Asuntos Indios, que no cierran

Mié, 15/08/2012 - 04:25
(...) Puede ser que haya otro mundo dentro de éste, pero no lo encontraremos recortando su silueta en el tumulto fabuloso de los días y las vidas, no lo encontraremos ni en la atrof

(...) Puede ser que haya otro mundo dentro de éste, pero no lo encontraremos recortando su silueta en el tumulto fabuloso de los días y las vidas, no lo encontraremos ni en la atrofia ni en la hipertrofia. Ese mundo no existe, hay que crearlo como al fénix. Rayuela, capítulo 71.

En días pasados (9 de Agosto) se conmemoró, el día Internacional de los pueblos Indígenas, conmemoración poco afortunada, si se tienen en cuenta diversas problemáticas y conflictos que enfrentan por estos días, numerosos pueblos aborígenes de nuestro continente, conflictos de importante trascendencia pero que pareciera quedan dentro del interés de quienes únicamente pareciera interesarles, los pueblos indios; esto básicamente porque no existe, ni existió interés por parte de los diversos Estados en tratar estos asuntos que pasan por triviales y que hoy en día ponen en jaque a numerosos gobiernos de la región. Pero ¿qué es lo que se discute?, ¿por qué se presentan estos conflictos y por qué se hacen tan notorios últimamente? Además, ¿por qué pasan de intrascendentes no sólo para una parte importante de los gobernantes, sino también para parte de una sociedad que atraviesa también una parte de estos conflictos? Básicamente, los conflictos con los innumerables pueblos indios, no son conflictos recientes, sino que tratan de conflictos sociales, que en la mayoría de los casos son herencia de la colonia y que el Estado republicano, no ha sabido, ni ha querido afrontar. A lo largo y ancho de nuestro continente, el único caso de un Estado, que asume una discusión directa con las comunidades y pueblos indios es directamente el que gobierna un indio, Evo Morales; aún así hemos visto los innumerables conflictos que ha tenido su gobierno con comunidades amazónicas y del oriente boliviano, básicamente por el tema de la construcción de una carretera en el parque nacional del Tipnis, sin dejar de mencionar todos aquellos que atraviesen políticas públicas, sin embargo y no porque hoy en día, este sea un Estado Plurinacional que ha hecho esfuerzos únicos, para prestarle atención a los asuntos indios y que abre de esta forma, una luz de esperanza a la resolución histórica de sus demandas, no exista la posibilidad de que los numerosos Estados regionales, como mínimo tengan una actitud de escuchar los asuntos que nos plantean estas comunidades y que muchas veces no implican una exigencia única para estos pueblos, sino que involucra a la sociedad mestiza en su conjunto. En el caso Boliviano, bastó con escuchar y abrir un dialogo amplio, a través de una consulta popular que mediante un referéndum permitió sociabilizar este asunto de la carretera, sin embargo este, como decía anteriormente es un caso único en la región, que nos sirve de ejemplo para tratar de reducir de esta forma, asuntos pendientes o bien de conflictos que en vez de superarse, se acrecientan. Aún así, las causas a tratar, pasan por siglos de inatención y por políticas que son llanamente racistas, por un lado -un racismo institucionalizado-, así como de políticas históricas de exclusión, políticas que atraviesan a la mayoría de los sectores denominados socialmente como marginales, y que por demás han sido políticas que sistemáticamente se repiten deliberadamente. Las causas de estos conflictos, no pasan únicamente por el problema de la tenencia de la tierra como muchas veces suelen reducirse estos asuntos, ni tampoco del histórico abandono del Estado y que la academia, así como numerosos dirigentes progresistas de la región han tratado; la lectura de estas problemáticas abarca además un trasfondo cultural bastante arraigado en nuestras mas disociadas sociedades de consumo, prácticas institucionalizadas que trascienden a la sociedad y de allí el discurso agresivo y racista que muchas veces vemos en los medios hegemónicos de comunicación y en los foros que estos mismos medios reproducen, siendo estas por ende, parte activa de este marco institucional que prolifera un racismo encubierto,  que diariamente masifica y edifica y no porque no lo sepa o sea ingenua en su actitud, es así, porque es importante que así lo sea, siendo así cómplices, no solo de estas prácticas racistas y violentas, sino de la soberbia generalizada a la que asistimos cotidianamente contra nuestras comunidades. Son varias las razones que permiten evidenciar la puesta en práctica de estas objetivaciones, y no son únicamente por la occidentalización o la inserción de un habitus de consumo, que se nos permiten estas representaciones colectivas de la trivialidad de los asuntos indios, trivialidades que en el imaginario, son solo parte de los problemas étnicos a resolver; pero habría que recordar la importancia que existe para los grandes medios de imponer esta agenda social, que se construye como trivial ya que estos grandes medios tienen puestos allí notorios intereses económicos por defender.  Tal es el caso de los conflictos del pueblo Mapuche en Chile, quienes se les recrimina y trata de terroristas, gracias al aval de un marco jurídico que de tiempos de la dictadura aún persiste y del cual, grandes medios reproducen para masificar la idea de que la resistencia de este pueblo forma parte del accionar terrorista, cuando el reclamo Mapuche está bastante distante de dichos señalamientos oficiales, siendo que lo único que exigen es el respeto por la vida de sus comunidades, además del histórico reclamo por autonomía y soberanía de su cosmogonía de vida; sin embargo los medios chilenos tienen parte dentro de estos reclamos, porque parte de las tierras en disputa forman parte de emprendimientos productivos de El Mercurio (el más importante medio de este país), sin mencionar la autoridad que impone este medio para quitar o poner políticos en el orden regional chileno; así mismo, las comunidades Nasa en el Cauca Colombiano, afrontan desde hace décadas un conflicto que trasciende las esferas de la confrontación territorial, cuando con sus históricos reclamos se tensa un conflicto social y armado que atraviesa a numerosas organizaciones armadas legales e ilegales, así como de un Estado que tranza con el poder económico por sobre la voluntad no solo de las comunidades, sino del colectivo social mestizo colombiano, quien a diario es víctima de estas prácticas de por sí violentas, así como de este mismo Estado que internaliza aún más el conflicto social, cuando permite la socialización de un racismo generalizado y que se convierte en institucional, al permitir que este permee las estructuras del Estado, así como de la sociedad misma, tal es el caso por ejemplo del papel desempeñado por las corporaciones mediáticas colombianas que, en “defensa” del Estado y del “interés común”, infunden un discurso que sesga y manipula a gran parte del consciente colectivo, a partir de la defensa a ultranza de un Estado, que curiosamente como marcaba y que como marca la historia, ha sido más que ausente. Pero que en estos casos, se impone como garante del bienestar social. Es así como el Estado y estos medios, han sido coparticipes en la entrega de muchos de los territorios indios a consorcios y a intereses trasnacionales, justificando así políticas de desarrollo que claramente no benefician a nadie más, que a quienes figuran como accionistas o inversionistas de proyectos que además, no solo alteran el medio en el cual viven las comunidades indias, sino que en un plano mucho más amplio, afectan no solo el medio ambiente, sino a esa sociedad marginal, que nunca ve los beneficios de estas inversiones, porque no ve, y no ve, porque no es importante que estas vean, porque lo realmente importante por ver es lo que dicta la agenda mediática; no es ésta una sociedad que deliberadamente no escucha, ni habla o trata estos asuntos, no porque no quiera o pueda, sino porque no existe un interlocutor que permita recrear dicho dialogo; tal es el caso de los ejemplo mencionados, así como de la de cientos de comunidades indias del territorio peruano que exigen respeto por una tierra ancestral que hoy en día están supeditadas al intereses del corporativismo minero a cielo abierto que “invierte” en la región, de aquellos que aún persisten en la reproducción del modelo extractivo y que con la posición dominante de este discurso desarrollista, posicionan y se constituyen como los guardianes del discurso ideal; además porque en esa idea, no existe otro que sepa discutir, y si lo ha adquirido, es un discurso pobre que no tiene que trascender porque no hay una sociedad a la que le interesen estos asuntos. De esta forma, no solo el asunto indio no cierra al interior de las agendas Estatales, sino que tampoco cierra en el hábitus social, no porque no tenga cierre, sino porque nunca se abrió, porque nunca se discutió a fondo entre los interlocutores de una sociedad civil que debería, mediar entre quienes gobiernan y ejecutan la política pública, entre quienes son elegidos y entre quienes en la práctica también podemos hacer  y construir esa diatriba semántica, denominada Estado. ¿Pero porque actúan así los grandes medios en connivencia con el Estado, para orquestar la agenda que más convenga? Porque el interés económico del cual se nutren los grandes medios, pasa muchas veces por difundir lo que le interesa al gobierno de turno; más, si ese es un gobierno que llama la atención por políticas que permiten la “inversión” extranjera y privada, en la que la tajada de ganancias muchas veces permite la licitación de canales, de frecuencias y del monopolio del papel que hará de escribir las notables paginas del desarrollo económico. Así, que en el día Internacional de los pueblos indígenas, la proclama por la autodeterminación y la exigencia a la inclusión no solo social, sino a la inclusión del carácter ciudadano, implica que la constitución de miembros activos del colectivo social indio y mestizo en esta nuestra América, exige que esta participación abra espacios hacia la disertación amplia y plural de contenidos en el espectro social y que esta autodeterminación, implique que las prácticas de ese racismo institucional y que la ideología de un Estado autoritario, que no escucha, que no ve, ni habla con sus comunidades, sea cada vez más una práctica en desuso, pero del que solo nosotros (indios, mestizos y marginados) podremos asumir, si tenemos la entereza de deconstruir esa agenda impuesta desde el capital, siendo los pueblos que integran este universo que no es ajeno a la interculturalidad, un programa que rompa esa hegemonía cultural impuesta por y desde el Estado y desde quienes lo defienden; no se trata entonces de defenderlo solo por defenderlo, sino porque en definitiva este universo latinoamericano, este universo indoamericano es y ha sido siempre común a los intereses de pueblos que en definitiva, solo piensan en función del colectivo social de este enorme y único sur.
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