Fracasan los que hacen. Si vos no haces nada, nunca vas a fracasar pero tampoco, nunca vas a hacer nada; ni aprender nada. El éxito pasa indefectiblemente por el fracaso y el error.
Diego Zúñiga en su novela Tierras de Campeones, escribió: “Cuando usted le evita a una muchacha la posibilidad de que cometa un error, le evita también la posibilidad de que se desarrolle” o como escribió San Agustín: “yerro, luego existo” porque de humanos es equivocarse y el error es un paso inevitable, connatural al hombre.
Es más, éxito y error son las dos caras de la misma moneda porque no se tiene éxito si antes no se cometen errores. En el evangelio, en Juan 14:6, se lee, nadie viene al Padre, sino por mí. Jesús es el camino. Así mismo, nadie llega al éxito sino pasa antes por el fracaso, porque el fracaso, es el camino.
La vida, de hecho, es un andar probando, arriesgando y encontrándose con cosas con las que antes no se habían topado. Y alguien que ha cometido muchos errores —aunque nunca el mismo error más de una vez— es más de fiar que quien no ha cometido ninguno, porque será un aprendiz.
Todos los exitosos han pasado por fracasos y he ahí, ¡eureka! la piedra angular, el secreto, el paso anterior al éxito, el que lo antecede. Por eso, estudiar el error y el fracaso, el propio y el ajeno y corregirlos, es la vía que conduce al éxito. Por ejemplo, cuando se estudió y corrigió el error que cometió el Titanic o los accidentes de los aviones comerciales, esos errores han hecho que no se haya producido otro evento como el del Titanic y que el transporte aéreo sea el más seguro del mundo.
El problema es que vivimos en una cultura que desprecia el error y el fracaso. Cuesta aceptar el error propio pero al mismo tiempo, vaya paradoja, es un error craso no reconocerlo, porque desconocerlo hace que se repita o se perpetúe. Que no se corrija.
El fracaso y el error – no todo tipo de error- deberían ser -y lo son aunque sea a regañadientes- no un aprendizaje sino El aprendizaje y el escalón para conquistar el éxito.
Pero el fracaso es mal visto, el error también y por lo dicho anteriormente, es preciso resignificarlo. En Oriente y en Silicon Valley y en el mundo de la creación de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial, por ejemplo, el fracaso se percibe y se siente como un aprendizaje, un ensayo, un experimento y no como una mácula, una mancha, una reprobación, como sucede en buena parte del mundo occidental y latinoamericano.
Steve Job, el de Apple, es un ejemplo de ello, fracasó varias veces. Tomas Alba Edison, el que inventó la bombilla tuvo más de mil; pero ninguno de los dos los sintió como fracaso sino como ensayo y he ahí, parte de la clave para el éxito.
El fracaso nos da información y hacen posible el cambio, el cambio real. Sin fracaso, no hay cambio. Fracasado es aquel que no aprende de los errores, no quien fracasa.