Restaurante La Vitrola, Cartagena

Sáb, 15/02/2020 - 12:26
Para conseguir que un restaurante sea el mejor, se unen varios factores: El servicio y la calidez del personal, el ambiente, el mobiliario, la música, la decoración, la carta y, por supuesto, la com
Para conseguir que un restaurante sea el mejor, se unen varios factores: El servicio y la calidez del personal, el ambiente, el mobiliario, la música, la decoración, la carta y, por supuesto, la comida. Estas son algunas de las características que logran la completa satisfacción de sus clientes. Con mucha frecuencia me preguntan: ¿Cuál es el mejor restaurante del país o de Bogotá? Mi respuesta será, por ahora, la misma: “No hay”. Si existe la perfección en la cocina y de esto se trata el tema, de visitarla, evaluar sus propuestas y hablar de ellas; de lo bueno y de lo malo para que se impulse su creatividad, con el fin sacar del estado de confort a aquellos cocineros que consideran que todo se está haciendo bien. Si existe la forma de construir el “mejor restaurante” del país o de la ciudad pero, por ahora, solo puedo hablar y recomendar platos que me han sorprendido, ya que no he encontrado ese lugar que reúna las condiciones para hacerse llamar: “El mejor”. La fama de un restaurante eleva siempre la expectativa del comensal. Lo delicado de esto es que logra convertirse en un arma de triple filo, donde: 1. Se puede salir decepcionado porque el lugar no cumplió con lo esperado y por supuesto, no regresa. 2. Definitivamente usted no entendió nada pero le toca hacer cara de: “La pasé de ataque y todo deli” y tampoco vuelve. 3. Sale con la satisfacción, a tope, de la experiencia tan maravillosa que vivió. Así inicia esta crítica a un reconocido y renombrado restaurante ubicado en la Ciudad Amurallada de Cartagena: La Vitrola. Si de arquitectura viviera la gastronomía, este restaurante se llevaría un premio por lo amable y distinguido de sus muros. Un destacado color amarillo en sus paredes y unos balcones blancos, son el lienzo perfecto para que en ellos reposen flores con tonos violetas, que le dan una textura a la casa y una encantadora sensación que invita a entrar. ¡Qué mejor recibimiento que esto y la belleza de las calles de la Ciudad Amurallada como su mejor y más fiel adlátere! Me recibió, en la entrada, un antiguo piano. Siempre seré amigo de este instrumento que toda la vida me ha acompañado. Los pianos le dan vida a la música y me entristece verlos reducidos a su mínima expresión, convertidos en simples muebles. La expectativa era alta. Una mesera joven y descuidada en su atención, nos sentó en cualquier mesa. Ya comenzaba con algo negativo pero salió al rescate lo que siempre confirma la importancia de tener esencia en el servicio. Se trata de Don Gregorio, el mesero. Entendí, en ese momento, en qué lugar estaba gracias él, a la calidez inmensa de un ser humano que transmite ternura, respeto, amor por su trabajo y el manejo inmenso del arte de servir. No quise molestar a don Gregorio. Dejé a un lado la expectativa alta de un servicio perfecto y pretencioso por el honor de ser atendido por un caballero. Me adelanté a lo que siempre confío que me sugieran y armé, yo mismo, lo que iba a ser mi experiencia en el paladar. Dos entradas y un plato fuerte; ahí la expectativa seguía intacta. De aperitivo una copa de vino blanco que esperaba me sirviera para maridar lo que venía… El común de la gente, entiende como aperitivo aquello que le abre el apetito y está muy bien, pero es más importante saber que este cumple una función principal que es limpiar el paladar y prepararlo para los alimentos que se presentan a continuación. Comenzamos con… Igual de viejo que el piano, estaba el pan que me sirvieron al inicio. Intenté no dejarme llevar por estos errores tan triviales, pero tan dicientes… Primera entrada: Carpaccio de Atún Aleta Amarilla. Siempre he dicho que los platos no se arman porque sí y mucho menos los sabores que se quieren presentar. “Ensopar” en aceite de olivas un carpaccio, no tiene lógica alguna para el paladar. La untuosidad del aceite no dejará brillar a su protagonista. Todo esto se debe a los rastros que deja este ingrediente en el paladar, en esas cantidades. Es como si uno se tomara una cucharada del mismo... si esto es así ¿Para qué el atún? Resultado: insípido y la salsa Teriyaki aporta sus notas sin mayor efecto. Equilibrio, de eso se trata todo en la vida y, aún más, se espera en la gastronomía cuando te cobran lo que te cobran. Segunda entrada: Camarones en Hamaca. Un aroma a ajos se presenta en nariz como el edecán del sabor de sus camarones. El exceso de esto (ajos) logra desequilibrios en retrogustos y sensaciones amargas en la garganta. Esto no pasó aquí; muy al contrario, pese a lo fuerte de su aroma inicial, todo estaba en equilibrio. Un patacón delgado y crujiente junto a un camarón fresco que se unía con la salsa de ajos en importantes notas de una suave mantequilla. Salinidad (sal) perfecta y cada bocado dejaba unos leves rastros que fueron imposibles de maridar con aquel Chardonnay. Para el nivel de precios del restaurante, me parece preciso ofrecer algo adecuado con lo que  se consiga maridar sus platos. Plato fuerte: Filete de Pescado a la Veracruzana con langostino en salsa picante y arroz con coco. Un Filete de Róbalo llegó a la mesa. Sabores suaves que me confundían ya que, en algunas oportunidades, puede presentarse una falta de carácter y en otras, elegancia. Luego de tres bocados, descubrí que había elegancia en sus sabores y esto me gustó, pero después  sentí lo inesperado. Final “cauchudo” en la textura del pescado… Un pescado del día, fresco y sin congelación se deshace en el paladar. Esto no pasó y entonces me pregunto: ¿$70.000 pesos merecen ser pagados por este plato? ¡NO! Algo debía alegrar mi visita. Lo hice con un Cognac Remy Martin VSOP como bajativo ¿A quién no lo alegra un Cognac? Al final, se presentó el Señor Gregorio, gerente del restaurante, quien amablemente se ofreció a invitarme a todo lo que consumí pero rechacé su generoso gesto. Me quedo con el sin sabor de haber llegado con la expectativa de estar en el mejor restaurante de Cartagena y encontrar un sencillo, tradicional, ordinario y costoso comedor. Significado de la RAE (antes que me malinterpreten por decirle: “ordinario” a La Vitrola). -Ordinario,ria: 5. adj. Dicho del gasto o de la comida: Que son los que a diario suele tener una persona en   su casa. U. t. c. s. ¡Buen provecho! Tato. Instagram: @Lascriticasdetato Twitter: @tatootero79
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