"Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer", es la frase con la que históricamente se ha hablado de los buenos matrimonios. Sin embargo, estas palabras se han transformado gracias a los cambios que hemos vivido como sociedad, y hoy hablamos de “al lado de todo hombre, hay una gran mujer”. Este es el caso de Catalina Mesa Ramírez, una prestigiosa penalista, quien además es compañera de vida de Mauricio Lizcano, actual ministro TIC.
Mesa, una mujer con una hoja de vida intachable y que, con apenas 31 años, ha logrado una gran cantidad de reconocimientos en escenarios que ella misma admite que históricamente han sido liderados por hombres.
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“He tenido una vida tranquila y linda, la cual ha estado muy marcada por la fe”, cuenta Catalina a KienyKe.com.
Nació en Villavicencio, pero pasó pocos años en esas tierras. Migró a Ibagué, donde vivió gran parte de su infancia, allá estudió su bachillerato y posteriormente, vio en Bogotá el lugar en el que podría materializar su sueño de ser abogada. Al preguntarle que de qué parte del país se siente, asegura que es colombiana, pues tiene una mezcla cultural y experiencial que le ha permitido conocer, de primera mano, varios puntos de la geografía nacional.
El respeto, la disciplina y la fe son los valores que siempre han marcado su vida. Desde que tiene uso de razón ha sido cercana a la religión, su abuela fue la encargada de dejar en ella, esa conexión con Dios, los ángeles y la virgen que cada día se fortalece.
“Esa fe cada vez crece más. Yo tenía una amiga que me decía ‘Cata, a ti, ¿qué te pasó, qué tragedia tuviste?’, porque es muy raro y difícil ver a alguien tan joven, disfrutando rezar, invitando a orar, invitando a un rosario… y realmente no me ha pasado nada, he tenido una vida muy tranquila, obviamente con problemas pero normales, y siento que cada vez que logro algo, me conecto cada vez más con Dios”.
Vea la entrevista completa a Catalina Mesa Ramírez:
El derecho como estilo de vida
Desde joven sintió el llamado y supo que quería ser abogada. Siempre tuvo capacidades de liderazgo, sumado a que le encanta ser portadora de buenas noticias, dos condiciones que desde el derecho sabía que podía sacarles todo el provecho posible.
Estudió en la Universidad Externado de Colombia, donde también realizó su maestría en ciencias penales y criminológicas, en este lugar, se han formado varios de los mejores abogados del país.
Desde que inició sus estudios, brilló rápidamente, lo que le permitió conseguir empleo de forma veloz e irse fogueando de la mano de los mejores, Catalina es una mujer persistente y disciplinada, algo que le posibilitó realizar su especialización en la Universidad Católica a través de una beca.
“Me encanta el derecho penal. Mi abuelo fue un gran ejemplo, él fue un juez muy reconocido en el Tolima, y entre todas las historias que contaba, las que más me llamaban la atención, eran las de los juicios… en el colegio, además me destacaba en ciertas áreas, pero era contestataria, me gustaba responder, tener cierto tipo de liderazgo, y todo eso fue encaminando mi vida hacia el derecho”.
Ya en la universidad, en la materia que más logró destacar fue justamente en derecho penal, para muchos esta era todo un dolor de cabeza, pero a ella se le facilitó de forma tal que quiso encaminar su vida hacia esta rama.
Uno de los nombres qué más recuerda es el de Diego Corredor Beltrán, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, quien mientras ella se encontraba en su tercer año de carrera, la llevó a trabajar con él, lo que significó otra prueba más de sus capacidades y la seriedad con la que se estaba tomando su vida académica.
A pesar de que el mundo del derecho penal es muy masculino, siempre me he sentido cómoda.
A lo largo de su carrera como abogada, ha recibido distintos reconocimientos. En 2019, la Sociedad Colombiana de Prensa la reconoció como una de las personas que ha ayudado a la construcción de país a través del derecho, un momento bastante emotivo y que fue un impulso para seguir dando pasos de crecimiento. Asimismo, en Harvard recibió otra mención y fue justamente por su destacada labor en la academia.
Su vida al lado de Mauricio Lizcano
En los últimos meses, el nombre de Catalina Mesa ha sonado con fuerza. A pesar de lo feliz y orgullosa que está por su matrimonio con el actual ministro TIC, Mauricio Lizcano, no oculta su desaliento por el giro drástico que ha dado su vida a raíz de los ataques que han recibido por ser funcionario del gobierno de Gustavo Petro.
Por cuenta del trabajo de su esposo con el presidente de la República, incluso se le ha desconocido los logros y méritos de varios de los objetivos que ha conseguido, hasta en el mundo del derecho penal, a pesar de que él no tiene absolutamente nada que ver con este universo.
“Ser la esposa de, te resta méritos a una vida llena de esfuerzos. Yo siempre he asesorado a empresas privadas y públicas, ahora en este ejercicio político de persecución contra su oponente, también se han cruzado unos límites que van más allá con la familia. He visto noticias positivas y negativas, pero he sentido una persecución en mi labor como profesional (...) ahora resulta que todos los logros que obtengo es porque soy la esposa de Mauricio”.
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Uno de los momentos que debieron sortear como relación fue justo cuando, unos meses atrás, salieron unas acusaciones de acoso en contra del ministro. Catalina, como conocedora de su esposo, como amiga que fue de él, y como parte importante de su vida, lo defendió con ahínco.
“Yo conozco a Mauricio el humano, si quizás hubiese sido otra cosa, no estoy tan segura de manifestarme a través de esa carta. Él no esperaba esa carta, yo lo conozco bien, y no digo que no tenga defectos, pero ahí atinaron mal porque lo conozco en su timidez, es muy distante y además yo tengo cómo defenderlo como penalista”.
Entre los argumentos que tuvo en cuenta para emitir la carta fue ese conocimiento que tiene de él como ser humano y las serias inconsistencias que, según ella, tenía dicho testimonio. Hoy en día, varios meses después, no pasó de un escándalo mediático.
“Mauricio estuvo cuatro años por fuera del país, ahí Mauricio no tenía poder, la ‘víctima’ no tendría que tener miedo a ese poder intimidante. Además, esperaron a que tuviera este cargo que generaba muchas envidias para denunciarlo, una denunciante que se negó a dar una entrevista, así le cambiaran la voz y protegieran su anonimato”.
El gran amor de su vida
Su vocación religiosa siempre ha estado de la mano de esa necesidad de servir. Según Catalina, desde temprana edad, tuvo claro que quería hacer sonreír a Dios a través de buenas acciones, y que esto fuese de la mano con agradecer de cierta forma las cosas buenas que le estaban pasando, fue entonces cuando decidió darle vida a su fundación ‘Somos más’.
A través de esta iniciativa, Catalina quiso aportar su grano de arena a la construcción de país y ayudar a las comunidades más vulnerables, dignificando sus condiciones de vida, por lo que desde la fundación, se ha ayudado a jóvenes de escasos recursos a que accedan a la educación superior.
“En un momento dije que no puedo ser de esas personas que solo hallan responsables y critican lo que los demás no hacen. Creo que cada persona desde diferentes roles tenemos que contribuir a mejorar a la sociedad y ahora en medio de un proceso de agradecimiento con Dios (...) concluí que la mejor forma de agradecer y hacer sonreír a Dios es ayudar a la gente que clama por él”.
Sus hermanos se han remangado junto a ella, y son quienes la han ayudado con todo el papeleo necesario para sacar su fundación adelante, y con los mismos frutos que le genera la profesión, los empezó a invertir en esta iniciativa con el propósito de ayudar a la población vulnerable.
La fundación comenzó brindando apoyo a poblaciones vulnerables en alimentación, cuidado y luego dio el paso a proyectos de vivienda, educación profesional y técnica, todo esto en cuestión de apenas dos años.
Dentro de los casos de éxito, se encuentran las historias de tres jóvenes, quienes lograron becas de educación superior, las cuales para ser otorgadas tuvieron en cuenta sus historias de vida, y su voluntad de estudiar, metodología que resulta interesante, ya que, tiene, se basa en su contexto socioeconómico y se aleja un poco de los requisitos tradicionales como los resultados en las pruebas de Estado.
“Escuchamos historias de vida, vamos y verificamos. Tenemos becas profesionales, un niño de Quibdó que se la ganó y está estudiando derecho, un niño de Ibagué que está estudiando ingeniería y una niña que ganó de Usme y que también está estudiando derecho, a ellos les estamos dando el 100% de su carrera”.
Ahora Catalina espera seguir cosechando éxitos que le permitan hacer sonreír a Dios. Desde su fundación buscará seguir construyendo país, pues si bien esta empezó como un hobby, ahora dedica gran parte de su tiempo a ella y lo hace plenamente convencida de lo que está haciendo. En cuanto a los retos venideros, es consciente de que habrá obstáculos en el camino, pero con la fe que la caracteriza está segura que saldrá avante.