Éste miércoles 20 de enero, el presidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden, y su vicepresidenta, Kamala Harris, tomarán las riendas de la potencia más grande del mundo.
Sin embargo, el 20 de enero no siempre fue la fecha de la posesión presidencial: antes se llevaba a cabo el 4 de marzo, mismo día en el que también juraban los senadores. El cambio de fecha, que se estableció en 1933, tiene una historia curiosa: tuvo lugar para desencartarse de un presidente políticamente disminuido tan pronto como fuera posible. En este artículo conocerá las circunstancias en las que surgió este cambio y otros datos curiosos sobre las posesiones presidenciales en Estados Unidos.
El juramento
Varias actividades tienen lugar el día de una posesión en Estados Unidos, pero solo una es obligatoria: que el vicepresidente y el presidente electos —en ese orden— hagan el juramento frente a una persona que esté legalmente autorizada para ser testigo y antes de que el mandato del presidente anterior finalice legalmente.
Cabe señalar que el juramento presidencial se ha tomado de forma extraordinaria en lugares como la Casa Blanca, una casa de familia y hasta el Air Force One: tras el asesinato de John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson tuvo que tomar su lugar desde el salón de conferencias del avión presidencial.
Juramento ante juez anti Trump
De todas formas, cuando un presidente es elegido y asume en condiciones normales, la tradición es que el juramento se haga a las afueras del Capitolio, frente al presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos.
En este caso, quien tomará el juramento será John Roberts Jr., quien es la decimoséptima persona en liderar esta corte y ocupa ese cargo desde septiembre de 2005, cuando entró a reemplazar al fallecido William H. Rehnquist. Roberts ha estado a cargo de recibir los dos juramentos de Barack Obama y el del presidente saliente, Donald Trump.
Católico y de corte conservador, Roberts fue nominado por el entonces presidente George W. Bush para ese puesto. Trump sugirió alguna vez que el juez que votó en contra de sus políticas era un “juez de Obama”. A esa declaración, Roberts respondió que “no hay jueces de Obama ni jueces de Trump, ni jueces de Bush o jueces de Clinton: hay un grupo de jueces dedicados a garantizar la igualdad de derechos de la persona que tienen al frente”. Roberts estuvo al frente del primer impeachment de Trump y también lo estará durante el segundo.
La primera vez que Roberts tomó el juramento, para iniciar la primera presidencia de Obama, hubo un traspié: lo recitó mal en dos ocasiones. El juramento fue repetido en privado al día siguiente, “por si las moscas”.
Libro simbólico
La Constitución estadounidense no dice que haga falta usar libros en el juramento. Sin embargo, es la costumbre que elijan un libro para jurar sobre él y que la primera dama lo sostenga. Se ha jurado, por ejemplo, con un libro de texto sobre derecho constitucional y un misal de Kennedy —porque creían que era una biblia—. Theodore Roosevelt juró sin un libro.
Eso sí, la mayoría de las veces se ha usado una biblia familiar o una perteneciente a una figura admirada. Obama juró con la biblia de Lincoln en sus dos posesiones. Trump usó dos biblias: la de Lincoln y otra que le regaló su mamá cuando era niño.
En el caso de Kamala Harris, usará dos biblias. Una de ellas perteneció a quien ella considera su segunda madre, Regina Shelton; este personaje esencial en su vida, entre muchas otras cosas, se sentaba con ella en el culto bautista y le habló de Dios por primera vez. La otra biblia perteneció al exprocurador general Thurgood Marshall, que fue una fuente de inspiración en la carrera de Harris.
Durante sus juramentos como vicepresidente en la era Obama, Biden usó una pesada biblia familiar de doce centímetros de grosor. El texto ha pertenecido a la familia desde 1893 y tiene una cruz celta en el lomo. La ha usado para jurar desde su época de senador y lo más probable es que la use de nuevo para jurar como presidente.
Una vez Biden se posesione, recibirá el saludo militar de 21 cañonazos y dará su discurso inaugural.
Posesión con show artístico
Otras actividades que se hacen con motivo de la posesión en Estados Unidos incluyen un discurso inaugural del presidente, la intervención de artistas, líderes religiosos o poetas, desfiles, bailes y almuerzos conmemorativos. Por supuesto, estas dinámicas cambiarán drásticamente en esta ocasión por cuenta de la covid-19: solo 3000 personas tendrán boleta de ingreso al otrora multitudinario evento.
Luego de su posesión, el presidente se dirige por primera vez a los presentes —y, gracias a la magia de las telecomunicaciones, a todo el país y el mundo— para presentar su visión del país y los objetivos que quiere alcanzar durante su mandato. También es la costumbre entregar un parte de esperanza y confianza en que la gestión será óptima.
El presidente que dio el discurso más largo, William Henry Harrison, también fue el que menos duró en su cargo: 31 días, tras los cuales murió de una enfermedad respiratoria. El discurso más corto lo dio George Washington: leer las 135 palabras de su discurso seguramente le tomó menos de un minuto. Se espera que las declaraciones de Biden estén orientadas al reto que implica la pandemia para su mandato.
Cuando hay una transición pacífica de gobierno, como se supone que será en este caso, un desfile tiene lugar entre los once kilómetros que separan el Capitolio y la Casa Blanca, conectados entre sí por la Avenida Pensilvania. Algunos miembros de las fuerzas militares escoltarán a los recién posesionados en un desfile que solo se podrá ver por internet.
El presidente Biden también dejará una ofrenda floral en la tumba del soldado desconocido en el Cementerio Nacional de Arlington y terminará el día rodeado con sus colaboradores más cercanos, mientras es emitido un concierto en su honor por internet. La clásica imagen del presidente saliente alejándose en el helicóptero Marine One no se verá esta vez, puesto que Trump ha decidido no asistir a la posesión.
Cambio de fecha: menos agonía para el pato rengo
“Lame duck” (pato cojo o pato rengo) es el término que usan en Estados Unidos para referirse a un funcionario que está a punto de terminar el periodo que le fue encargado; se usa principalmente para referirse a un presidente que sigue ejerciendo aunque su sucesor ya fue elegido.
Un presidente que quería evitar mencionar a un senador es el origen más probable de esta curiosa locución. Durante un discurso, el presidente Andrew Johnson estaba siendo presionado por el público para incluir al coronel John W. Forney en una lista de traidores, pero el mandatario respondió con la frase “no desperdiciaré mis balas con patos muertos”.
Un patito cojo tiene un gran problema con respecto a sus hermanos con dos patas en buenas condiciones: su dolencia le impide seguir el paso del grupo, eventualmente se quedará solo y no tendrá a nadie que lo defienda de un posible depredador.
Algo parecido ocurre con los presidentes al final del término: el ojo público está interesado en el presidente electo y en las decisiones que tomará cuando inicie su mandato. Aunque el presidente saliente tenga exactamente el mismo poder en el papel una vez su sucesor ha sido elegido, sus decisiones son mucho menos relevantes durante su periodo de pato cojo. Por ese motivo, durante ese tiempo es costumbre conceder indultos y tomar decisiones que en otro momento serían objeto de controversia.
Las fuerzas de la política dejan de girar alrededor del pato cojo y se preocupan más en cómo apoyar o contener los efectos de las decisiones del presidente electo. Entonces, su poder de influencia sí se ve mermado una vez es elegido un sucesor; es casi como tener medio presidente.
El periodo de pato cojo en Estados Unidos, es decir, el periodo transcurrido entre las elecciones y la posesión, oscila entre los 72 y 78 días; pero antes duraba desde noviembre hasta el 4 de marzo. En el mundo moderno, activo las veinticuatro horas, cuatro meses es un periodo de transición demasiado largo: es un tercio del año en el que hay un presidente electo que no puede ejercer y un presidente saliente que ya no tiene el respaldo para ejercer como debería; son dos mitades que no suman un uno.
Cuando ese tiempo se estableció, en el siglo XVIII, cuatro meses significaban mucho menos tiempo en la práctica que hoy. Ese tiempo era bien utilizado por los presidentes electos para dejar sus asuntos en orden y asumir con tranquilidad este cargo importante. Con el paso de los años, la llegada de la bombilla alargó la duración de los días. Estos cuatro meses comenzaron a verse como un estorbo para los presidentes electos, sobre todo cuando estaba entre manos un país sumido en una crisis.
Era el caso del presidente republicano Franklin Delano Roosevelt. Su antecesor, el republicano Herbert Hoover, estaba al frente del país cuando cayó la Gran Depresión y salió del poder con una bajísima popularidad: recibió un país próspero y debía esperar cuatro meses para devolver un país en crisis.
Esa fue la motivación para crear la Vigésima Enmienda, que establece nuevas fechas para el inicio de las funciones en cargos generales y fue aprobada en febrero de 1933. Roosevelt recibió el cargo por primera vez el 4 de marzo de 1933 y juró por segunda vez el 20 de enero de 1937, tras haber sido reelegido.
La fecha del 20 de enero es la que inicia los periodos presidenciales desde entonces; se posesionan 17 días después del senado, cuyos miembros ahora hacen su juramento el 3 de enero. Si la fecha llega a caer un domingo, el juramento se hace en privado y la ceremonia tiene lugar al día siguiente. Ha ocurrido tres veces; casualmente, se ha tratado siempre del inicio de un segundo periodo presidencial. Fue el caso de Eisenhower, Reagan y Obama.