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Javier Milei no es un presidente común. Es un huracán libertario que cita a Hayek en prime time, insulta al “Estado opresor” y promete pulverizar la inflación con un cóctel de dolarización y desregulación. Pero entre sus discursos incendiarios y su batalla contra la casta, hay un tema que resuena fuerte entre sus seguidores: las criptomonedas.
Para Milei, el Bitcoin no es solo un activo financiero. Es una declaración de guerra contra los bancos centrales, esos “falsificadores” que, según él, destruyen el valor del dinero. Suena lógico: si su modelo es el anarcocapitalismo, ¿qué mejor símbolo de la libertad económica que una moneda descentralizada e incorruptible?
Pero aquí viene la contradicción. Mientras Milei quiere dolarizar la economía, los criptoanarcocapitalistas lo miran con desconfianza. ¿No es la dolarización otra forma de depender de un banco central, aunque sea el de EE.UU.? ¿Cómo puede coexistir el sueño de Bitcoin con la promesa de hacer del dólar la moneda oficial?
Aquí entra la metáfora clave:
Milei está parado en la cuerda floja de la historia, sosteniendo en una mano un billete de un dólar y en la otra un Bitcoin. Si avanza demasiado con uno, suelta el otro. Si no encuentra equilibrio, caerá al vacío.
El problema es que la cuerda no es estable. La economía argentina es un terremoto constante, y cualquier paso en falso puede ser fatal.
Criptomonedas: ¿aliadas o enemigas del mileísmo?
En Argentina, el Bitcoin no es una novedad. Es casi un acto de supervivencia en una economía donde el peso vale menos que una historia de amor en Tinder. Mientras los bancos imponen restricciones, los argentinos han recurrido al Bitcoin, USDT y otras criptos para evitar el cepo y la inflación.
Milei no ha declarado abiertamente que Argentina adoptará el Bitcoin, pero su discurso lo ha convertido en un símbolo cripto-friendly. Sus seguidores más radicales, los libertarios ortodoxos, ven en él un potencial Bukele argentino. Pero, ¿puede replicarse el “milagro” de El Salvador?
• Bukele impuso el Bitcoin como moneda legal, pero la adopción ha sido lenta y su impacto real es discutible.
• Argentina tiene una cultura cripto fuerte, pero su población sigue prefiriendo el dólar como refugio seguro.
• El mercado global mira con cautela: No es lo mismo una economía pequeña como la salvadoreña que un país con un historial de crisis como Argentina.
El dilema es claro: si Milei realmente quiere un país con menos Estado y más mercado, las criptos encajan perfectamente. Pero si quiere dolarizar, ¿dónde queda el sueño de un sistema monetario descentralizado?
El tablero global: Argentina, las criptos y la geopolítica del dinero
Las criptomonedas no son solo un tema económico, sino un campo de batalla geopolítico. Mientras China avanza con su yuan digital, y EE.UU. duda en regular el sector, Argentina podría jugar un papel inesperado.
Si Milei decide fomentar el uso de criptos:
• Podría atraer inversiones y fintechs que vean en Argentina un laboratorio financiero.
• Se enfrentaría a presiones del FMI y organismos internacionales, que ven con desconfianza la volatilidad del sector.
• Generaría una fractura en el sector financiero tradicional, que aún lucha por regular los exchanges y evitar el lavado de dinero.
El dilema no es menor: ¿será Argentina un nuevo paraíso cripto o solo un país más donde Bitcoin es un refugio frente al caos económico?
Entre la utopía libertaria y el pragmatismo financiero
Milei ha prometido destruir el peso, dinamitar el Banco Central y entregarle el poder al mercado. Pero entre su retórica incendiaria y la realidad económica hay una brecha difícil de cerrar.
• Si adopta las criptomonedas como política oficial, Argentina podría convertirse en un experimento sin precedentes.
• Si opta por la dolarización, deja en un segundo plano la narrativa libertaria del Bitcoin.
• Y si no define un rumbo claro, su discurso cripto quedará como un simple coqueteo ideológico.
Argentina está en un punto de inflexión, y Milei tiene la oportunidad de marcar un antes y un después en la economía digital. La pregunta es: ¿se atreverá a cruzar el umbral o se quedará en el discurso?