¿Es de mala suerte nacer un Viernes Santo?

Vie, 18/04/2025 - 08:00
¿Por qué el día que simboliza el sacrificio y la muerte de Cristo en el calendario cristiano genera tanto misterio cuando coincide con un nacimiento?
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Cada tanto, entre charlas familiares o susurros de vecindario, alguien suelta una frase que despierta miradas curiosas y sonrisas de medio lado: “Dicen que nacer un Viernes Santo es de mala suerte”. Lo dicen como quien cuenta un secreto heredado, como si llevar ese día en el acta de nacimiento fuera una marca sagrada o un augurio inquietante.

Pero ¿de dónde nace esta creencia? ¿Por qué el día que simboliza el sacrificio y la muerte de Cristo en el calendario cristiano genera tanto misterio cuando coincide con un nacimiento?

La paradoja del nacimiento en un día de muerte

El Viernes Santo es uno de los días más solemnes del cristianismo. Se conmemora la crucifixión de Jesucristo, un acto de profundo dolor, silencio y recogimiento. Es un día que tradicionalmente invita a la reflexión y el duelo espiritual. Las iglesias apagan sus luces, se cubren los santos, y los creyentes guardan ayuno, silencio y muchas veces hasta lágrimas.

En contraste, el nacimiento representa lo opuesto: la llegada de una nueva vida, el primer aliento, el grito que anuncia que algo comienza. Nacer un Viernes Santo, entonces, parecería una contradicción simbólica. Y ahí, quizá, radica el origen del mito.

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Entre mitos y creencias populares

En algunas regiones de América Latina y España, se ha dicho que las personas nacidas un Viernes Santo “cargan una cruz”, que su vida estará llena de pruebas o que tendrán una conexión especial con lo espiritual. En otros lugares, el mito da un giro más oscuro: se dice que esos niños “vienen marcados” o que deben ser bautizados rápidamente, como si el mismo día los pusiera en riesgo ante fuerzas divinas o sobrenaturales.

Hay quienes van más allá y afirman que un nacimiento en Viernes Santo “rompe el luto” y que eso puede atraer desgracias a la familia. En los pueblos más tradicionales, aún se murmura que ese bebé trae consigo una especie de “sacudida” espiritual, como si hubiese escogido un día sagrado para interrumpirlo con su llanto.

La Iglesia Católica, como institución, no apoya ni promueve estas creencias. Para el cristianismo, la vida es siempre un don, y nacer en un día santo no representa ninguna maldición ni bendición especial. De hecho, algunos teólogos argumentan que nacer un Viernes Santo podría considerarse una coincidencia profundamente simbólica, no negativa: vida nueva en medio del dolor, esperanza que nace en la oscuridad.

Lo cierto es que el mito de la “mala suerte” al nacer en Viernes Santo habla más de nosotros que del calendario. De nuestras ganas de encontrar sentido en lo simbólico, de cómo mezclamos fe, tradición y superstición. Es también un reflejo de cómo, en la cultura latinoamericana, lo sagrado y lo cotidiano bailan en la misma pista.

Porque quizá, después de todo, no sea de mala suerte. Quizá sea un recordatorio de que en medio del duelo también puede florecer la vida. Y que incluso en los días más oscuros, un nuevo llanto puede anunciar un nuevo comienzo.

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