
Pamela Hernández llegó a la entrevista con una presencia que ilumina el espacio, como quien entra en un personaje que le es propio: auténtico, cálido y lleno de significado. Sonríe con naturalidad, habla con serenidad, pero con la firmeza de quien sabe lo que hace y por qué lo hace.
Estudió arte dramático, se formó como actriz, pero la vida la fue llevando, poco a poco, a ocupar otros espacios del teatro: la producción, la logística, la programación, la negociación con artistas, la construcción de equipos. Fue en el Festival Iberoamericano de Teatro donde empezó a forjarse como una mujer orquesta, haciendo de todo, desde lo creativo hasta lo administrativo, para que el telón siguiera subiendo.
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Hoy, desde la dirección del Teatro Nacional, ocupa un lugar que dejó Fanny Mikey —una vara altísima— y lo hace con firmeza, equilibrio y visión. Ha logrado mantener una cartelera permanente, consolidar una boletería digital accesible para todos, y liderar un equipo comprometido que vibra con cada estreno. Pamela no solo dirige un teatro: lo habita. Lo respira. Lo siente en cada poro.
Su vida personal, como su liderazgo, está tejida con armonía. No hay imposturas ni discursos vacíos: hay una mujer que entiende que el teatro no es solo espectáculo, sino reflejo profundo de lo humano. Y así fue su entrevista: honesta, cálida, lúcida, memorable.
Pamela Hernández es hoy una figura clave del teatro colombiano. Pero más que una gestora, es una artista que nunca dejó de sentir el escenario como suyo, y que hoy convierte cada función en un acto de país.