Qué extraño, tener la edad del papá de uno cuando el papá de uno comenzó a envejecer, o cuando empezamos a mirarlo como un anciano incipiente. De un tiempo para acá, veo en todos los espejos en los que me miro a mi papá. Es él quien va al gimnasio a levantar pesas, es él quien toma el ascensor del apartamento en el que vivo; él quien se afeita en el cuarto de baño de ese apartamento; él quien se corta el cabello en las peluquerías en las que entro al azar. Yo estoy también, claro, pero a este lado del espejo. Al otro encuentro siempre a mi papá, que me observa atónito, como extrañado de haber tenido algo que ver en la vida de este hombre que en el último año se ha subido en más ascensores de los que él utilizó en toda su existencia, que se ha afeitado en más casas de las que él pudo soñar, que se ha cortado el pelo en decenas de ciudades; de ese hombre que lleva a cabo a regañadientes el deseo que él tuvo de viajar.
Cuando me cepillo los dientes, si lo hago frente al espejo, se los cepillo a mi papá. Y cuando me anudo la corbata se la anudo a mi padre. Y cuando me veo en el retrovisor del carro, resulta que él va conduciendo. Luego, cuando escribo, como ahora, en la sala de mi casa, me pregunto qué hará mi papá en ese instante al otro lado del espejo del baño. A veces, dejo de escribir y me acerco con cuidado, a ver si lo sorprendo leyendo el periódico. Pero él ha tenido la misma idea que yo, y al mismo tiempo, por lo que llegamos al espejo a la vez y nos observamos atónitos. En ocasiones sonreímos por esta extraña relación que nos une al cabo de los años y vuelve cada uno a lo suyo (yo a escribir; él a leer el periódico)
Qué raro, alcanzar la edad del papá cuando el papá comenzó a envejecer, pero qué alivio tener los días contados, como en otro tiempo los tuvo mi abuelo.
Mi abuelo, mi papá y yo
Mar, 21/01/2020 - 09:34
Qué extraño, tener la edad del papá de uno cuando el papá de uno comenzó a envejecer, o cuando empezamos a mirarlo como un anciano incipiente. De un tiempo para acá, veo en todos los espejos en