El caso de Ana María Castro Romero, la joven de 21 años que falleció el pasado 5 de marzo en la ciudad de Bogotá, aún no ha tenido una respuesta por parte de la justicia colombiana. Su madre, Nidia Romero, aguarda su fe en Dios para que este caso, considerado como extraño, se resuelva lo más pronto posible.
Este martes se cumplen dos meses tras ese suceso que generó indignación en la comunidad e hizo recordar el caso de Colmenares, el joven que falleció en medio de la celebración de Halloween, en octubre de 2010.
KienyKe.com contactó a Nidia para conocer de primera mano en qué va el caso de su hija.
Con voz entrecortada pero con la ilusión más que intacta, la mujer resaltó que aún sigue a la espera "de que se conozca la verdad, de quién la mató, los resultados de la necropsia y las investigaciones".
A medida que los días pasan, el dolor avanza. Admite no sentirse tranquila o en paz consigo misma hasta que los hechos no se aclaren.
"Confío primero en Dios y luego en la justicia para que los responsables de este terrible suceso paguen por lo que hicieron y poder llevar con mi familia un duelo más tranquilo", señaló.
¿Qué ocurrió aquel 5 de marzo?
Nidia Romero contó que en la tarde de ese miércoles Ana María almorzó en casa, se bañó, se arregló y se maquilló para salir con Paul Naranjo. A ella no se le hizo extraño porque desde hace varios meses había escuchado ese nombre; su hija le decía constantemente que él la iba a recoger, que iban a cenar o a dar una vuelta. Al parecer, era uno de sus pretendientes.
“No te preocupes, mamá. Sé que mañana tengo que estudiar pero ahorita más tarde nos vemos”, le dijo Ana María. “Bueno, hija, eso espero. No tardes. Dios te bendiga”, le contestó.
La joven se dirigió hacia una bar ubicado sobre la calle 116, localidad de Usaquén, al norte de Bogotá. A las 8:56 de la noche Nidia le escribió por WhatsApp: “¿Ana, y tú qué? recuerda que mañana tienes que estudiar”. Hacia las 9:02 le insistió y en ese momento Ana María le respondió: “Tranquila, mamá, yo voy a ir a estudiar. No te preocupes”.
Nidia no volvió a saber nada de su hija después de ese mensaje. Estuvo toda la noche intranquila, triste y no pudo contener el llanto. Se “pegó” al celular y le marcó más de 50 veces pero ella jamás contestó.
A las 12:00 de la tarde del siguiente día comenzó el infierno. Una amiga de Ana María la contactó para decirle que la joven había aparecido y que estaba en el Hospital Simón Bolívar por causa de un “grave accidente”.
La mujer salió corriendo de su casa hacia el centro asistencial con la esperanza de encontrar a su hija con vida. No fue así. Los médicos le dijeron que, como consecuencia a un trauma craneoencefálico, el cerebro de Ana María estaba inflamado y que tenía muerte cerebral. Minutos después, le informaron que sufrió un paro cardiorespiratorio y falleció.
“Yo no hallaba qué hacer. Gritaba y lloraba. Decía que necesitaba verla. Cuando la vi noté que tenía su ojo izquierdo negro y un golpe en la cabeza que estaba lleno de sangre. Ella tenía su cara inflamada”, narró Nidia.