinguida de los asistentes.
Las yemas de sus dedos son grises, producto del contacto con la mezcla. La zona del bigote, que mantiene rasurada al igual que el resto de la cara, tiene un color verdoso-rojizo y él cree que es debido al constante tratamiento de personas exhumadas. “Ahora nos protegen mucho, pero antes usábamos sólo un tapabocas y unos guantes”.
Sus manos, gastadas por el tiempo y el contacto con la tierra, reflejan el sufrimiento que encuentra entre las lápidas. A pesar del dolor, este sepulturero colombiano persiste con determinación, honrando la memoria de los fallecidos y encontrando consuelo en el significado de su trabajo.
Su historia refleja el esfuerzo y la dedicación de los trabajadores de los cementerios distritales de Bogotá, quienes han desempeñado un papel fundamental en el servicio a la comunidad a lo largo del tiempo, incluso en momentos críticos como la pandemia de COVID-19.