Fue casi como volver a nacer. Fue un ritual sin buscarlo, donde el niño se hacía joven. En distintas culturas, el pequeño hombre es sometido a prácticas de su orden cultural. En Arkansas, el niño joven es llevado a la caza atávica, para encontrarse con ese instinto salvaje. Entre los judíos, a los 13 años se celebra su bar mitzvah, en medio de fiestas con tradiciones ortodoxas y místicas para resaltar su madurez. En Kenia, los hombres de la tribu bukusu entonan el sioyayo, la canción de la circuncisión y reciben tripas de vaca a la cara, símbolo de ser capaces de soportar cualquier cosa.
Lo nuestro fue al natural. Esperamos con Badhian Jacobo, mi hijo, pacientemente que cumpliera la edad de 13 años para conocer la nieve, no solamente el borde, la idea siempre había sido hacer cumbre. En Colombia las opciones son variadas, puedes ir al Cocuy y llegar al borde luego de una intensa caminata. Puedes llegar al nevado de Santa Isabel de manera cómoda, o puedes ir al nevado del Tolima para intentar la cumbre. Esta última fue nuestra elección por todos los atractivos que ofrece.
Saliendo de Bogotá, tomamos camino 4 horas a Ibagué para pernoctar allí. Al siguiente día de madrugada, transportados en un jeep que se consigue en la ciudad, llegamos a la vereda Juntas, un pequeño y acogedor lugar con restaurantes y hospedajes en el corazón del cañón del Combeima, a la puerta del camino que nos conduciría al nevado del Tolima.
Con el permiso de los Dulima (la tribu ancestral Pijao del territorio), puedes llegar por tres caminos distintos a esta cumbre. Desde Salento, pasando por el Valle del Cocora; desde Palomar en Anzoátegui en lo que algunos denominan la ruta de Ibanaska, la sacerdotisa de las nieves; y por Juntas, el camino elegido.
Un primer día con 1.800 metros de ascenso, cerca de 18 kilómetros para llegar a la Escuela el Salto donde doña Flor recibe demasiado atenta a sus visitantes. En promedio 7 horas de caminata y una altura por encima de los 3.000 metros sobre el nivel del mar, donde ya puedes observar tu objetivo: el nevado.
Muy recomendable la noche y la dormida en este lugar. Al segundo día salimos muy temprano con Badhian, pasamos por termales del Cañón y acampamos en Arenales luego de 6 horas en promedio de caminata. Aprovechamos la tarde para repasar técnicas de cordada, nudos y demás recomendaciones para hacer cumbre. Intentamos dormir para estar preparados a las 2:00 a.m. y lograr la cima a las 7 y 30 de la mañana. Vimos en contra de todos los pronósticos, un cielo estrellado, y al fondo el ropaje blanco de la nevada Santa Isabel y el nudo Paramillo, un primer regalo del cielo.
Hicimos cumbre a la hora prevista, y llegar allí solo te pertenece, son tus momentos y el nuestro fue demasiado especial, tanto que sin saber porque no parábamos de llorar.
El mismo día bajas de cumbre hasta termal y tomas un baño azufrado con agua caliente a 3.600 metros, imaginarás la relajación del cuerpo con chorros de agua hirviendo en tus músculos.
Algunos andinistas se quedan a acampar en este lugar, pero nosotros decidimos volver a la escuela para acortar camino al último día de regreso.
Al cuarto día salimos para una caminata de 6 horas, llegar a Juntas de nuevo, tomar un baño, un gran almuerzo y el bus que te lleva hasta Ibagué y de allí nuestro transporte a Bogotá.
Recomendable un entreno básico con anterioridad, apoyarte en guías locales, arrieros de la zona y la mejor actitud para que la montaña te permita contemplarla.
Gracias hijo por este mágico regalo, y celebrar tu vida en lo alto de la montaña.
Diego Ramiro García Bejarano
Travesías, turismo y naturaleza.
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