El testimonio de un jugador de La Ballena Azul

Lun, 01/05/2017 - 04:08
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Lo que está sucediendo con La Ballena Azul es inaudito. Hace poco entrevisté a un padre de familia que decidió arriesgarse a probar el oscuro mundo del juego que se virali
lee  Lo que está sucediendo con La Ballena Azul es inaudito. Hace poco entrevisté a un padre de familia que decidió arriesgarse a probar el oscuro mundo del juego que se viralizó desde Rusia, porque una de sus hijas le preguntó de qué se trataba y él no supo qué responder. En el buscador de Facebook este adulto, que decidió reservar su identidad, digitó las palabras clave y en cuestión de segundos aparecieron cientos de resultados. Escribió a varios grupos y en un par de horas ya tenía respuesta. Le decían que en 50 días debía cumplir 50 retos o si prefería, podía escoger una versión “flash”. Tan pronto terminara uno de los retos, podía continuar con el siguiente. Su relato es estremecedor. Cuenta que el primer reto consistía en beber 5 huevos crudos, luego una molleja de pollo cruda también, más tarde le pidieron que le diera de comer pimienta a algún niño de su familia y lo grabara mientras se asfixiaba. Incluso, debía despertarse a las cuatro de la mañana para escuchar música de la banda Slipknot y otra de esas noches tenía también que, al alba, accionar una tabla Ouija creada por él mismo. Todos esos retos los cumplió intrigado por lo que seguía. Pero en el décimo decidió parar. Era una locura. Juan, su nombre es ficticio, debía dibujarse con una cuchilla Gillete una ballena en el brazo. Le dijeron que utilizara lidocaína para evitar el dolor y enviar una foto  para corroborar que había cumplido. De cada uno de los retos Juan tenía que enviar fotos completas mostrando su rostro y videos realizando los desafíos. Él se salió, pero pudo ver las manos y las extremidades inflamadas y heridas de varios niños que habían seguido la orden. Me cuenta que cuando ingresó al primer chat, ya tenían información de él, de quién era, de sus familiares, y le hicieron preguntas. Luego lo agregaron a otro chat en donde estaban el resto de participantes. Niños, la mayoría. Ingenuos, inocentes y fácilmente manipulables niños. Cuando Juan dijo que ya no iba más, las amenazas no se hicieron esperar. Le escribió un tal Israel Nava y le dijo que sabían de sus hijas, de su hermano y de su madre. Que tenía que seguir en el juego y que si no lo hacía su madre iba a aparecer degollada o su hermano muerto en un accidente. Juan tiene 28 años, es un hombre maduro, íntegro y sabe perfectamente lo que hace y las consecuencias de sus decisiones. Ahora imagínese, querido lector, estas mismas amenazas en un menor de 10, 11 o 20 años. De hecho, Juan dice que en el chat los administradores pedían que cada vez que un adulto estuviera cerca escribieran la letra “P” para alertar. Ellos borraban las conversaciones, eliminaban el grupo y luego creaban otro y agregaban a cada uno de los miembros.

Un camino lento hacia el suicidio.

Los padres, por supuesto tienen toda la responsabilidad. Hace poco estuve en un colegio y pude ver que uno de los niños, en quinto de primaria, ya era dueño de un Iphone 6 plus. Padres ignorantes, irresponsables, caprichosos y alcahuetas. En Colombia, según la Cámara Colombiana del Libro, se leen de 2,4 a 4,6 libros al año. Si los padres prefieren comprarle a sus pequeños hijos celulares de tecnología de punta y no a Dostoievsky y García Márquez, la Ballena Azul seguirá cobrando víctimas. Esta es una sociedad en la que los niños de 13 o menos ya usan Tinder y saben perfectamente cómo burlar los límites de edad de las aplicaciones, las niñas suben fotografías indebidas a sus redes y los padres duermen en un profundo sueño de irrelevancia. Las aplauden, las ovacionan porque se están poniendo bonitas y se sienten orgullosos de esa belleza. No se imaginan que miles de Israeles están atentos al menor descuido. Otro gigantesco problema es el enfoque de la educación. Hoy en el país existen 10 millones de niños matriculados en los colegios del estado. Esos 10 millones de seres humanos con sus trillones de diferencias y ambigüedades están aprendiendo lo mismo todos los días, en salones exactos, con profesores que dan las mismas clases y saben lo mismo sin chance de diferencia. Cada uno de esos 10 millones de niños tienen miles de talentos que nunca fueron ni serán detectados a menos de que ellos mismos los encuentren y se terminen enterando. Cuando yo era un niño, me gustaba escribir. No recuerdo un solo profesor que me haya felicitado un texto. Estaban preocupados calificándome los exámenes de cálculo que me quitaban la tranquilidad y que hoy, entiendo, solo significaron valiosísimo tiempo absolutamente perdido. No puede ser que 10 millones de personas diferentes, más los otros millones que estudian en los colegios privados tengan que aprender de seno y coseno y de las leyes de la física y de la ortografía básica de la misma forma. Hay que detectar los talentos, y formar a las personas en cada uno de sus dones. Si eso no pasa y los padres plays de ahora que le regalan Iphone 6 plus a sus hijos de 10 años no despiertan, la ballena azul seguirá nadando, y peor aún, esta sociedad estará condenada al fracaso. Despierten. @santiangelro  
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