Al final de la década de los 80 y comienzos de los 90 Colombia estaba hastiada, sumergida en el caos y en los profundos dolores de la violencia generada por el narcoterrorismo.
Los asesinatos a líderes políticos, bombas en las principales ciudades y ataques contra civiles y policías eran el pan de cada día. La gente vivía en medio del llanto provocado por la cruda realidad, pues creía que la criminalidad iba a ganar la guerra.
Fue un grupo de jóvenes universitarios el que se encargó de devolver la esperanza. Aunque estaba conformado por personas de diferentes orillas ideológicas todas tenían claro que, para salir de la crisis y recuperar al país de las manos de la mafia, era necesario un ajuste estructural e institucional.
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Estos estudiantes -de instituciones públicas y privadas- sumaron esfuerzos, pusieron ideas sobre la mesa, las discutieron por horas, crearon un único movimiento y lograron lo inimaginable: sacaron adelante la iniciativa de la Séptima Papeleta que impulsó la Asamblea Nacional Constituyente y tuvo como resultado la Constitución Política que hoy rige a Colombia.
Pacto sobre lo fundamental
Los jóvenes universitarios debatieron sobre diferentes agendas: una enfocada a frenar los asesinatos selectivos, otra que buscaba mayores espacios de participación y otra dirigida a la realización de una reforma constitucional.
“Este era un país que se estaba matando. Asesinaron a Luis Carlos Galán y a un sinnúmero de líderes políticos. Nosotros como estudiantes tampoco teníamos voz y las instituciones estaban bloqueadas para lograr cambios. Esto hizo que nos encontráramos y empezaramos a hacer asambleas para llegar a una solución”, contó Alejandra Barrios, actual directora de la MOE e integrante del movimiento.
En esa época no existían las redes sociales; no había Facebook, WhatsApp y mucho menos Twitter. El Movimiento Estudiantil se conformó a partir del voz a voz, los líderes convocaron a la gente a punta de teléfono fijo e hicieron varias asambleas en las que participaron cientos de estudiantes.
“Fue un proceso de días. No estábamos hablando de que nuestros hijos y nietos pudieran vivir en paz, estábamos hablando de nuestro propio futuro. No podíamos seguir con el miedo de morir en medio de la explosión de un carro bomba. Fue una acción colectiva maravillosa, un ejercicio de tolerancia y de inclusión de opiniones”, señaló.
Barrios mencionó que, después de las discusiones interminables, se llegó a una misma conclusión: una Constitución era lo que se necesitaba para un nuevo pacto social. Según dijo, la Carta Magna de 1886 “ya quedaba apretada y jamás hubiera llevado a Colombia al siglo XXI”.
“En la Constitución del 86 el eje era el Estado y el ciudadano estaba a su servicio. Nosotros teníamos la idea de crear una diferente, en la que el eje fuera el ciudadano, que el Estado estuviera a su servicio y respetara sus derechos”, señaló.
Diálogo entre improbables que fijó un nuevo rumbo
Quienes le apostaron al cambio no fueron las clases políticas sino los estudiantes. En octubre de 1989 lanzaron la ingeniosa propuesta: invitaron a los ciudadanos a que en las elecciones de marzo de 1990 (Senado, Cámara, concejos, alcaldías, asambleas y consulta del Partido Liberal) depositaran una séptima papeleta que impulsara a convocar la Asamblea Constituyente.
“Nuestro lema era: ‘La vamos a hacer con toda la gente Asamblea Nacional Constituyente’. Ponerse de acuerdo en medio de las diferencias fue el ejercicio más espléndido de lo que hoy se llama el diálogo entre improbables. Queríamos un país democrático, en eso todos estábamos de acuerdo”, contó a KienyKe.com Catalina Botero, integrante del movimiento y hoy abogada constitucionalista.
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La propuesta tuvo buena acogida. Los medios de comunicación jugaron un papel importante, retomaron las voces de los jóvenes e imprimieron la papeleta para que las personas pudieran recortarla y depositarla en las urnas.
Sin embargo, en esa ocasión las papeletas no tuvieron validez, pues la Registraduría anunció que no tenía la facultad para escrutar esos votos. Han pasado 30 años y todavía no se sabe con certeza cuántos ciudadanos apoyaron la iniciativa.
Los estudiantes no se dejaron vencer. Se manifestaron y lograron que el presidente de ese momento, Virgilio Barco, decretara un Estado de Sitio y ordenara que se contaran los votos para las elecciones presidenciales de mayo de ese mismo año.
Miles de personas acudieron de nuevo a las urnas y depositaron la séptima papeleta. La Corte Suprema de Justicia dio el aval y el nuevo presidente, César Gaviria, convocó a las elecciones para conformar la Asamblea Nacional Constituyente y así crear una nueva Carta Magna.
“El debate entró al terreno de lo político y se amplió el espectro de participación. Se escogieron 70 constituyentes. Se reconoció por primera vez que habían muchísimas más caras que las del bipartidismo. Habían desmovilizados, afros, indígenas y mujeres. Era un país que daba el paso para reconocerse diferente en la forma de tomar decisiones. Por eso la Constitución actual es tan rica en derechos”, sostuvo Alejandra Barrios.
Lo que dejó el Movimiento Estudiantil
Alejandra Barrios y Catalina Botero coincidieron en que el Movimiento Estudiantil de la Séptima Papeleta dejó muchas enseñanzas para Colombia, entre ellas, que si los ciudadanos se unen en un propósito común y dejan a un lado sus diferencias pueden diseñar reglas del juego claras y justas para todos y todas.
“Estábamos convencidos de que si todo el mundo participaba se iba a construir un país que tuviera lugar para todo el mundo. Aprendimos a que nadie debe capturar la Constitución para imponer su propio proyecto político y que en la polarización es imposible hacer reformas constitucionales”, afirmó Botero.
La abogada indicó que hacer parte de este proceso le ayudó a comprender mejor a Colombia y entender la complejidad de relacionarse con los demás a partir del respeto y la libertad de pensamientos.
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Alejandra Barrios, por su parte, aseguró que el Movimiento Estudiantil le cambió la vida a todos los estudiantes que se animaron a promover el cambio. Según mencionó, la lucha por reformar la constitución marcó una profunda convicción por el servicio a los ciudadanos y a la democracia.
“Casi todos los que estuvimos en el movimiento estamos relacionados con temas de participación, derechos y construcción social. Unos ejemplos son Claudia López como actual alcaldesa de Bogotá y Fernando Carrillo como procurador general”.
Las dos finalizaron diciendo que la Séptima Papeleta marcó un antes y un después en la historia del país. Además, invitaron a los estudiantes actuales a no dejarse vencer por el odio, a que debatir ideas, unir esfuerzos y sacar a Colombia de la violencia y las injusticias.