La epidemia del coronavirus afectó más profundamente la vida cotidiana en todo el mundo el miércoles 4 de marzo: se llevó a cabo un cierre generalizado de todas las escuelas en Italia y hay advertencias de posibles cierres de escuelas en Estados Unidos, lo que ha intensificado las afectaciones a la educación de casi 300 millones de estudiantes en todo el mundo.
Hace apenas unas cuantas semanas, China, el país donde comenzó el brote, era el único país que había suspendido las clases. Sin embargo, el virus se ha propagado con tanta velocidad que, para el miércoles, 22 países en tres continentes habían anunciado cierres de escuelas en distintos grados, lo cual ha provocado que Naciones Unidas advierta que “la velocidad y escala global de la actual disrupción educativa no tiene precedentes”.
En este momento, en Corea del Sur, Irán, Japón, Francia, Pakistán y en otros lugares los estudiantes no están asistiendo a clases. Algunos solo llevan unos días de no ir a clases, pero otros ya llevan semanas así.
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En Italia, que padece uno de los brotes más mortales fuera de China, los funcionarios comentaron el miércoles que extenderán la suspensión de clases a todo el país, no solo en el norte, donde el gobierno ya ha impuesto un cierre de emergencia en varios poblados. Los funcionarios comentaron que todas las escuelas y universidades permanecerán cerradas hasta el 15 de marzo.
En la Costa Oeste de Estados Unidos, la región con más infecciones de ese país hasta ahora, la ciudad de Los Ángeles declaró un estado de emergencia el miércoles y aconsejó a los padres que se prepararan para cierres en las escuelas del segundo distrito de escuelas públicas más grande del país. El estado de Washington, que ha reportado al menos diez fallecimientos a causa del brote, ha cerrado algunas escuelas, mientras que, en el otro extremo del país, en Nueva York, casos recién diagnosticados también han provocado el cierre de varias escuelas.
Los educadores y economistas arguyen que la velocidad y la escala del trastorno educativo, que ahora afecta a 290,5 millones de estudiantes en todo el mundo, de acuerdo con Naciones Unidas, no tienen precedentes en la historia moderna. Las escuelas proporcionan la estructura y el sostén para familias, comunidades y economías enteras. El efecto de cerrarlas durante días, semanas y en ocasiones incluso meses podría tener repercusiones incalculables en los niños y las sociedades en general.
“Todo el tiempo están preguntando: ‘¿Podemos salir a jugar? ¿Cuándo podemos ir a la escuela?’”, comentó Gao Mengxian, guardia de seguridad en Hong Kong cuyas dos hijas han estado en casa desde que las clases se suspendieron en enero.
En algunos países, los estudiantes de mayor edad han perdido sesiones de estudio fundamentales para los exámenes de admisión a la universidad, mientras que los más jóvenes se han arriesgado a atrasarse en lectura y matemáticas. Los padres han perdido sus ingresos, han tratado de trabajar desde casa o han hecho hasta lo imposible por encontrar servicios de guardería. Algunos han cambiado a sus hijos a escuelas nuevas en zonas que no se han visto afectadas por el coronavirus y han tenido que perderse momentos memorables, como ceremonias de graduación o los últimos días de escuela.
“No tengo datos que ofrecer, pero no se me ocurre ningún ejemplo de algún otro momento en la época moderna en que las economías avanzadas hayan cerrado escuelas a nivel nacional durante periodos muy prolongados”, afirmó Jacob Kierkegaard, miembro sénior del Instituto Peterson para la Economía Internacional en Washington.
Pero las afectaciones se han extendido hasta tocar ámbitos de la sociedad que aparentemente no tienen relación con la educación. En Japón, las escuelas han cancelado enormes pedidos de entrega de alimentos para los almuerzos que ya no servirán, lo cual afecta a los agricultores y proveedores. En Hong Kong, un ejército de empleados domésticos se ha quedado sin trabajo porque las familias adineradas han inscrito a sus hijos en escuelas en el extranjero.
Julia Bossard, de 39 años y madre de dos hijos en Francia, comentó que se había visto obligada a cambiar toda su rutina debido a que la escuela de su hijo mayor estuvo cerrada durante dos semanas para que la desinfectaran. Ahora sus días consisten en ayudar a sus hijos con sus tareas escolares y tratar de encontrar en los supermercados pasta, arroz y comida enlatada, que desaparecen con rapidez.
“Tuvimos que reorganizarnos”, dijo.
En línea y a solas
Los funcionarios de las escuelas y del gobierno están haciendo todo lo posible para que los niños sigan aprendiendo y se mantengan ocupados en casa. El gobierno italiano creó una página en internet para dar a los profesores acceso a herramientas como videoconferencias y planes académicos ya preparados. Los canales de televisión de Mongolia están transmitiendo clases escolares. El gobierno de Irán ha hecho que todo el contenido infantil sea gratuito.
Incluso hay clases de educación física: al menos una escuela de Hong Kong exige a los estudiantes que sigan desde casa (en uniforme deportivo) las instrucciones de su profesor mientras este hace lagartijas en pantalla, con las cámaras web de los estudiantes encendidas para comprobar su participación.
No obstante, la realidad desconectada del aprendizaje en línea es un todo un desafío. Hay obstáculos tecnológicos, además de las inevitables distracciones que surgen cuando se pide a los niños y adolescentes que utilicen sus propios recursos, en este caso electrónicos.
Algunas interrupciones son inevitables. Las publicaciones en las redes sociales chinas muestran a profesores y estudiantes subiendo a los tejados o rondando afuera de las casas de los vecinos en busca de una señal mejor. Una familia en Mongolia Interior empacó su yurta y emigró a otro lugar en la pradera para tener una mejor señal de internet, informó una revista china.
Los cierres también han alterado los eventos importantes en el ámbito escolar. En Japón, por lo regular, el año escolar termina en marzo. Ahora muchas escuelas han decidido restringir la asistencia a las ceremonias únicamente para maestros y estudiantes.
Cuando el hijo de Satoko Morita se graduó de la preparatoria en la prefectura de Akita, al norte de Japón, el 1.° de marzo, ella no estuvo allí. Lo mismo ocurrirá con la ceremonia de su hija en la escuela primaria.
“Mi hija me preguntó: ‘¿Qué sentido tiene asistir y dar discursos en la ceremonia si no estarán los padres?’”, comentó.
Para Chloe Lau, una estudiante de Hong Kong, el final de su educación preparatoria se detuvo abruptamente debido a los cierres. Se suponía que su último día de escuela sería el 2 de abril, pero la fecha más cercana en que podrían reanudar clases las escuelas de Hong Kong es el 20 de abril.
Una carga para las mujeres
Con los cierres, las familias se están viendo obligadas a reconsiderar cómo mantenerse y dividir las responsabilidades del hogar. La carga ha recaído con mayor severidad en las mujeres, quienes siguen siendo en gran medida responsables del cuidado de los niños en todo el mundo.
Las niñeras son escasas o se muestran recelosas de aceptar niños de las regiones más afectadas.
Para las madres con pocas redes de protección social, las opciones son aún más limitadas.
En Atenas, Grecia, Anastasia Moschos dijo que había tenido suerte. Cuando la escuela de su hijo de 6 años cerró una semana para ser desinfectada, Moschos, una agente de seguros de 47 años, pudo dejar a su hijo con el padre de esta, quien estaba de visita, mientras ella iba a trabajar. Pero si las escuelas permanecen cerradas por más tiempo, tendrá que ver qué hace para encontrar ayuda.
“Somos una comunidad en la que normalmente hay un abuelo o abuela que puede cuidar de un niño. Se asume que todo el mundo tiene a alguien que le puede ayudar”, afirmó. “Ese no es mi caso. Soy madre soltera y no tengo ayuda en casa”.
Más allá del salón de clases
La epidemia ha sacudido industrias y negocios enteros que dependen de las rutinas de los estudiantes que asisten a la escuela y de los padres que van a trabajar.
Los administradores de las escuelas en Japón, a quienes la abrupta decisión de cerrar las escuelas les tomó por sorpresa, se han apresurado a cancelar los pedidos de almuerzos para las cafeterías, lo que ha dejado a los proveedores con montones de alimentos no deseados y empleados temporalmente innecesarios.
Kazuo Tanaka, subdirector del Centro de Almuerzos Escolares de Yachimata, en el centro de Japón, comentó que su centro tuvo que cancelar los pedidos de ingredientes para aproximadamente 5000 almuerzos para trece escuelas. Afirmó que cada mes de suspensión de clases le costaría al centro unos 20 millones de yenes (casi 200 mil dólares).
“Las panaderías están arruinadas”, dijo Yuzo Kojima, secretario general de la Asociación Nacional de Almuerzos Escolares de Japón. “Los productores de lácteos y los agricultores se verán afectados. Los trabajadores de los centros de almuerzos escolares no pueden trabajar”.
Por: Vivian Wang and Makiko Inoue/The New York Times
Foto: Andrea Mantovani/The New York Times