La modelo y actriz del cine adulto Esperanza Gómez lleva ya un tiempo de haber empezado un pleito con las redes sociales, luego de que sin mayor aviso cerraran su cuenta oficial que reunía más de cinco millones de seguidores. En su mayoría, fanáticos que llegaron a ella por sus años de trayectoria en el entretenimiento para adultos.
En su momento, la modelo aseguró que una de las razones dadas por la red social para cancelar su cuenta, tuvo que ver con el supuesto ofrecimiento de servicios sexuales, argumentando que sus fotos con poca ropa resultaban sugestivas para el público. Algo lejano a la realidad, ya que Esperanza Gómez es una famosa empresaria del cine adulto y no una trabajadora sexual (algo que en ninguna de sus publicaciones se deja implícito).
De hecho, en una nueva cuenta de Instagram (probablemente momentánea mientras recupera la otra), Esperanza se define como “actriz, influenciadora y empresaria colombiana”. Labores en las que ha manifestado haberse visto afectada por la decisión de Meta de cerrar su vieja cuenta oficial.
Por esta razón, desde 2021, la colombiana inició una tutela en contra de Meta y Facebook Colombia S.A.S., buscando entre otras cosas que su dedicación laboral sea respetada. Empezando así un litigio innovador que puede cambiar las reglas de juego para varias personas que han perdido sus cuentas por la misma razón o con justificaciones arbitrarias.
En realidad, fue la propia Corte Constitucional, quien ya está revisando la tutela de la modelo, quien calificó el caso como “novedoso”, señalando que “puede tener impactos sobre muchos otros usuarios de la red social Instagram y está relacionado con un espectro amplio de temas que van desde el derecho corporativo hasta la libertad de expresión y la igualdad, pasando por la prevención de la explotación sexual y de la trata de personas”.
Por ahora, si bien aún no se tienen noticias, se sabe que el proceso sigue avanzando en cuanto la Corte ya convocó una audiencia virtual para el próximo martes 15 de noviembre con el fin analizar los aspectos técnicos de la tutela presentada, por una consideración de la Sala Novena de Revisión del tribunal, con ponencia de la magistrada Natalia Ángel Cabo.
Básicamente, según la Corte Constitucional, lo que defiende Esperanza Gómez es que con sus publicaciones “nunca infringió los derechos de autor, siempre publicó contenido real apto para todo público, cumplió las normas legales, respetó al resto de miembros de la comunidad, no amenazó ni acosó a ninguna persona y siempre usó un lenguaje apropiado”.
Además, niega rotundamente que sus publicaciones hayan ofrecido algún servicio para adultos, ya que lo único que contenían “fotografías suyas en las que aparecía en ropa interior, así como también lo hacen otras modelos e influencers, a las que no les han desactivado su cuenta”.
En ese sentido, esta disputa legal que hasta ahora calienta motores, resulta de suma importancia para la Corte, quien manejará la conversación de la otra semana bajo los tópicos de “libertad de expresión, género y curación de contenidos en redes sociales; derecho al trabajo, género y redes sociales; y manejo y administración de las redes sociales”.
Esperanza Gómez y el baneo en redes sociales
Este tema de la desaparición repentina de cuentas de Instagram, basadas en interpretaciones a rajatabla de las normas comunitarias (o en otros casos con razones poco justificables), lo cierto es que no es un problema de hace poco. Muchos influenciadores, tanto en Colombia como en el mundo, han denunciado haber sido víctimas de esta situación.
El tema es que, como dijo la propia Esperanza Gómez en 2017 (cuando ya tenía este problema), un cierre arbitrario a una cuenta de más de cinco millones de usuarios puede tener afectaciones importantes en la economía de los creadores de contenido, que generalmente obtienen dinero en publicidad con base en su número de seguidores (como señal de capacidad de impacto).
Una reducción importante si se tiene en cuenta que, por ejemplo, la cuenta original de Esperanza Gómez tenía más de cinco millones de seguidores, mientras la cuenta momentánea de la modelo supera apenas los 600 mil seguidores.
“Para otros negocios que venían en camino sí me afecta, porque ya van a revisar y van a ver que ya no tengo casi 3 millones de seguidores, sino que empecé otra vez de ceros. En ese aspecto sí me está afectando, porque, posiblemente, no firme los contratos debido a esto”, señaló Esperanza Gómez en una entrevista con W Radio.
Su caso, se suma al de cientos de influenciadoras en el mundo que han sufrido el mismo baneo por compartir fotografías con poca ropa. Castigo que nunca llega de manera generalizada, pues hay cientos de modelos que siguen con sus cuentas intactas, mientras selectivamente otras como la colombiana se ven afectadas y se enfrentan en solitario contra las políticas de Instagram.
En noviembre del año pasado, por ejemplo, la modelo eslovaca Veronika Rajek, de 26 años, con más de un millón de seguidores, denunció que su cuenta había sido borrada por “ser demasiado bonita”. La razón: la gente la denunciaba porque pensaba que se trataba de una suplantación de identidad o un captador de información.
En la entrevista de Esperanza Gómez con la W en 2017, la reconocida actriz dejó claro que la caída de su cuenta muy probablemente había sido causada por grupos religiosos que la denunciaban masivamente con el fin de precisamente generar el baneo. Mismo caso, aunque claro con distintas razones, que el de la Liendra o JuanDa, populares influenciadores que en su momento vieron comprometidas sus cuentas.
Al final, todo esto deja en evidencia una importante limitación de los algoritmos que definen las razones de baneo o censura en redes sociales a partir de factores previamente delimitados y que no admiten contrarrespuesta alguna (que luego suelen ser abordadas por personas reales). Sin embargo, en pleno siglo XXI, con las economías digitales en auge y las redes como esos grandes canales de las mismas, también se abre el debate de si esto no debería ser este un tema de revisión más prudente y razonada.