Este 13 de noviembre se cumple un nuevo aniversario de una fecha que dejó en luto a todo un país: la tragedia de Armero. Un episodio que enfrentó a la sociedad colombiana al poder de la madre naturaleza, luego de que una ola de lodo y escombros, producto de la erupción del volcán del Nevado del Ruiz, arrasara con todo un pueblo dejando bajo tierra a más de 25 mil almas. Un sitio que hoy es considerado campo santo.
Sin embargo, detrás de esta tragedia nace una todavía más escandalosa que lleva 36 años sin la más mínima atención estatal. Cientos de niños que fueron rescatados del barro y que incluso fueron captados en las dolorosas imágenes de la catástrofe, que nunca lograron reencontrarse con sus familias porque fueron adoptados de forma precipitada. Algunos incluso llegaron a tierras lejanas como España, Estados Unidos y Holanda.
Detrás de toda esta investigación está Francisco González, director de la Fundación Armando Armero, que lleva más de una década recopilando ADN de familiares y adoptados que buscan reencontrarse con esa parte de la vida que les robó aquel 13 de noviembre de 1985. Que buscan cerrar un ciclo que los revictimiza y por el cual el Estado se niega a tomar cartas en el asunto.
“Ahí hubo muchas cosas: adopciones ilegales y pérdidas. Es decir que muchos colombianos acogieron a menores que luego no devolvieron. Toda esta gente que yo no sé cómo los saco del país, todo esto aún está para investigar, las casas de adopción registraron a muchos menores que salieron y nadie da respuesta por ellos”, asegura González a Kienyke.com.
Un trabajo que realiza con las uñas, junto a un asistente de investigación voluntario y un doctor en salud, con quienes se reúnen noche tras noche y fines de semana para revisar y organizar los archivos, corroborar y hacer las historias. Todo esto, al mejor estilo de un grupo de héroes que buscan aportar un granito para la reconstrucción de la memoria de la tragedia.
Las cifras son más que contundentes: más de 50 adoptados buscando a sus familiares y más de 500 casos reportados de personas que buscan a sus hijos, sobrinos, primos, etc. Registros de los cuales, muchos corresponden a personas que vieron vivos a sus familiares en imágenes, otros que tras recibir asistencia médica nunca volvieron a ver a su familiar y otros muchos niños que tras ser rescatados emprendieron rumbos desconocidos.
“Llegaron y los cogieron del barro ahí mismo, tenemos varios casos. Eso fue algo que Colombia no sabe y debe saberlo”, cuenta el director de Armando Armero.
Buscando a los desaparecidos de los “papelitos”
A pesar de lo que se podría creer, Francisco González no tenía pensada esta labor de buscar desaparecidos de Armero desde un principio. Con su padre y hermano como dos de las más de 25 mil víctimas de la tragedia, este periodista e investigador emprendió una tarea de memoria histórica que quería dignificar la historia y la cultura de un pueblo que ahora yacía bajo tierra.
“Esa investigación era en la zona visitando pueblos como Honda, Mariquita, Guayabal, Mérida, Fresno, Villavicencio, entre otros; mejor dicho viajes por todo el país intentando recopilar historias y reconstruyendo toda la memoria”, relata.
No obstante, conforme iba adelantando su tarea, que culminaría con la escritura de un libro, le empezó a suceder algo bastante particular. “Empieza cierta gente a acercarse y a meterme papelitos en el bolsillo y me dicen ‘mírelo cuando llegue a Bogotá’. Yo me preguntaba por esta gente buscando a sus hijos 27 años después”, cuenta con nostalgia.
De ahí en más, buscar “gente desaparecida” se volvió primero una tarea paralela y luego una de tiempo completo. Diez años de búsquedas, ahorros gastados, dejar de pagar pensión y hasta de vender su coche, ha sido el esfuerzo de González para seguir con esta búsqueda a la que, gracias a las redes sociales, día tras día llegan más personas que no pierden la esperanza de un reencuentro.
Aún así, toda esta “avalancha de información” no sería posible de interpretar sin la ayuda del doctor Juan Yunis, del Instituto de genética Yunis Turbay, quien dona a su causa los cotejos de ADN para poder enlazar a las familias con los adoptados.
“El ADN es la prueba que no miente jamás y le da el resultado de si es familiar, es sobrino, hijo o no es (...) El instituto de genética Yunis Turbay, que es una empresa privada, por sensibilidad nos dona los cotejos de ADN. Nosotros con el doctor Juan Yunis tenemos un banco de ADN, por un lado de familiares y por otro de de adoptados que vamos cruzando y cotejando”, asegura.
De igual manera, el director de la fundación cuenta cuál fue el primer caso de reencuentro: “Fue un holandés que se había perdido en Bogotá y el ICBF lo calificó como si fuera de Armero, qué la familia se la había muerto en Armero ¿Por qué el pelado se pierde en Bogotá, es de Bogotá y aparece registrado como de Armero? Nosotros lo encontramos no con padres de allá sino con padres bogotanos”.
Igual el segundo y el tercero. Uno de ellos fue un chico en Estados Unidos que logró reencontrarse con su padre y dos de sus hermanas que viven acá en Colombia e igualmente habían sido adoptadas por su lado. Luego una mujer en España que tenía a su madre viva en Colombia. Memoria de una diáspora obligada que aún permanece como herida abierta en los corazones de muchos armeritas. .
El Estado niega tener información
Como todos los años, la Fundación Armando Armero junto a algunos familiares asisten al camposanto para rendirle homenaje a las víctimas y clamar por los desaparecidos. Una petición que esta vez tiene un poco de indignación añadida, luego de que el ICBF diera respuesta a un derecho de la Fundación señalando que no tienen información sobre el proceso de rescate durante la tragedia y tampoco sobre el destino de los menores que fueron encontrados con vida.
La respuesta fue calificada por Francisco como “indolente”. “Me produce tristeza y los calificó de indolentes. Una entidad que es la encargada de proteger a la niñez en Colombia da este tipo de respuesta y da pena que ni siquiera se hayan tomado el trabajo de responder seriamente”, aseguró a este medio.
Por su parte, el comunicado del ICBF dice, entre otras cosas, que: “Partiendo de la poca información con la que se cuenta, propia del proceso de atención de los NNA sobrevivientes de la avalancha de Armero, no contamos con información tal como listados con dirección y datos de contacto de las filiales del ICBF, oficinas regionales, casas o centros de adopción a nivel nacional, que tuvieron en sus sedes bajo cuidado y custodia NNA rescatados”.
No obstante, si hay algo que resaltar es que en estos díez años de investigación esta es la primera petición formal que realiza la Fundación al ICBF, ya con el bagaje de lo investigado y de los reencuentros. Una lucha que no es nueva, si se tiene en cuenta que desde esta organización se considera que el tema ha sido invisible para el Estado y la sociedad en general.
Incluso, señala, el episodio llega a ser similar al del Palacio de Justicia en el sentido de que muchos familiares tienen registro gráfico de sus familiares vivos. La diferencia según él es que “para el Palacio de Justicia el Estado dio plata para investigar, ONGs internacionales, cooperación internacional y en cambio aquí los únicos que investigamos somos nosotros”.
Queda entonces esperar las batallas venideras por la memoria histórica de los armeritas, siendo precisamente Francisco uno de ellos, que espera que el caso deje de ser un evento de relevancia en cada aniversario y que lo sea de forma transversal para contar la historia de un episodio que marcó a todo un país. “Así como hubo una avalancha de lodo en Armero, esperamos que algún día haya una avalancha de reencuentros”, asevera.