El robo del siglo

Vie, 06/09/2019 - 12:04
Cuando Gabriel García Márquez publicó en 1961 "El coronel no tiene quien le escriba", estaba narrando quizá sin proponérselo, el drama de millones de colombianos a lo largo de muchos años. Es la
Cuando Gabriel García Márquez publicó en 1961 "El coronel no tiene quien le escriba", estaba narrando quizá sin proponérselo, el drama de millones de colombianos a lo largo de muchos años. Es la historia de un veterano de la guerra de los mil días que vive junto a su mujer en una modesta casa de la costa. Lleva quince años esperando a que le asignen la pensión, a la que tiene derecho por haber participado en la guerra civil, y no le llega. En estos días, en una red social, un colombiano, uno de los miles que tienen cada año motivo de queja en este país, escribía lo siguiente: “Tengo 720 semanas cotizadas al fondo de pensión, según esto a mis 45 años de edad cumpliría el total de semanas cotizadas, pero tengo que esperar 17 años para recibir la pensión”. Es decir, este hombre tiene que esperar dos años más de lo que estuvo aguardando el coronel que sirvió a las órdenes de Aureliano Buendía.
Quién no conoce en Colombia un caso similar; quién no ha oído o ha padecido en carne propia esta calamidad. Estamos hablando de gente normal y corriente, claro, porque los políticos, esa raza aparte de la sociedad colombiana, sí han resuelto el problema.
Conté en este mismo blog hace ya tiempo, el caso de un empresario antioqueño que conocí personalmente: ocupó durante seis meses esa vagamundería, como decían los viejos en Antioquia, que es el “segundo renglón” de un congresista. De ese medio año que estuvo en el Congreso, pasó casi tres meses viajando por medio mundo por cuenta del erario público, y se jubiló como parlamentario. Su pensión, hace de esto unos quince años, fue de diecinueve millones de pesos que, según me dijo, “no me alcanzan para llegar a fin de mes”. Gestionó un ajuste, seguramente con su padrino político, y terminó, y murió, con una pensión de veinticuatro millones de pesos. Pues bien, esta semana, y esta es la razón de este comentario, El Espectador trae el caso de un periodista del diario El Nuevo Siglo que encuentro una verdadera infamia en este sentido. Según cuenta el periódico bogotano, Alejandro Isaacs, un periodista de sesenta años, denunció que El Nuevo Siglo no hizo aportes de pensión y salud a su nombre a pesar de que mes a mes le descontaron este dinero de su salario. Hecho que se vio agravado cuando le detectaron un cáncer. Si esto es cierto, y parece que lo es porque el señor Isaac muestra documentos y en el periódico conservador se negaron a hablar con los colegas de El Espectador sobre el asunto, es un robo. Y el robo en cualquier país civilizado, se castiga. El señor Isaacs trabajó treintaiún años en el diario fundado por Laureano Gómez, desde que se llamó El Siglo. Y hace dos meses, cuando decidió desvincularse de la empresa editorial, se encontró con una enfermedad grave y sin pensión. Imagina uno a este hombre dedicado la mitad de su vida a escribir información local de Bogotá, historias casi siempre ingratas y de poco aliciente personal, y ahora en las circunstancias arriba descritas. “Inicialmente –dice el señor Isaac— nosotros los periodistas, antes de que Álvaro Uribe tumbara los regímenes especiales, nos pensionábamos a los 50 años. Entonces hace 10 años fui a buscar a Colpensiones y vi que me faltaban 11 años de pensión. Hace tres años me encontraron cáncer de próstata e iba a ir de una para el quirófano, pero me tocaba pagar un montón de plata. Entonces ellos no pagaban salud ni pensión, sino que de vez en cuando me pagaban las consultas en la Liga contra el Cáncer”. Otro coronel garciamarquezco, y con cáncer.
Los jubilados en Colombia son objetivo de la rapiña nacional, y son precisamente los menos propensos a protestar o a armar escándalo por los desafueros de unos y otros con sus pensiones.
El Gobierno con las periódicas reformas tributarias, una Corte Constitucional que en última instancia legislará a favor de los fondos de pensiones, los funcionarios estatales demorando su reconocimiento, los empleadores particulares tratando de reconocerles menos o hurtándola descaradamente como el caso que nos ocupa, el sistema bancario con sus clásicos extorsión y pillaje. A todo lector joven que este escrito caiga en sus manos, le recomendaría que ahorre para la vejez, es imprescindible. Pero que no lo haga en fondos de pensiones colombianos, en donde siempre las ganancias serán para los dueños y las pérdidas deberán asumirlas los ahorradores. Busque otras fórmulas, que las hay. Si no quiere morir de rabia por el expolio de su pensión o de abandono directamente porque se la han robado.
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