El currambero de Palacio

Mar, 15/03/2011 - 07:00
La persona a cargo de que 350 mil familias superen la condición de pobreza en Colombia, nunca había trabajado en política. Ayer, 14 de marzo, en un acto oficial en Quibdó, este barranquillero dio
La persona a cargo de que 350 mil familias superen la condición de pobreza en Colombia, nunca había trabajado en política. Ayer, 14 de marzo, en un acto oficial en Quibdó, este barranquillero dio a conocer el Plan de Prosperidad Nacional Social, que busca bajar los índices de desigualdad en el país. Es amante de los libros y de la academia. Además, le apasiona el fútbol y se declara hincha del Junior y del Real Madrid. Hace unos años creó Fútbol con corazón, una fundación en la que, a través de este deporte, busca prevenir el pandillismo, la delincuencia juvenil,  fomentar la resolución de conflictos y la buena alimentación en los jóvenes del Atlántico. En esas andaba cuando el recién electo Juan Manuel Santos lo llamó para ser el Alto Consejero para la Prosperidad Social. Ese cargo se creó para velar porque todas las propuestas sociales de la campaña se cumplan y no se queden en promesas electorales. En broma, dice que seguro el Presidente le dio el cargo más difícil porque no votó por él. Azout, a diferencia de la mayoría de los asesores del Palacio de Nariño, no hace parte del equipo de toda la vida de Santos. Es más, “Sammy”, como prefiere que lo llamen, era el asesor financiero de la campaña de Sergio Fajardo antes y después de que se adhiriera al Partido Verde. El Presidente, la Primera Dama y Samuel Azout durante el lanzamiento del Plan Nacional de Prosperidad  en Quibdó. Personas allegadas a él lo describen como un hombre sencillo y currambero a morir. La primera vez que fue solo al Carnaval de Barranquilla tenía 12 años. Sus papás le dieron permiso de ir a La Batalla de Flores con Rodrigo Cuello, Juan B. Fernández y Augusto García, algunos de sus amigos del Colegio Karl C. Parrish. Hoy, 43 años después, sentado en su despacho del Palacio de Nariño, bajo la mirada atenta de una pequeña marimonda que reposa encima de un televisor y de varios cuadros de Los Beatles y John F. Kennedy, Samuel recuerda que ese día se disfrazaron y llegaron blancos de maizena a sus casas. Fue un auténtico relajo, dice, mientras se acomoda sus gafas redondas como las de Lennon. Para el Alto Consejero para la Prosperidad Nacional, el Carnaval de Barranquilla es una fiesta imperdible. Lleva quince años sin faltar a una y hace diez es uno de los auténticos monocucos de la tradicional comparsa del barrio Las Nieves. “Sammy” fue invitado a unirse a este grupo folklórico por el empresario David Parrish, quien por esa época era el patrocinador. Desde entonces, es una tradición que cumple todos los años junto a su esposa, Margie. Unos días antes de la Batalla de Flores viajan a La Arenosa para asistir a los ensayos previos de la comparsa y así dar la talla en el desfile de la vía 40. A Samuel le gusta del Carnaval el hecho de que en él se desdibujan las barreras sociales, económicas, religiosas o ideológicas. En un suave y pausado acento costeño dice que todo el mundo llega al sábado de Carnaval en el mismo plan de divertirse. Explica que, además de la belleza folclórica, es muy grato ver cómo el negro baila con el blanco, el rico con el pobre, el niño con el adulto y el judío con el cristiano. Este año La Batalla de Flores tuvo aún más significado para la familia Azout. Ese día, Alberto, su papá, celebró su cumpleaños número 80 al ritmo de las gaitas y las tamboras de las fiestas. Hace 15 años Sammy no se pierde un Carnaval de Barranquilla. Pertenece a la comparsa del barrio Las Nieves. Alberto Azout es una persona determinante en la vida de Samuel. Desde niño le inculcó la importancia de ser útil y de dejar en el mundo un poquito más de lo que recibió. En repetidas ocasiones Azout ha manifestado que a él debe todo lo que es. Durante las vacaciones lo ponía a trabajar en el almacén de ropa que tenía en la vía 40, antigua zona industrial que hoy constituye un importante polo de desarrollo de esa ciudad. El trabajo de Sammy y su hermano Jack consistía en recibir pedidos, estampar camisetas o manejar la caja registradora. Su mamá fue también un gran ejemplo, una mujer emprendedora que en una época se dedicó a criar pollos en una pequeña finca que tenían en la carretera de la Cordialidad. Vendía los huevos que producían las gallinas y con eso aportaba a la casa. Sin embargo, su mayor labor fue criar a sus cuatro hijos: Jack, Raquel, Samuel y Clari. Los días de descanso en que no trabajaban en la tienda de su papá, los hermanos Azout los pasaban en Puerto Colombia con sus primos. Allí, uno de los planes favoritos era hacer “chocoritos” con las guayabas de un árbol que había cerca a la casa. Bajaban las frutas, les sacaban la pulpa, y con las cascaras armaban muñequitos a los que bautizaron con ese nombre. Dice Sammy que, como a Gabo, el olor de la guayaba lo marcó para siempre. Es un hombre al que le gusta la academia. Se interesa y es consciente de la importancia de un aprendizaje constante. Estudió en las mejores universidades americanas. Su pregrado en economía lo hizo en la Universidad de Cornell; luego hizo un master en administración en la Universidad de Georgetown y hace unos años fue un estudiante más en el programa del master en Administración Pública de la Universidad de Harvard. Todo su conocimiento en economía y administración lo aplicó a almacenes Vivero S.A. la empresa familiar de la que fue cabeza por varios años. Confiesa que uno de sus mayores logros profesionales en el sector privado fue haber consolidado la fusión de su negocio con los almacenes Carulla. Durante el proceso hubo mucha gente escéptica a esta  unión por ser dos compañías de diferentes regiones del país, y en apariencia disimiles, pero, para su ventaja, la alegría caribe y la disciplina andina hicieron click inmediato. También se convirtió en el gerente general de Carulla-Vivero, hasta que  almacenes Éxito lo compró en 2007. Una marimonda y varios afiches de JF Kennedy adornan su oficina en Bogotá. La vida le dio un vuelco después del master en Administración Pública. “El año sabático”, como él llama a la época de estudio en la que se embarcó después de la venta, fue una excusa para barajar el naipe y ver qué rumbo iba a tomar. Cada materia que vio le sirvió para descubrir su profundo interés en los temas de desarrollo. Para él siempre habían sido atractivos, pero más de veinte años sumergido en la empresa privada le hicieron ponerlos en pausa. Al terminar los 18 meses del programa estaba decidido, quería regresar, no para hablar sobre lo que había aprendido, sino para ponerlo en práctica. Quería experimentar “el reto grande”, el de la superación de la pobreza. Margie, que es su mayor cómplice y soporte, empacó de nuevo la casa y regresaron a Colombia. A ella la conoció en 1982 durante unas vacaciones en Cartagena. Su amigo, Alberto Duver, era el novio de la hermana mayor. Una mañana, durante el desayuno en el hotel, la pareja de novios lo invitó a un paseo a las Islas del Rosario, y él dijo que no porque le daba pereza ir solo con ellos dos. La solución estaba a unos cuartos de distancia: despertar a Margaret, la hermana menor, para que los acompañara. Sammy, que estaba recién desempacado de Cornell, recuerda estar parado en la entrada de la habitación junto a sus amigos, mientras Margie, como le dicen, gritaba furiosa que se había trasnochado y que no iba a ir. Lo que más lo incomodaba era que, a decir verdad, él no había insistido tanto. Al final la convencieron y sólo hasta después de mediodía se le pasó el mal genio y le dirigió la palabra. Llevan 27 años de casados y tienen tres hijos: Sophie, Sara y Beto. Cuando le preguntan por qué cree que el Presidente lo eligió para este puesto responde que el Presidente sabe la importancia de tener un equipo diverso. Los 25 años de trabajo en el sector privado y su trabajo en temas sociales hacen una buena combinación. Unir los modelos mentales propios de los empresarios con las problemáticas sociales, puede ser la combinación perfecta para seguir en la lucha contra la pobreza extrema. Asegura que el buen desempeño de Santos hasta ahora se debe a que es un buen gerente y buen político. Sabe que para que las cosas funcionen se deben implementar elementos del sector privado. Pone el ejemplo de la rendición de cuentas en el sector público. Explica que hay tal cantidad de actores, que es más fácil asignar un indicador fijo por cargo, mientras que en el sector privado a los gerentes de las empresas se les mide por sus ventas o utilidades. Ese es uno de los cambios que busca implementar este Gobierno para mejorar esos procesos y hacerlos más contables. Por la propiedad con la que camina sobre el tapete rojo de los pasillos del Palacio de Nariño, nadie pensaría que es la primera vez que trabaja para un Presidente. Con Santos le ha ido muy bien porque es una persona que es exigente y quiere resultados, pero también empodera a las personas, trabaja en equipo y genera confianza para tener un campo de acción individual. Dice que es un presidente con características de gerente de escuela nueva y es agradable trabajar con él. “No me hubiera gustado trabajar con un microgerente enfermizo”. El programa que lanzó en el marco del foro Unidos por la prosperidad, es uno de los programas más importantes de la gestión del Alto Consejero que todos los días trabaja desde un despacho donde, al cruzar la puerta, los objetos que lo decoran revelan la personalidad de quien lo ocupa: un barranquillero inteligente al que le gusta la buena música. El Plan Nacional de Prosperidad Social busca bajar los índices de pobreza extrema en Colombia.  
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