“El Hombre Invisible”: Un relato sobre manipulación y supervigilancia

Mié, 04/03/2020 - 13:38
Por: Carlos Yaya

Cada día nos levantamos con noticias absurdas sobre mujeres acosadas, golpeadas,
descuartizadas e incineradas, por desconocidos o por sus parejas; mujeres que incluso habían
alertado antes a las autoridades y sus familiares. En este preciso momento, mujeres y niñas
son sujetas de agresiones físicas, emocionales, sexuales y económicas, en cualquier espacio,
y por parte de agresores tanto conocidos como “invisibles”.

Cecilia, la protagonista de “El Hombre Invisible”, se nos presenta como una mujer que teme
salir de la casa de su mejor amigo. A pesar de haber escapado de un hombre manipulador y
violento, esta joven no se atreve a solicitar asistencia pues teme que la influencia política y
económica de Adrian pueda terminar hiriendo a su familia. Cuando llega la noticia de que
Adrian no podrá hacerle daño debido a misteriosas circunstancias, el alivio de Cecilia es
efímero; empieza a sentirse vigilada, las sombras a su alrededor parecen tener vida, y una
presencia insidiosa obstaculiza sus relaciones personales y profesionales.

“El Hombre Invisible” es una experiencia incómoda dada la clara conexión que quiere tener su
historia con la realidad. De Cecilia sabemos que se mantuvo con Adrian porque él la coercionó
hacia la dependencia. A través de la intimidación, Cecilia creyó en el universo manufacturado
por su pareja hasta que la violencia física y psicológica que se infringía en ella le hizo casi
imposible escapar: fue atacada con mentiras expresadas con tal seguridad que dudo hasta de
su propia cordura. Sin embargo, logró huir y aún así nadie tiene en cuenta su conocimiento
sobre el hombre que continúa acosándola.

Cuando la trama entra en el terreno del terror psicológico, vemos como una fuerza nada natural
empieza a presionar a la protagonista hacia la alienación absoluta. La sombra de Adrian
deteriora la relación de Cecilia con su hermana y amigos, sabotea sus oportunidades de
conseguir un trabajo, y la lleva a tal punto de angustia que ni siquiera las autoridades legales y
médicas toman su experiencia como verídica. Aquí vemos reflejadas todas las estructuras de
poder que terminan siendo el escudo de un agresor para continuar acosando a su víctima, e
incluso manipulando sus decisiones lo suficiente como para hacerle creer que la única manera
de escapar de tal abuso es regresando al “santuario” provisto por un hombre que “sabe lo que
le conviene”, que “la conoce mejor que nadie”, y “que la ama más que a cualquiera en el
mundo”.

Otro instrumento que termina colocándose en contra Cecilia es la tecnología. El sentimiento de
ser vigilado a cada paso es materializado en este Hombre Invisible, no porque tenga
herramientas que le hacen imperceptible, sino porque utiliza instrumentos de uso cotidiano en
contra de la protagonista: la localización de su celular le permite estar atento del paradero de
su víctima y su correo electrónico le da pie para damnificar sus relaciones personales. Todo
esto nos enfrenta a las consecuencias de haber entregado nuestra privacidad al dominio de la
red; a lo fácil que es ser caracterizado y ubicado.

Si bien “El Hombre Invisible” explota casi todos los clichés del cine de terror, su historia está
colocada al servicio de la sobresaliente interpretación de Elizabeth Moss como una mujer
defendiendo su dignidad ante la sombra de años de abuso.

Por: Carlos Yaya

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