
Flora Martínez no llegó sola a esta historia. Llegó con una maleta roja, la misma que durante años fue su compañera fiel de escenarios, viajes y despedidas. Esa maleta era su señal: cuando se empacaba, era hora de irse. Actriz reconocida por su papel en Rosario Tijeras, Flora era movimiento, intensidad, arte en estado puro.
Con esa maleta en mano, llegó a una puerta donde timbró. La estaban esperando. Iba a encontrarse con el famoso director de bandas sonoras. Un lugar donde no imaginaba que algo más profundo la estaba esperando. Tocó esa puerta y, al abrirla, lo vio: “¡Guau, qué guapo!”, pensó al ver a ese hombre joven, de presencia arrolladora y mirada intensa. Era José Reinoso. Lo reconoció de inmediato: el afamado productor musical. Pero él, en cambio, no caía en cuenta de que frente a él estaba Flora, la Flora Martínez, la actriz que ya era un ícono para toda una generación.
Lea también: Los inicios de Nórida Rodríguez en la televisión
Ese cruce de miradas fue el verdadero inicio. Desde entonces, han tejido juntos una carrera artística donde el amor y la creación se confunden. Él la vio más allá del personaje. Ella, por primera vez, supo que no tenía que empacar su maleta para huir, sino para quedarse. La maleta roja, símbolo de tantas despedidas, se cerró. Pero el piano de José —ese que viaja con ellos a cada ciudad— sigue sonando como testigo de lo que han construido.
Hoy, Flora no solo actúa. Es directora, creadora, cantante con álbum propio, y protagonista de historias que narran su sensibilidad. José, su partner incondicional, la acompaña en cada proyecto como cómplice creativo. Juntos han producido cine, como Itzya, Tango y Cacao, una película que recorre paisajes fascinantes de Colombia, donde Flora interpreta a una mujer sordomuda, en una historia profunda e inspiradora, con una fotografía que exalta la riqueza cultural del país.
Además: La historia detrás del éxito de Yeison Jiménez
Y también está Frida, ese monólogo impactante donde Flora encarna a la artista mexicana con una autenticidad arrolladora. En escena, ella es Frida; fuera de escena, está José, creando la música que sostiene cada palabra, cada silencio, cada grito sutil. Es ahí donde su unión se vuelve evidente: no son solo pareja, son dos artistas que se elevan mutuamente.
Flora y José no actúan el amor. Lo viven. Y lo convierten en arte.
Los invito a que vean la historia completa: más allá de su carrera profesional, está su carrera personal. Dos seres humanos que vale la pena conocer y explorar.