Después de haber sido catalogado como uribista durante los ocho venturosos años de Álvaro Uribe en la presidencia, pasé a ser calificado de uribestia durante los ocho desastrosos de presidencia de Juan Manuel Santos, por haber sido un fuerte opositor desde este espacio en KienyKe. Luego, en los cuatro años de presidencia de Iván Duque, abandoné mi postura furibista –termino con el que se burlaban los contradictores pero que me venía al dedo por haberlo sido por convicción- y tomado cierta distancia critica. Esas posturas, vistas desde un presente inestable y un futuro incierto, me han llevado a hacer la presente reflexión que quiero compartirles:
Me ha sido de gran alivio no cargar con el peso de ser calificado como uribestia mientras recorro, junto a millones de compatriotas, el penoso camino al que nos hemos visto arrastrados con el desastroso gobierno del mequetrefe. De gran alivio debe de haber sido para aquellos que, como yo, consideraron a Álvaro Uribe muy merecedor del calificativo de Gran Colombiano, el que no se les siguiera atacando por sus convicciones políticas cuando parecía que el uribismo había sido derrotado y que no valía la pena desperdiciar municiones en un animal muerto, cuando se llegó el momento de “vivir sabroso”. Pensé que defender al Gran Colombiano, como lo hice durante años, se contradecía con mi visión crítica a sus equivocaciones de las que siempre quise saber los motivos que lo llevaron a cometerlas. Ahora, comprendo que no vale la pena darle más vueltas al asunto debido a la gravedad de las circunstancias; algunas de ellas imperdonables, como negociar el NO; otras a medias justificadas como llevar a la presidencia a un ser nefasto como Juan Manuel Santos con el pobre argumento de que ese tipejo logró engatusarlo. Y las hay a las que nunca se les dio la debida importancia como no acompañar al candidato vencedor de la primera vuelta y seguro ganador de la segunda, Óscar Iván Zuluaga. No lo acompañó en la recta final de una campaña con un triunfo indiscutible a la vista, cuando Zuluaga se vio arrinconado por montajes como el del hacker; ni tampoco cuando se evidenció el fraude sin proceder a no reconocer los resultados más que dudosos del escrutinio. Las hay cometidas por, quisiera creerlo, su buena fe como la de coger como aprendiz de mago a un joven que no tenía otra experiencia que su corto paso por el senado y llevarlo a la presidencia. Y hay otras, menos notorias, como la de despreciar la propuesta de “hacer trizas el maldito acuerdo” en pleno encuentro del Centro Democrático. La lista es larga y de poco sirve ahora repasarla en su totalidad cuando nos vemos apremiados a tomar decisiones en medio de un panorama electoral que se ve mucho más oscuro que el de hace cuatro años.
Hace poco caí en la cuenta de que las elecciones parlamentarias serán en menos de un año y pareciera que no se tuviera plena consciencia de ello por parte de los partidos de oposición que deberían aspirar a retomar el control del congreso para poder tener gobernabilidad sin la corrupta mermelada. Enfrascados en sus pretensiones presidenciales, los candidatos de la derecha y la centro derecha, que son un montón, descuidan algo tan importante como lo es tener unos buenos resultados en las parlamentarias. Con la excepción de Álvaro Uribe quien le saca tiempo a lidiar con un remedo de juicio, promovido por sus más enquistados enemigos, para convocar a su partido en encuentros memorables en los que pone en relieve la calidad de los precandidatos del Centro Democrático.
Hace cuatro años propuse que Uribe fuese la formula vicepresidencial de Zuluaga. Creo que de esa forma nos habríamos evitado todos los sufrimientos padecidos recientemente. Hasta un constitucionalista me aseguró que era factible esa idea. De manera instantánea cuando Zuluaga retiró su candidatura, vi que nos había llevado el diablo. El Centro Democrático, sin candidato, le abrió las puertas al castrochavismo para que se tomara el poder no habiendo un contrapeso. Esa situación fue propiciada por Uribe y es otra de las faltas graves del Gran Colombiano.
Considero que las personas merecen otra oportunidad cuando han dado muestras de una tenacidad como la que vemos en Álvaro Uribe. La propuesta de que sea formula vicepresidencial la sigo viendo ganadora hoy como hace cuatro años. También que haga parte de una lista cerrada al senado sin ser cabeza de lista para que, luego de las elecciones parlamentarias, se proponga su nombre como fórmula vicepresidencial del candidato único que nos represente.
Pasar de uribestia a neouribista me complacería plenamente si con ello volvemos a tomar las riendas de un país que corre desbocado al abismo. Luego podremos ser posturibistas mientras que veamos una Colombia que emprenda el camino al progreso y le cierre definitivamente las puertas al corrosivo y putrefacto socialismo del siglo XXI. Con Trump moviendo las fichas del nuevo ajedrez esa posibilidad se hace visible.
Cuando se fundó el Centro Democrático lo vi con los mejores ojos. Hoy recobro esa fe viendo que liderazgos personales y muy valiosos como los de Bukele y Milei y ni siquiera el de Uribe son la solución. Un partido consolidado con personajes valiosos que no se estén haciendo zancadillas y trabajen en conjunto, puede garantizar que no volvamos a cometer los errores del pasado y que, por fin, Colombia emprenda el camino del progreso y no el de la corrupción, el narcotráfico y la criminalidad.