Las líneas de defensa de los derechos humanos en el fútbol se corren, de vez en cuando, en función del multimillonario negocio que representa este deporte en términos de boletería, marketing y en general de todo el engranaje comercial que trae consigo el balonpié. Eso, se lleva a niveles todavía más elevados cuando se trata del mundial y lo cierto es que Catar no sería la primera vez que se priorizan las ganancias económicas antes que el buen clima para los derechos de las minorías, siendo uno de los casos más graves el de los peligros para la comunidad LGBT.
Desde ya se van revelando detalles de lo que podría ser este encuentro de selecciones, luego de que el portavoz de Catar 2022, Nasser Al-Khater, anunciara que llevar una bandera de la colectividad LGBT podría acarrear a su portador o portadora un encarcelamiento de entre 7 a 11 años.
“Quien luzca la bandera en la próxima Copa del Mundo de fútbol será arrestado por 7 u 11 años”, fue la amenaza de Al-Khater, sentenciando además que las personas deberán acatar todas estas normas porque “Catar es un país islámico” y se debe por tanto respetar su religión y cultura.
Aún así, por asombroso que pueda parecer, esta no es la única norma que deberán acatar los asistentes al mundial de fútbol. Dentro de la lista también se encuentra la imposibilidad de tener sexo extramatrimonial, demostraciones de afecto en público e incluso la prohibición de la fiesta con alcohol que generalmente antecede o sigue a un encuentro futbolístico. Cualquiera de estos comportamientos podría acarrear problemas legales en dicho país.
“Catar es un país conservador y las muestras públicas de afecto están mal vistas independientemente de la orientación sexual”, señaló Al-Khater en un comunicado.
No obstante, en el caso de los homosexuales sí que hay serias distinciones, como bien lo dejó claro el secretario de la Asociación de Fútbol de Catar, Mansoor Al Ansari, quien sentenció: "Si quieres mostrar tu punto de vista sobre la comunidad LGBT, hazlo en una sociedad en la que esté aceptado".
Así las cosas, se puede ser gay pero no exponerlo en público, se puede asistir en pareja pero no demostrar afecto en público y mucho menos tener relaciones por fuera del matrimonio o enfiestarse con alcohol. Restricciones que desde ya preocupan a las autoridades de distintos países donde estas cosas están completamente normalizadas y fuera de la injerencia de las autoridades.
“La cultura de la bebida y la fiesta después de los juegos, que es la norma en la mayoría de los lugares, está estrictamente prohibida (...) Con consecuencias muy estrictas y aterradoras si te atrapan. Existe la sensación de que este podría ser un torneo muy malo para los aficionados”, le dijo una fuente policial al diario británico Daily Star. Una preocupación válida teniendo en cuenta que en Inglaterra el alcohol y el fútbol son prácticamente una relación cultural.
No obstante, ¿qué podría pasarle a un homosexual que en Catar contraríe cualquiera de estas normativas? Como bien lo sentenciaron los organizadores, una falta podría representar varios años de cárcel básicamente porque Catar se ciñe a cabalidad al Sharía o ley islámica, donde la homosexualidad es una falta grave.
De hecho, Amnistía Internacional señala que el artículo 296 del Código Penal de ese país especifica el delito de “conducir, instigar o seducir a un varón de cualquier manera para que cometa sodomía o disipación”, así como el de “inducir o seducir a un varón o a una mujer de cualquier manera para que cometa acciones ilegales o inmorales”. Un crimen que puede ser mucho peor cuando se es cometido por un practicante del islam.
Catar 2022 y los derechos LGBT
A pesar de todo ello, la FIFA siempre ha dejado claro su respaldo al mundial de Catar 2022, solo mereciendo una promesa inicial de que se acompañaría el proceso y se pedirán unos mínimos de respeto a los derechos humanos de los asistentes. Seguridad que, en teoría, está dada puesto que los propios organizadores ya dijeron que todos serán tratados con igualdad y podrán hacer “todo lo que cualquier humano puede hacer”.
Este apoyo incondicional parte, en esencia, de una imposibilidad para hacer cualquier otra cosa que no sea legitimar un mundial que nació siendo polémico por el escándalo del FIFA Gate, que no fue otra cosa que la corrupción demostrada que habría influido en la elección de Rusia y Catar como sedes mundialistas. Una sorpresa por lo menos en el caso catarí, sobre todo por su tamaño (compensado con su atractivo energético derivado del petróleo y el gas natural).
En todo caso, la situación de los derechos humanos, específicamente los de la comunidad LGBT, parecen no ser prioritarios para la FIFA y su director, Gianni Infantino, quien se limitó a señalar que tiene “confianza en que la comunidad LGBT será bienvenida en Catar, pero que tiene que tienen que respetar la cultura local”.
“Si Catar no diera la bienvenida a todos, no hubiera organizado el Mundial. Estamos capacitando a los responsables y trabajando de la mano con las entidades y la policía y les daremos la bienvenida a todos”, dijo Infantino, quien añadió que se instalaría en el país para velar por la protección de los derechos humanos.
No obstante, no deja de ser en el fondo un espaldarazo para intentar frenar las críticas que han llovido desde un sinfín de organizaciones sociales y LGBT, casi al tiempo que Catar anuncia un paquete considerable de restricciones para la comunidad que podrían no solo discriminarlos en espacios que ya tenían ganados, sino que además podrían poner en peligro su integridad y vida. Pero como dicen por ahí, todo es cuestión de negocios…incluso cuando este evento deportivo podría ser un gol para los derechos humanos.