No existe garantía alguna por la que un gobernante, por haber triunfado en un primer periodo de gobierno, vaya a tener el mismo éxito en un segundo mandato. En América, donde la mayoría de países permiten la figura de la reelección, especialmente sólo para un periodo adicional, es posible medir la experiencia que deja la segunda parte, incluso si esta aún no ha terminado.
Estos son algunos casos de presidentes y expresidentes que experimentaron el auge y la caída por querer repetir.
Cristina Fernández: "Hay que tenerle miedo a Dios, y a mí un poquito”
A la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, le han hecho multitudinarios cacerolazos entre mayo de 2012 y agosto de 2013, prácticamente desde el inicio de su segundo periodo de gobierno.
Es curioso que las protestas masivas se hayan intensificado después de que ‘Cristina K’ fue reelecta el 23 de octubre de 2011 en primera vuelta y con el 54% de los votos, una arrasadora victoria sobre sus otros seis contrincantes. Muchos atribuyen la ira popular a un cambio de actitud de la gobernante tanto en su trabajo económico como en el diálogo social. La mandataria tenía al final de su primer gobierno una favorabilidad del 65% (octubre 2011), pero en estos meses presenta un 33% (junio 2013).
Argentina le dio una segunda oportunidad porque Cristina fue capaz de mantener el sistema de crecimiento económico sostenido que heredó de su antecesor y esposo, Néstor Kirchner. El país suramericano estaba en recuperación luego de la crisis de comienzos de milenio. Fernández de Kirchner mantuvo el legado de su fallecido esposo lo que le garantizó su segunda victoria.
Pero a comienzos de 2012 asumió un discurso cargado de polarización, desestimó las protestas sociales de algunos gremios que hoy son sus enemigos y cargó contra opositores y medios de comunicación como el grupo Clarín, con el que cazó una batalla similar a la que existió en Venezuela con el difunto presidente Hugo Chávez o la que actualmente tiene Rafael Correa con la prensa. En alocuciones dice a la prensa y sus enemigos: “Hay que tenerle miedo a Dios, y a mí un poquito”.
Un hombre de esa prensa le dio a ‘Cristina K’ una estocada que la tuvo meses frente a la pared. Jorge Lanata, periodista y director de un programa de televisión llamado Periodismo para Todos, fue capaz de hacer que las audiencias dejaran de ver el fútbol para escuchar sus denuncias sobre corrupción gubernamental. Empresarios kirchneristas fueron acusados de lavado de dinero y se encontró que sus irregularidades involucrarían numerosas obras públicas en algunas provincias argentinas. Algo así como un ‘carrusel de la contratación gaucho’.
(Lea también: Jorge Lanata: El hombre que acorraló al gobierno de Argentina)
Además el actual vicepresidente, Amado Boudou, es investigado por enriquecimiento ilícito ante supuestas “maniobras” que le convirtieron en un líder adinerado. Lo señalan de “traficar influencias” para ayudar a una empresa en quiebra que pasaría a dominio de un hombre acusado de ser su testaferro.
El castigo a la gestión de Cristina Fernández quedó en evidencia a finales de octubre cuando el kirchnerismo perdió varias sillas en el Congreso Nacional. Casi se esfuma la posibilidad de que el oficialismo pueda aprobar otra reforma para una nueva reelección de la mandataria.
Barack Obama, segunda oportunidad con pie izquierdo
En Estados Unidos los segundos periodos de los gobernantes no han sido siempre los más afortunados. Barack Obama no escapó a esta tendencia y los votantes que en 2012 le garantizaron permanecer en la Casa Blanca, sobre el republicano Mitt Romney, al parecer están cuestionando su decisión. Obama fue reelecto bajo la promesa de sacar adelante sus programas sociales, incluyendo una reforma migratoria integral y un mejorado sistema de salud, y tratar de recuperar el liderazgo global del país que estaba siendo disminuido por Rusia y China.
Considerando que no la ha tenido fácil por el contrapeso opositor en el congreso, especialmente en la Cámara de Representantes, Obama no ha podido cumplir en un año de su segundo mandato sus promesas. La reforma sanitaria, llamada ‘Obamacare’, no ha podido ser implementada como se esperaba. El sistema que beneficiaría a unas 30 millones de personas fue un fracaso en su puesta en marcha desde el día cero, pues la inscripción al programa debía realizarse desde una página web cuya plataforma no funcionó. Hasta Obama confesó su molestia y frustración. Además su deficiente ejército de lobistas no han logrado conciliar a los republicanos en el Capitolio para que dejen funcionar al gobierno, al punto que éste estuvo a punto de colapsar por no haberse elevado el techo de la deuda. Aunque logró salvar este primer ‘default’, la victoria fue a medias porque en las próximas semanas tendrán que volver al debate en el que los conservadores no apoyan el financiamiento de un gobierno que consideran ‘derrochador’.
Ante el mundo Estados Unidos perdió credibilidad luego del escándalo de espionaje global que alcanzó incluso a los aliados de la Casa Blanca. El gobernante ha decepcionado por la forma como ha encarado la crisis, al punto que la prensa critica los ‘no sabía’ dichos por el presidente, considerándolos ‘admisiones de la ignorancia y falta de liderazgo’ oficial. En este aspecto internacional, Obama no tuvo suficiente liderazgo para enfrentar la crisis en Siria y no logró el apoyo de intervención que hubiera ganado Estados Unidos en otros tiempos. Fue Rusia el que solucionó el problema y tomó el sartén por el mango en esta crisis en oriente próximo.
La reforma migratoria sigue estancada y el voto latino confió en este proyecto, determinando la victoria de Obama en muchos estados. En cambio, su vecino del sur, México, se escandalizó con un fallido operativo liderado por Washington y conocido como ‘Rápido y Furioso’, que por falta de estrategia facilitó la filtración de más de 2 mil armas para carteles de la droga.
Las calificaciones negativas contra la administración Obama por su política de empleo superan el 54% y el 78% de los norteamericanos creen que el país va por mal camino.
George W. Bush, las guerras perdidas
Para finales de 2008, cuando George W. Bush estaba por dejar su segundo periodo como gobernante de los Estados Unidos, su índice de favorabilidad en las encuestas no subía del 24%, un nivel equivalente al que tuvo Richard Nixon cuando en 1974 tuvo que dimitir a la presidencia por el escándalo del Watergate.
Cuatro años atrás había resultado reelecto bajo un propósito que convocó a su país: la guerra contra el terrorismo. Entonces llevaba unos tres años de guerra en Afganistán y apenas un año de intervención sobre Irak. El objetivo ofrecido a los estadounidenses, sensibles luego de los ataques del 11-S, era salvar a la nación de la amenaza extremista, y para ello debía cobrar la cabeza de Osama bin Laden y derrocar a Saddam Hussein bajo el argumento de que este último tendría armas de destrucción masiva listas para lanzar sobre Occidente. Cumplir esa misión implicaba un segundo periodo de gobierno, algo que obtuvo con facilidad.
Pero ni obtuvo éxito en la caza de Bin Laden, ni comprobó que Irak tuviera armas de destrucción masiva. En cambio, sus campañas militares costaron a la nación millones de dólares, miles de víctimas militares y civiles dentro de los territorios ocupados, y devastación social y política tanto en Irak como Afganistán.
Para completar, Estados Unidos entró en una grave recesión económica, la más grave desde los años 30. Una deficiente gestión humanitaria durante la tragedia del huracán Katrina, la deuda disparada, una crisis de bienes raíces y un desempleo imparable fue el legado que sepultó una victoria de algún republicano en las elecciones de 2008. Aprovechando el desastroso segundo mandato de Bush salió elegido Barack Obama.
Bill Clinton y un lío de faldas
El segundo periodo de gobierno de Bill Clinton terminó gravemente empañado por el famoso escándalo Lewinsky. Entender las dimensiones de esta polémica implica revisar una tradición estadounidense en la que si un líder decide el camino de la vida pública-política, debe responder incluso por sus acciones privadas.
Mónica Lewinsky fue una pasante que ingresó a trabajar a la Casa Blanca en 1995 y poco después se involucró sentimentalmente en secreto con el presidente Bill Clinton. Los medios nacionales hicieron un escándalo cuando se filtraron conversaciones que revelaba el amorío secreto, agravado por el hecho de que Lewinsky fuese solo una becaria que trabajaba sin cobrar como practicante, lo que dio lugar a especulaciones sobre el abuso de la posición de Clinton para seducirla.
Más indignación produjo que mientras que en enero de 1998 Clinton negó en una alocución haber tenido algo con su funcionaria, poco después -cuando la presión incrementaba- él mismo tuvo que volver a convocar a una cadena nacional en la que confesó: “He engañado a mi pueblo, e incluso a mi esposa”.
Las encuestas dejaron por el suelo la imagen de Clinton por este escándalo y arrastraron sus índices de gestión como mandatario y líder internacional. El aprieto, no obstante, no le impidió culminar con su segundo mandato (1996-2000).
Alberto Fujimori y sus ansias de poder
El expresidente del Perú logró sortear dos periodos de gobierno que libró sin pena ni gloria (1990 a 2000). Recién concluido el segundo mandato, y en busca de perpetuarse en el poder, aspiró a una segunda reelección que venció con toda clase de artimañas denunciadas dentro y fuera del país. De hecho, se impuso en las elecciones para quedarse en la Casa de Pizarro (sede de gobierno), violentando la constitución que impedía más de dos periodos de mandato a un jefe de Estado. Fujimori sorteó este impedimento asegurando que esa reforma se había hecho durante su primer mandato, así que su aspiración en el año 2000 hasta ahora sería su primera reelección.
La popularidad obtenida especialmente gracias a su mano dura contra grupos insurgentes como el maoísta Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru catapultó su aprecio en la opinión. Además sus reformas, aunque cuestionadas, estabilizaron la economía pero debilitaron el empleo.
Pero a 116 días de haber asumido su tercer mandato un escándalo protagonizado por su asesor y mano derecha en el Gobierno, Vladimiro Montesinos, le abrieron la tumba política.
Un congresista opositor difundió un video que mostraba a Montesinos sobornando a congresistas para que se fueran al oficialismo y apoyaran a Fujimori. Las grabaciones eran pruebas reina e hicieron que el entonces presidente destituyera de su cargo a Montesinos, pero lo despidió con honores y una millonaria indemnización que incrementó la ira peruana. Luego, mientras viajaba a Japón, Fujimori anuncia una renuncia que es rechazada por el congreso, que en cambio lo destituye. El expresidente permaneció escondido en Japón hasta 2005, cuando viajó a Chile y es detenido. Desde entonces es juzgado por corrupción, y en la actualidad cumple condena en un Hospital, porque su estado de salud es delicado.
Álvaro Uribe Vélez: gobernante popular, asesores criticados
Los dos periodos de gobierno del expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez dejaron en alto la política de Seguridad Democrática, una bandera con la que el mandatario de derecha declaró la guerra contra la narcoguerrillera Farc. En términos de liderazgo, Uribe Vélez terminó su gobierno con una alta aprobación –la mayor entre los exmandatarios en 50 años- al punto de que bajo sus consignas se garantizó la elección de su sucesor Juan Manuel Santos. Sin embargo durante su segundo periodo se encontraron escándalos de presunta corrupción que no lo involucraron a él directamente, pero sí a cercanos colaboradores.
Uno de los más conocidos fue la polémica por Agro Ingreso Seguro, un programa de subsidios a los campesinos pobres que habría beneficiado a empresarios ricos. Las irregularidades implicaron a su ministro de Agricultura Andrés Felipe Arias quien aún continúa bajo procesos ante la justicia. También resultó empañada la Administración Uribe –que debilitó a grupos armados ilegales- por otro escándalo denominado ‘Yidispolítica’, consistente en presuntas prebendas ofrecidas a parlamentarios para que votaran a favor de la reforma que aprobó la reelección presidencial en Colombia y facilitó el segundo mandato de Uribe.
Y durante su segundo periodo también se conoció de un caso de espionaje gubernamental a opositores, jueces y periodistas. El escándalo fue llamado ‘Las Chuzadas del DAS’, en referencia al entonces Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) que habría adelantado las interceptaciones. Por esta situación fueron condenados exdirectivos del DAS y una de sus cabezas, María del Pilar Hurtado, aún es requerida por la justicia colombiana, pues huyó a Panamá en busca de asilo. No obstante, Uribe Vélez mantiene una alta popularidad electoral, lo que le ha motivado aspirar al senado en las elecciones de 2014.
Reelección: cuando las segundas partes no son tan buenas
Sáb, 23/11/2013 - 04:01
No existe garantía alguna por la que un gobernante, por haber triunfado en un primer periodo de gobierno, vaya a tener el mismo éxito en un segundo mandato. En América, donde la mayoría de países