Por Johnattan Farouk Caballero
El reloj marca las 11.00 p.m. El director, los productores, los camarógrafos y los sonidistas hacen un esfuerzo extremo por mantener los ojos abiertos. Los demás artistas ya se fueron, pero Juan Ricardo Lozano tiene que salir ante el público por octava vez en el día. Los presentadores lo anuncian. Con su última gota de energía entra al escenario, en medio de un aplauso ensordecedor . Pasan cinco minutos y suenan carcajadas. Otros cinco más y finaliza su rutina. Se quita la peluca del personaje y, sudoroso, con la respiración acelerada, suelta un suspiro que cierra la grabación de los cuatro capítulos de ‘Sábados Felices’.
Es el programa que más tiempo lleva al aire en la televisión colombiana. Cumplieron cuarenta en 2012 y Juan Ricardo Lozano es uno de sus principales humoristas. Lleva 23 años haciendo reír al país.
Antes de cobrar 12 millones por presentación, Juan Ricardo vivió en una familia pobre, pero que nunca se acostó sin comer. El gracioso de la casa era el padre, Juan Clímaco Lozano, siempre de buen humor y bueno para el trabajo. Un día era pintor, al otro chofer, celador, albañil, carpintero. Se le medía a lo que saliera para conseguir el sustento. La piadosa y encargada del hogar era la madre, María Aurora de Lozano.
Los dos nacieron en Cundinamarca. Ella en La Mesa, y él en Ubaté. Formaron un hogar en el barrio San Bernardo, en Bogotá. Juancho, como le dicen sus hermanos, es el tercero de seis: Arturo, Jorge, Juan, Gloria, Gonzalo y Alex.
El 25 de septiembre de 1965, en el hospital de La Hortúa de Bogotá, doña María Aurora dio a luz a quien hoy es uno de los humoristas más populares del país.
Lozano en la celebración de los veinte años del programa Sábados Felices, en 1992.
Pero a sus dos años una poliomielitis por poco lo mata. Su sistema nervioso sufrió el daño y aunque sus extremidades no quedaron paralizadas del todo, sí soportaron una atrofia muscular seria: su mano derecha y su pie izquierdo son más pequeños de lo normal.
Antes de iniciar su primera rutina se sienta frente a un computador de escritorio a escoger sus chistes. No puede usar su mano derecha para manejar el mouse: debe hacerlo con la izquierda. Luego de decidir qué chistes contará, con marcador azul escribe las palabras clave en una cartulina blanca de 30 cm. Las cartulinas hacen las veces de teleprompter cuando la memoria se agota. En el pasillo, la nueva generación de comediantes ensaya sus rutinas frente a sus compañeros. Adentró, Juan Ricardo repasa mentalmente sus libretos.
–Buenos días, maestro –lo saludan los humoristas ‘Triki Trake’ y ‘Boyacoman’.
La mayoría de humoristas tienen apodos. A Juan Ricardo le dicen ‘Alerta’ y ‘Cuentahuesos’. Él comenta:
–Crear un personaje es como tener un hijo. Yo he engendrado muchos: ‘Compadre Jincho’, ‘Tontoniel’ –que inventó el libretista Jairo Susa–l, ‘El cuentahuesos’, Noticiero Alerta, ‘John Hidráulico’, ‘El soplón’, ‘El reggaetón’, ‘El llanero’, etc. Algunos no pegaron tanto y sólo ‘El llanero’ tuvo cierta resistencia porque se malinterpretó como una ofensa al folclore del Llano.
De este listado de personajes quizá son dos los que más trascendencia han tenido: El Noticiero Alerta y ‘El cuentahuesos’. El primero surgió en su etapa de estudiante universitario. A finales de los ochenta probó suerte en el grupo de teatro de la Universidad Distrital donde se graduó de Licenciado en Lingüística y Lengua Castellana con un promedio de 3,68 y una tesis con un título que espanta: “La influencia del medio socioeconómico en la adquisición de la lengua materna”. Con el grupo de teatro inició su camino:
–Hacíamos obras de corte dramático más profundo de Bocaccio y de Michael de Ghelderode. Allí me di cuenta de que lo mío más bien era el humor y empecé a cultivarlo.
Trabajó un número que imitaba la voz más popular entre los populares: Cristóbal Américo Rivera, comunicador que emitía un noticiero radial llamado Alerta Bogotá, en el cual se ofrecían puestos de trabajo en oficios varios, arriendos de habitaciones, locales y negocios, ventas de carros, de enceres, etc. Utilizó esa estructura noticiosa y le agregó el hecho insólito:
–¡Alerta! ¡Atención! ¡Increíble! ¡Insólito!
Ayyyy noooo esta noticia es espeluznante, ¡nooo!
Unos siameses tan de malas, pero tan de malas, se metieron a un hotel
Y les dieron camas separadas.
Lozano ha buscado evolucionar y crear nuevos personajes.
Su voz de locutor surgió de su necesidad económica. Su primer trabajo fue de voceador de ropa interior en San Victorino, el centro de comercio informal más grande de Bogotá. Allí afinó su tono similar al de la información noticiosa de Cristóbal Américo.
–En San Victorino trabajé en varios almacenes vendiendo ropa interior con un micrófono. Repetía todo el día a viva voz: siga señora lleve el panty, para el niño, para la niña; siga caballero; aproveche, joven; estamos de remate de promoción.
Con el Noticiero Alerta ganó en 1990 diez veces seguidas el premio al mejor cuentachistes de ‘Sábados Felices’. En la final ganó como cuentachistes del año. Le dieron el primer premio: un carro Chevrolet Sprint último modelo, que no pudo retirar porque no tenía dinero para cancelar los impuestos. Tuvo que venderlo.
Lo que sí consiguió fue entrar de planta en el elenco de ‘Sábados Felices’. Desde 1990 creó sus personajes, hasta que llegó El cuentahuesos. Fue durante una emisión del programa radial ‘La luciérnaga’, de la cadena Caracol, el director Hernán Peláez, junto con el periodista Gabriel de las Casas:
–Mamándome gallo, porque mis chistes eran muy malos, tomaron la frase con la que Alfonso Lizarazo despedía en esa época ‘Sábados Felices’: La próxima semana más cuentachistes. Y la cambiaron por: la próxima semana más cuentahuesos. Allí nació el personaje y gustó mucho hasta ahora.
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En el estudio de grabación todo está listo. En vestuario Juan Ricardo se pone un buzo verde fluorescente estampado de esqueleto. Las mangas dibujan el cubito y el radio. Unas pantuflas con la figura de un ornitorrinco acompañan el traje. En uno de los doce vestidores del pasillo revisa su libreto. El espacio parece un vestier de cualquier almacén de ropa. A manera del cuerno que anticipaba la presencia del guerrero, suena un grito igual de acústico: –¡Juuaaanchoooooo! Él entiende que llegó la hora del duelo. Su victoria depende de sacar sonrisas, pero la tarea no es sencilla. Baja las escaleras y detrás del escenario le ponen un micrófono y la peluca de rizos negros que termina el vestuario del personaje. –Con ustedes el Cuentahuesos: –Buenas noooocheeees –saluda, y el público le contesta. Son las diez de la mañana. Mueve su cabeza de un lado al otro. Su peluca se menea por los aires mientras invita a los asistentes: –Hagan así, hagan así. ¿Dónde está nuestro calvito de turno? Véalo allá, usted señor, el que no tiene pelo, haga así con la cadera. Muévala. Haga así, haga así. Hasta el personal detrás de cámaras sonríe cuando sale a escena. –Este si es bueno, el último, él último. Imagínate un accidente a un celular, un carro pumm atropelló a un celular y el celular quedó ahí tirado. Y la gente celular, no era gente, eran celulares, todos preocupados decían, así como hablan los celulares: –Levántelo, ¡Dios mío! ¿Está herido? ¿Qué hacemos? –Y llegó un doctor. –Déjenme, yo soy un celular médico. –Le tocó por el lado del cuello y dijo– creo que murió. Y todos: –¿De verdad murió? –Sí, no tiene señal. Con su segunda esposa, Carolina Alfonso, Lozano tiene dos hijos. El aplauso lo despide. Todo su cuerpo, 1,63 centímetros, expresa que fue un éxito más. Deja la peluca y sus pantuflas talla 39 por unos zapatos que se notan muy cómodos. A paso rápido va hasta la camioneta y, con desespero, busca algo dentro de los elementos de utilería. Entre dientes, pelucas, pantalonetas, camisetas, hojas, estantes, corbatas, saca un tensiómetro de un estuche negro. Se mide el ritmo cardiaco y le dice a Johny Loaiza, su asistente: –Está alto, chino –Johny le responde: –Es que usted camina muy rápido, tiene que bajarle al acelere. Juan Ricardo recibe el consejo asintiendo resignado. Debe estar medicado y en controles regulares desde que su corazón estuvo a punto de detenerse. El domingo 13 de noviembre de 2011 terminó una presentación en Bucaramanga y de camino al hotel se sintió más cansado que de costumbre. No le prestó atención. Una ducha en la habitación y sobre las 3:00 de la mañana, antes de dormir, la sensación de cansancio fue más fuerte. Sus pulmones no respondían. Sintió punzones que le atravesaban el pecho y pensó que moriría. Con las fuerzas que le quedaban llamó al celular de su hermano, quien se encontraba en otra habitación, y de inmediato fueron a la clínica Chicamocha. Un electrocardiograma de urgencia señaló que sufría un pre-infarto. Tenía 46 años. A pocas horas, en Bogotá, su hija Kelly recibió una cadena por redes sociales que anunciaba la muerte del padre: “El cuentahuesos muere en Bucaramanaga”. La hija cayó desconsolada. El llanto y la angustia se apoderaron de la familia. Pero el amanecer trajo buenas noticias: todo fue una farsa –a menos que los muertos hablen por celular–. Al escuchar la voz del padre la familia se tranquilizó y de inmediato abordaron el primer avión para visitar al humorista enfermo. Se salvó. Con la anécdota como un susto, sus compañeros empezaron a jugarle bromas. Patricia Silva, del elenco de ‘Sábados Felices’, arrancó su presentación en un bar de Bogotá así: –Quiero decirles que estoy muy triste porque ‘Alerta’ se nos va… –el público quedó mudo– se nos va pa´ los lados porque ese chengo de corazón dócil tiene mucha vida por delante. ¡Un aplauso para Alerta y su pronta recuperación!***
Son las 12:00 del día y solo han grabado un programa. Quedan tres. Dentro del vestuario, Juan Ricardo conversa con el comediante Edgar Sánchez, ‘Junifero’: –Usted sabe que en los pasillos se habla que los personajes nuevos a veces no pegan mucho, pero le digo de frente que si hay una persona a la que yo me le quite el sombrero es a Juan Ricardo. El hombre tiene sus personajes buenos pero se sigue moviendo. ‘Junifero’ está sólo con Juan Ricardo y le habla en tercera persona. Los dos emulan un confesionario y terminan chocando sus puños en señal de camaradería. Ambos ganaron la absolución, pero la conversación tendría un segundo round. Juan Ricardo se viste de ‘El soplón’, su último personaje; que busca, según su creador, sacar sonrisas mientras deja una enseñanza moral en contra de las mafias y los carteles en Colombia. Es un testigo que delata las supuestas actividades ilícitas desde su ingenuidad. El personaje no ha tenido un éxito rotundo y no estaba en la programación. Pero él quería salir con ese número. Se cambió y cuando la asistente de dirección lo identificó le dijo: –Ese personaje no va. Al oír esto, Juan Ricardo buscó a Alí Humar, director general del programa. De inmediato se autorizó su personaje. Sólo le pidieron que no gritará tanto, porque dentro de la estructura del personaje cuando tartamudea repite mucho un fuerte: “eeeee”. Grito que no tiene aceptación dentro de los productores pero sí en él público. –Eh, Ave María hombe. Es que yo entrego carteles, yo no estoy de acuerdo con la delincuencia ni con ni con con eeeee –carcajadas en el público– ni con la mafia. Yo no soy mafioso, yo no soy mafioso, a mí sí me decían el mafioso en el pueblo, porque yo era el que más fiaba –más risotadas–. A Pablo yo lo conocí, yo a ese man lo conocí personalmente. Conocí la hacienda Nápoles, la Nápoles, pero a mí me parecía que esa hacienda era como de pajaritos, porque a cada rato él decía que bajen los pericos, que bajen los pericos, que bajen los pericos, eh Ave María hombre eeeee –carcajadas y aplausos por doquier– Y ojalá la historia de Colombia no se vuelva a repetir. Aunque no pudo dejar su grito de lado, afirma que casi no lo hizo. Alí Humar deja la sala de producción y sonríe. Para él, Juan Ricardo es uno de los más creativos del set. –Vive buscando propuestas nuevas y aunque no todos los personajes que se inventa le funcionan, sigue creando. Eso lo hace ser mejor, no sólo le apuesta a lo que sabe que le va salir bien. Además, le mama gallo a todo el mundo y así le pone humor al trabajo. Esta faceta también la menciona Gustavo Adolfo Villanueva, Triki Trake o la Bruja Dioselina, como se le conoce. –Es un ejemplo en el escenario, en las situaciones difíciles maneja el público de una manera increíble. Y cuando hay discusiones, con una sonrisa o un chiste calma todo. Ese man nació para hacer reír. Véale la cara. ¡Véale la cara! Dentro de la nueva generación de humoristas, quien se perfila como figura sobresaliente desde su bautizo es Gerly Hassam Gómez. Su nombre le anticipó futuro en el humor. Bastó que ingresara al programa para que se viera como el heredero de la escuela humorística de ‘Sábados Felices’. Fue alumno de Juan Ricardo en el grupo de teatro de la Universidad Distrital, de la que se graduó en el 2003. Vio en el trabajo de Juan un modelo a seguir: –Siempre lo he admirado. Cuando lo vi por primera vez me sentí inspirado para hacer humor. Ver cómo hacía reír a la gente. Si se puede nombrar a alguien como una institución en el humor, en este país, es él. Con lo duro que es subirse a un escenario a hacer reír y lleva más de dos décadas haciéndolo con verraquera y siempre el público le responde.****
Después de almorzar sube de nuevo al vestuario, saca un estuche negro que, aunque parece de gafas de sol, contiene pastillas para el corazón. Se toma una pasta, antes eran cinco, pero con el deporte y la dieta ya sólo debe tomarse una diaria. En ese momento llega el comediante David García, 'Jeringa', y le comenta que las aspirinas se deben pasar con la comida, porque según un programa que vio en la televisión, así no caen mal. Ambos han sido compañeros desde tiempo atrás. Jeringa invitó a Juan Ricardo a realizar un show en Miami hace varios años. En el exterior, el éxito lo ha acompañado, pero él siempre se prepara. –Crear humor necesita conocimiento de causa de todas las ciencias y cuando uno sale a dar shows tiene que buscar datos de la parte cultural, lingüística y social de cada lugar. Si no la gente no se ríe. Y uno nunca vuelve a salir. Uno de eso viajes lo recuerda ‘Jeringa’: –Terminamos una presentación en New York con Juan Ricardo, Enrique Colavizza y Carlos ‘El mocho’ Sánchez y debíamos ir a Boston para otro show. Teníamos paga una van pero decidimos alquilar un carro. Nos tocaba de a 150 dólares cada uno, y el señor no quiso, que dizque porque era casado y tenía que dejar para las niñas. Renegando me dijo que como yo era soltero a mí sí me rendía la plata. Cogió su maletica y se fue para la van. Listo, nosotros frescos. A los cinco minutos se devolvió con los ojos encharcaitos y dijo que lo lleváramos, que el más chiquito de la van media dos metros. Y este menudito metido allá. Lo hicimos sufrir un rato: ni mierda, con nosotros no se va. Al fin con esa cara de perro regañado tocó subirlo. Pa´ rematar, cuando paramos en la noche a comprar unos pasteles de pollo pidió dos, se comió uno y guardó el otro en una servilleta dizque pa'l desayuno. Prefirió eso frío que pagar el desayuno en el hotel. [youtube]http://www.youtube.com/watch?v=oARj3nxxzgQ[/youtube] Su carrera le ha permitido viajar por el mundo. En sus viajes internacionales negocia con el empresario para que lo acompañen dos familiares. Siempre le gusta estar en familia, pero menos mal no lo hace en las presentaciones nacionales, como ocurrió en Puerto Lleras. Cesar Corredor, 'Barbarita', recuerda que en el departamento del Meta vieron la muerte de frente. –Íbamos con Juan a la cabeza del desfile saludando al pueblo. De repente mi hermana decidió comprar unos plátanos fritos y nos retrasó. Yo le decía: 'apure, apure'; pero gracias a ese antojo nos quedamos atrás. Se soltó una balacera y todos salimos a escondernos. Al torero, que iba adelante, lo mataron. La población quedó en combate, nos tocó salir en un carro sacando los sombreros de mariachi para demostrar que éramos los artistas. Pero eso no era garantía de nada, el plomo iba pa´ todo lado. Corredor cuenta su versión pero se le escapa un detalle que sí relata Heriberto Sandoval, quien unos meses después volvió al sitio y escuchó a la gente decir: –Cuando sonó el primer disparo el que más corrió fue el cojito de Alerta. “Que cojo ni que cojo, ese les ganó a todos”. A Juancho lo recuerdan en la población como el humorista más rápido del mundo. Juan Ricardo tiene un hogar con Carolina Alfonso Lizarazo, su segunda esposa, y trabaja en ocasiones con Flor Yolanda González, la primera, quien le maneja algunos eventos. Vive con sus cuatro hijos. Las niñas mayores: Adriana Rocío (19) y Kelly Johana (17) son fruto de su primera boda. A Juan Ricardo Jr. (5) y Karol Alejandra (6 meses) los tuvo con su esposa actual, cuyos apellidos forman el nombre del conductor que en 1990 le abrió las puertas de 'Sábados Felices' a Juan Ricardo: Alfonzo Lizarazo. A Carolina la enamoró con altura: –Me conquistó su inteligencia y su sentido del humor, aunque era muy serio. Teníamos un viaje para Arauca con el grupo de teatro de la Distrital y mi mamá no me dejó ir. Él fue a pedir permiso y me compró tiquete en avión. Yo nunca había montado en avión, mis compañeros se fueron por tierra y yo estaba toda nerviosa por el despegue. Él me agarró las manos y me dijo: 'tranquila'. Me robó un beso, el primer beso. Cuando aterrizamos, ya estábamos cuadrados.*****
El maquillaje cubre el sudor del día. Su rostro está escurrido y su mirada perdida. Van más de quince horas de grabación. Lejos está la camisa bien planchada dentro de una correa y un pantalón con pliegues precisos. Eran las 7:40 a.m. cuando llegó al Canal Caracol, saludó a sus compañeros y revisó cuatro hojas tamaño carta pegadas con cinta tras la puerta del vestuario, allí estaba la programación del día. Una hoja por programa y él sale dos veces por cada emisión. Ahora se enfrenta al cuarto público de la jornada. El director motivó el aplauso de apertura a la salida de los presentadores, Humberto ‘el Gato’ Rodríguez y Vanesa Peláez tienen esa ventaja, pero cada cuentachistes debe ganarse las sonrisas de los asistentes. Nada está planeado. Las risas no se dictan por libreto. El público es implacable juez de los humoristas: si no hay sonrisas hay fracasos. @faroukcaballero Lea También Bajo la ruana de Don Jediondo Hacer chistes sí es negocio