El mundo está siendo sometido a una de las pruebas más difíciles de su historia. Todos nos sentimos rodeados de una angustiante incertidumbre ante la inesperada pandemia global llamada COVID-19, que en pocas semanas ha cobrado la vida de miles de víctimas e infectado a más de 70.000 mil personas, de los cuales 1.152 casos han sido detectados en 26 países.
La OMS (Organización Mundial de la Salud), decretó la emergencia sanitaria mundial por la inusitada expansión del coronavirus. Asimismo, cientos de científicos, expertos mundiales, gobiernos y asociaciones se han unido con el fin de encontrar el origen y la solución para detener este aterrador flagelo planetario.
Según fuentes oficiales, el pasado 31 de diciembre del 2019, las autoridades de la Comisión Municipal de Salud y Sanidad de Wuhan (provincia de Hubei, China), informaron de 27 casos de neumonía en pacientes que habían consumido carne animal en la ciudad, clausurando como medida preventiva el mercado de esa localidad. Sin embargo, para el 7 de enero de este año, los directivos sanitarios de China identificaron como agente de contagio a un nuevo tipo de virus de la familia Coronaviridae hoy denominado COVID-19. Sólo hasta el 12 de enero, el gobierno chino notificó al mundo de la agresividad de esta cepa infecciosa que resultó atípica tanto en su contagio como en la velocidad de su expansión.
Se cree que la transmisión a humanos del COVID-19 de Wuhan, está relacionado con el consumo y la compraventa de especies exóticas como el murciélago y otros animales salvajes. Además, los científicos buscan desesperadamente el “eslabón perdido” entre estos mamíferos y las personas contagiadas. Al parecer, la serpiente también podría ser la causante de esta extraña mutación viral.
Por otra parte, Li Lanjuan, experta del comité nacional que investiga esta pandemia, declaró a la opinión pública que: “los animales domésticos expuestos a focos epidémicos deberían ser también puestos en cuarentena”. Este pronunciamiento junto con otras interpretaciones en las redes sociales, despertaron un temor generalizado entre los dueños de las mascotas y la población, al punto de que existen varios rumores afirmando que algunos de sus dueños las están sacrificando.
El panorama no puede ser peor. Además del coronavirus (nombre dado por los científicos debido a la apariencia de una especie de corona que cubre su estructura), el pánico y la confusión están creando otra especie de virus mental igualmente peligroso para los habitantes de los países afectados, quienes pensaban que este tipo de contagio masivo sólo se veía en las películas de terror y de ficción.
La paradoja de Oriente
Me llama la atención que el origen del miedo que hoy tiene temblando al mundo, provenga de una cultura cuya profunda filosofía a través de la historia ha liderado las enseñanzas y la práctica de la calma, la disciplina y la tranquilidad interior. Las preguntas de los sabios y maestros chinos en cabeza de Confucio, Lao Tse, Xuanzang, Bodhidharma y Sun Tzu, entre otros, han tenido el propósito de descubrir y entender la verdad de una manera simple y directa, teniendo como base el desapego, la renuncia a los deseos y la reducción del propio ego.
Entonces, ¿qué paso con los valores y la sabiduría tradicional en la actual sociedad china tan expuesta al consumo, a la ansiedad y al estrés de la híper producción comercial? ¿No deberían ser los grandes líderes empresariales quienes, por medio de su ejemplo, la práctica de la meditación y el control de la mente consciente, infundan valentía, fortaleza y esperanza a sus semejantes? ¿Es esta emergencia global de salud un alto en el camino que necesita con urgencia este frenético y desequilibrado mundo para buscar otros valores, otros caminos y otras opciones con el fin de mejorar integralmente el sentido de la vida de los ciudadanos del mundo? El ser humano es un ente social y también a través de su inteligencia es un individuo facultado para autoabastecerse y decidir por sí mismo lo que le conviene y lo que no le conviene, pues cuenta con la capacidad de alcanzar su propio bienestar al cambiar su actitud ante las adversidades de la vida con la ayuda del optimismo.
Mi cuerpo no es mi enemigo
Nuestro cuerpo es aquel con el que nacemos, morimos y convivimos las 24 horas del día. Ahora bien, cuando el cuerpo sufre o deja de responder, nadie lo sentirá por nosotros. Si aprendemos a cuidar de nuestro cerebro y cuerpo, sin lugar a duda, nuestro cerebro y cuerpo cuidarán de nosotros. Por eso, si entrenamos nuestra conciencia plena para respirar, masticar y comer mejor, haciendo ejercicio moderado y acompañándolo de un adecuado reposo mental, estaremos gestionando nuestras emociones y frustraciones, así como también el estrés cotidiano.
De este mismo modo, el cuerpo nos va a responder de forma óptima. Mediante nuestro cuerpo amamos, recibimos amor y conocemos la realidad que nos rodea. Cuidar de nosotros mismos es quizás el elemento principal para afrontar los desequilibrios sociales que afectan la situación del mundo actual. Recordemos que “sentirse bien” depende de las decisiones internas para mantener una actitud de adaptación y creatividad, solucionando cualquiera de las circunstancias extremas. El pensamiento y la actitud positiva son mucho más importantes que la suerte misma. Soltar es la premisa, esperar siempre lo inesperado y desapegarse con amor. La mala noticia es que todo es temporal en esta vida. La buena noticia es que todo es temporal en esta vida.
Las cosas no siempre resultan como queremos y en determinadas oportunidades los acontecimientos tampoco dependen del resultado de nuestras acciones. En ocasiones estamos a merced de las circunstancias, pero desde la sobriedad y la mente tranquila, podemos sostener la disposición necesaria para adaptarnos a la realidad desde el optimismo.
El optimismo sanador
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El optimismo no es magia ni tampoco una ilusión, el optimismo es esperanza. Menos aún, es la ausencia de incomodidad y dolor, lo cual no significa estar satisfechos siempre o no poder llorar y reír espontáneamente. El optimismo es el resultado de la madurez, de la disciplina y el entrenamiento de la capacidad natural de resiliencia; es la certeza de entender que, por encima del fracaso, las limitaciones o una gran frustración, mi mente y mi voluntad no sólo la pueden cambiar sino superar.
El poder de la mente es ilimitado y cuando reactivamos nuestras fuerzas internas, pueden ocurrir verdaderos milagros. Ante este peligro global causado por el COVID-19, estamos irremediablemente enfrentados a resolverlo para sobrevivir. De ahí que adquiere una insospechada relevancia la acción individual, pues cada persona desde su pensamiento aporta la energía necesaria para superar esta crisis. Considero que debemos activar nuestro poder mental basado en la voluntad disciplinada, el optimismo, el autocuidado y la energía espiritual con el propósito de apoyarnos entre todos a comprender, controlar y superar esta epidemia. Nuestra intención de querer ayudarnos lo unos a los otros, nos lleva a descubrir que en realidad existe una energía ancestral llamada vida por la cual todos estamos unidos como una gran familia. El optimismo es el poder que eleva la autoestima con la cual superamos cualquier obstáculo en el camino.
Cada persona es única y yo soy el único que soy como yo. Podemos ser parecidos como especie, con algunas afinidades en las reacciones y los comportamientos, pero nadie es igual a otro y su percepción del mundo es diferente a la mía, pues la experiencia es totalmente particular. Si elijo ser optimista, valoraré no poner en manos de otro mi bienestar, así traten de convencerme de lo mucho que valgo o de lo poco que llego a valer en esta sociedad programada hacia el consumo. Cuando soy dueño de mi cuerpo, respondo también con mis emociones y mi mente, adquiriendo control de mi existencia. Personalmente, después de experimentar ser lo que otros querían que fuera, logré quitarme esas cadenas al habilitar un “sí puedo” o un “no quiero” consciente y convertirme en mi propio guía, quien sin misticismos ni exageraciones asume sus errores y entiende que nadie es culpable de lo que me ha pasado y tampoco de lo que me va a pasar.
Si amo y valoro mi cuerpo, no lo descuidaré ni forzaré y mucho menos lo presionaré, pues confío en sus impulsos, demandas y latencias que, al ser expresadas y consolidadas, se convierten en una valiosísima experiencia para mi crecimiento personal. Al cultivar el cariño propio, elimino de mi interior creencias, ideas, prejuicios y condicionamientos de mi infancia, sin ocultar los miedos, las represiones y la verdad, ya que, si le temo al otro y a mí mismo, seguiré mintiendo para “sobrevivir” renunciando al derecho de ser libre y vivir bien.
En esencia soy un ser que contiene mucha bondad y también mucha oscuridad. De esta manera, puedo entender al otro sin tanto juicio o señalamiento, pues todos somos susceptibles al error y la perfección es una inútil pretensión elaborada por mi ego. Casi todos nos igualamos a través del sentido común que permite la identificación externa de las cosas, la diferencia está en la analogía interna y el banco de experiencias personales adquiridas en la vida.
Todos sentimos emociones en diferentes escalas y tendencias, pero solamente yo decido qué puedo soportar, mejorar y de qué manera gozar mis vivencias, amores y decepciones. De este modo, son mías todas las palabras que salen de mi boca y su poder de creación o destrucción. Como también mi decisión de afirmar, negar o aceptar humildemente un “no sé”, al igual que mi intención de bendecir o maldecir, que fortalecen mi carácter y amplían mi poder personal para compartirlo con los demás desde la actitud de un optimismo realista y sano.
Más allá del egoísmo
Al entender que me pertenezco, el egoísmo insano se derrumba automáticamente, pues asumo la responsabilidad de los actos de mi vida, erradicando los disfraces de la culpa, la manipulación y la victimización. Más allá del egoísmo, entiendo que nadie me cambia, redime, lastima, humilla, limita y destruye sin que consciente o inconscientemente yo lo permita.
Casi siempre se realiza lo que deseo. Paradójicamente existe un “mal” que me hace mucho bien y un “bien” que a veces me puede causar mucho mal. Yo decido qué vivir y qué no, cuándo y dónde hacerlo, siendo mi guía el alma y mi brújula la inteligencia y la intuición que me permiten enfocar mi fuerza interior para la consecución de las metas y objetivos trazados en armónica interacción con el universo, cuyo premio es el de gozar la felicidad de ser yo mismo.
Cuando puedo amarme habilito corregir cualquiera de mis defectos y convertirme en mi mejor amigo, comprendiendo, conciliando y respetándome para poder formar vínculos sanos con todos los demás, encontrando armonía en un nuevo mundo en donde somos capaces de ser personas más humanas y amorosas a través del orden, la bondad y el servicio a los semejantes. Cada problema contiene en su núcleo la oportunidad de ser mejores personas.
El triunfo de cualquier adversidad en la vida es lograr una actitud que nos permita obrar desde la serenidad y el equilibrio direccionando nuestros pensamientos hacia la esperanza de erradicar el virus de la ignorancia, la deshumanización y la falta de conexión con nosotros mismos y con los demás. Esa ausencia de sentido compasivo, atención, generosidad y apoyo hacia el otro, son algunos de los factores desencadenantes de muchas de las crisis actuales que debilitan y enferman al mundo.
Por: Armando Martí