En redes se empieza a volver viral un video del precandidato presidencial Sergio Fajardo, de la Coalición de la Esperanza, en el que aparece manteniendo una curiosa conversación con un ciudadano que le manifiesta ser férreo seguidor suyo. No obstante, rápidamente el encuentro se volvió algo tenso e incómodo luego de que el hombre le manifestara su ocupación laboral.
Aunque se desconoce la ubicación y fecha de los hechos, se deduce por lo que se ve que sucedió en la calle, donde un hombre con motocicleta empieza una charla con el precandidato de la Coalición de la Esperanza: “Señor Fajardo, ¿cómo está? Seguidor número uno de usted, usted es el cambio”.
Frente a esa interceptación, el precandidato no vio de otra que responder: “Exactamente”, luego aseverando “vote pues, vote pues”, ante la promesa de apoyo electoral que le hacía aquel hombre. Hasta ahí todo bien.
Sin embargo, de un momento a otro el hombre decidió manifestarle al candidato que trabaja como “gota a gota”, causando una notable expresión de confusión y hasta incomodidad en la cara de Fajardo.
“¿Ah sí? Bueno, que te vaya muy bien. Mucho cuidado”, respondió el exgobernador de Antioquia.
Rápidamente el suceso produjo una buena cantidad de reacciones, dividiendo opiniones entre quienes entendieron la reacción de Fajardo y quienes le cuestionaron por no haberle dicho nada al joven. Cabe recordar que ‘gota a gota’ es el nombre con el que se conoce a los prestamistas informales, generalmente asociados con modalidades de paga diaria y con métodos de cobranza agresivos.
El gota a gota, la eterna problemática
Una gran mayoría de los comentarios señalaron la necesidad de abordar el gota a gota como una problemática de país. Lo cierto es, que este tipo de préstamos son considerados per sé como una conducta delictiva en Colombia y para hablar de ella se requiere ingresar en toda una amalgama de problemas relacionados: la falta de confianza del sector financiero en los jóvenes, el veto de los ciudadanos reportados al momento de querer pedir un préstamo y los extensos requisitos que hay que cumplir para acceder a uno, el conflicto armado, la pobreza, entre otras cosas.
Lo primero que hay que saber es que, pese a su inmediatez, el “gota a gota” es un tipo de préstamo con tasas de interés superiores al límite impuesto al sector financiero y que puede triplicar (o más) la cantidad de dinero prestada. Bajo esas condiciones, constituye un delito en Colombia según el artículo 305 del código penal.
Bajo la modalidad de usura y teniendo en cuenta las penas contempladas para quien la cometa, el código señala especial gravedad cuando: “La utilidad o ventaja triplique el interés bancario corriente que para el período correspondiente estén cobrando los bancos, según certificación de la Superintendencia Financiera o quien haga sus veces, la pena se aumentará de la mitad a las tres cuartas partes”.
Pero la situación es mucho más grave. Sumado a la usura, se añade un sistema de cobranza que generalmente utiliza la presión excesiva, las amenazas, la violencia y hasta el asesinato para obtener el dinero de los deudores. No por nada se les asocia con personajes que asisten, a diario, en motocicletas y muchas veces armados para cobrar. Abriendo así la puerta a nuevos delitos.
Sin embargo, aquí confluyen también las necesidades de cientos de colombianos que no tienen la más mínima oportunidad de obtener recursos del sistema financiero (sea por la razón que sea) y las condiciones bien conocidas del país que pueden llevar a una persona a trabajar para estos prestamistas ilegales o incursionar en este negocio. Además que generalmente no es necesario nada más que la palabra para pedir dinero.
El diario La República señaló en uno de sus artículos que el tema tiene tanta dimensión y los recursos que manejan estos actores es tan grande, que incluso se ha convertido en un modelo ilegal de exportación en varios países de la región y el mundo. Al tiempo, señalan que puede ser la fachada de otros ilícitos como el lavado de dinero, asociado generalmente con grupos armados ilegales como las disidencias, el ELN o el Clan del Golfo (sobre todo en áreas rurales).
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La pregunta es: ¿hay alguna salida posible al problema? Existen medidas que han ayudado como la ‘Ley de borrón y cuenta nueva’, que ayudaron a sacar a varios colombianos de las centrales de riesgo y por lo tanto los volvieron a poner como candidatos viables del sector financiero. No obstante, siempre y cuando no se cumpla con requisitos de sueldo, propiedad y liquidez en general, es muy difícil (y hasta imposible) que una entidad financiera acceda a darle un crédito. Incluso si se lo dan, nunca será tan rápido y sencillo como los ‘gota a gota’, un factor que muchas veces favorece a este sistema ilegal.
Por otro lado, existen iniciativas fintech que han permitido generar alternativas legales y que no impliquen riesgo, con plataformas que permiten pedir microcréditos (entre 100.000 y dos millones de pesos) y pagarlos en cuotas o plazos establecidos, con intereses máximos o cuotas de funcionamiento que compensen el servicio, y sistemas de cobranza basados en el cargo directo en las cuentas bancarias o por vías jurídicas.
Sin lugar a duda es necesario dejar de ignorar la problemática del “gota a gota”, que puede estar sirviendo de cortina para otros ilícitos mucho más graves. Quizás la vía sea la tecnología, una alternativa mucho más segura, aunque ahí juega en contra el poco acceso a internet y otras tecnologías de una gran parte del país (que a fin de cuentas puede que representen gran parte de la red de usuarios de los “gota a gota”. Un tema que es tan común para el bolsillo de los colombianos, pero ignorado (como un “que te vaya bien”) a lo largo de varios gobiernos que lo han visto como una auténtica papa caliente.