Definitivamente, la canciller vive uno de sus momentos más complicados en todo su paso por este gobierno, donde ha ocupado los más altos cargos sin contar con la experiencia necesaria. Si bien hasta ahora ha logrado levantarse de las cenizas y sobreponerse a todos los escándalos que la han salpicado, como el caso de la niñera Marelbis Meza y las chuzadas, las gestiones de su asistente Jaime Ramírez Cobo con congresistas por temas del ministerio de Hacienda y la UNGRD que dirigía Olmedo López, más el reciente escándalo de los dineros de la Salud y la Fiduprevisora, en el cual la mencionan como la jefa de un cartel con personajes como su hermano Andrés Sarabia, Mauricio Marín, exdirector de la Fiduprevisora, Laura Roa, directora del FNA, y su novio abogado Mauricio Paba, que es quien la cubre en todos los aspectos legales.
Pero hagamos un recuento de esta joven que se inició como asesora de Armando Benedetti, quien la incorporó a la campaña y en la que se hizo muy amiga de Verónica Alcocer, quien se convirtió en su respaldo al inicio del gobierno, hasta ganarse la confianza del presidente Gustavo Petro. Debido a sus ausencias, encontró en Laura la persona indicada y fiel que le acolitaba sus gustos más íntimos. Es Laura la que sabe todos los secretos del presidente, no Benedetti, como muchos piensan. Sin embargo, Laura fue muy estratégica y poco a poco fue llenando esos espacios para cercar al presidente y que fuera solo ella la que determinara a quién recibía el jefe de Estado. Esto causó muchos traumatismos en el gobierno y le generó enemigos de alto calibre, como Armando Benedetti, con quien libra una batalla titánica, en la cual puede pasar cualquier cosa y todavía el final no está escrito. También se enfrentó a la exconsejera para las Regiones, Sandra Ortiz, hoy presa por el escándalo de la UNGRD. Sacó literalmente a sombrerazos a Álvaro Leiva; con Mauricio Leal, el exsuperintendente de salud, la sindica de haberlo sacado del gobierno. Con Gustavo Bolívar, dijo el famoso consejo de ministros que tampoco debería estar en el gobierno. La vicepresidenta Francia Márquez la hace responsable de que la hayan relegado, y hasta se dice en los pasillos de Palacio que estaría detrás de la bajada del nombramiento de Susana Mohammad, quien ya estaba prácticamente lista para ser la directora de Planeación Nacional. Lo cierto es que Laura tiene un trato despectivo, propio de una persona déspota que no conoce los códigos de respeto en el alto gobierno, y pueden dar fe de ello los ministros José Antonio Ocampo, Alejandro Gaviria y Cecilia López
Lo que sí queda claro es que la canciller Laura Sarabia, por primera vez, tiene el agua al cuello y no ha podido controlar el tsunami mediático que se le ha venido encima, a pesar de contar con asesores que le manejan la imagen, como los periodistas María Helena Romero y Juan Fernández, quienes, por ahí de paso, pueden tener otros negocios. También ha perdido el eje de poder que mantenía; incluso ha tratado de desdibujar el trabajo de la nueva directora del DAPRE, Angie Rodríguez, quien tiene un manejo más serio y le ha dado más apertura para que el presidente trabaje de manera más coordinada con su equipo de ministros, lo que no le ha gustado para nada a Laura. Y si a eso le sumamos las recientes filtraciones contra Armando Benedetti, demuestra desespero, porque también ha perdido el apoyo de Verónica Alcocer, quien, al verla cada día más acorralada, comenzó a dejarla sola. Esto ha hecho que el presidente Petro ahora sí piense en sacarla, así sepa los secretos que sepa. Las horas de Laura están contadas.
Si tenemos que buscar responsables de la debacle del Gobierno del Cambio, el primero es el presidente Petro; pero, sin lugar a dudas, la segunda en la lista es Laura Sarabia, quien no entendió su rol y se dejó llevar por el arribismo, la inexperiencia y la ambición.