Las colinas lucen exuberantes y verdes, y las uvas están gordas y maduras. Pero una probada al producto más preciado de este famoso valle revela la peor pesadilla de un vinicultor.
“Es como lamer un cenicero”, afirmó Iain Riggs, un vinatero del lugar. “Es realmente rancio y amargo”.
Los incendios forestales que ardieron durante ocho meses en el sureste de Australia causaron grandes daños en los viñedos del valle de Hunter, no debido a las llamas mismas, sino por la invisible mancha del humo.
Bodegueros como Riggs han perdido las esperanzas con algunas de las cosechas de 2020. Las uvas que estuvieron más cerca del fuego se están dejando en los viñedos. Las que estaban más lejos, están siendo examinadas para ver si sufrieron contaminación por el humo, aunque eso es una ciencia inexacta y en algunos casos los productores no podrán saber si un vino puede ser vendido hasta que se haya fermentado en los tanques.
Millones de dólares, y la buena reputación de viñedos venerables, están en riesgo.
“No puedes expedir un mal producto”, afirmó Chris Tyrell, un vinicultor de quinta generación del valle. “Lo único que tienes es tu reputación, y no estamos dispuestos a arriesgarla”.
El valle de Hunter, al norte de Sídney, es sinónimo de vino, el cual se ha producido en esta región durante casi 200 años, en las primeras décadas luego de que los británicos establecieran una colonia penal en Nueva Gales del Sur. En la actualidad, esta región, mejor conocida por su variedad de semillón y syrah, alberga más de 150 viñedos.
El valle es una parte crucial de una industria vitivinícola australiana que se ha convertido en la cuarta exportadora de vino del mundo según su valor, tras irrumpir en el escenario internacional en los años noventa.
Contribuye con cientos de millones de dólares anuales a la economía del país, no solo a través de las ventas nacionales e internacionales, sino también por el turismo, otro sector del negocio del vino que fue perjudicado por los incendios, ya que los turistas tuvieron que evacuar las zonas cercanas a la región vinícola o abandonar sus planes de salir a disfrutar degustaciones.
Incluso antes de los incendios, los viñedos del valle de Hunter habían lidiado con años de sequía. Ahora, luego de que la sequía récord de 2019 ayudara a producir los incendios forestales más grandes jamás vistos en el país, los bodegueros están sufriendo un golpe aún mayor a la producción.
A nivel nacional, la industria espera pérdidas en las ventas de alrededor de 110 millones de dólares, o 170 millones de dólares australianos.
En la superficie, muchos viñedos parecen estar intactos. En el viñedo Tyrell, huertos verdes y frondosos rodean el cobertizo sencillo que construyó Edward Tyrell, el ancestro de la familia, tras llegar de Inglaterra a mediados del siglo XIX. Sin embargo, 80 por ciento de las uvas no pueden ser utilizadas y las pérdidas financieras ascienden a unos 5 millones de dólares (7 millones de dólares australianos), afirmó Tyrell.
Según Tyrell, el viñedo debe siempre decantarse por desechar cualquier fruta que tenga la posibilidad de estar contaminada. “Tenemos 60 familias que trabajan para nosotros y un nombre establecido, hemos estado aquí demasiado tiempo y hemos trabajado muy duro” como para correr riesgos, añadió.
Llegando a Brokenwood Wines, donde Riggs se desempeña como enólogo jefe, el olor a uvas machacadas y alcohol fermentado se filtra de los tanques y cajas vacías que normalmente están repletos de las frutas que producen las mezclas semillón, chardonay y syrah del viñedo.
Allí, los productores se han convertido en químicos al intentar determinar qué uvas pueden ser salvadas. Vasos de precipitados con etiquetas cubren los escritorios y los estantes en la oficina principal, y hojas con listas de números e ingredientes son ingresados en las computadoras.
Examinar los azúcares de uva para los compuestos que confirmarían la contaminación por humo es un asunto delicado. Riggs lo denomina las “artes oscuras”. Incluso con todos los cálculos ante él, es un juego de adivinanzas.
Las uvas en sí “se ven geniales”, afirmó, y “es por eso que el proceso es tan engañoso”.
Los enólogos tienen limitaciones a la hora de protegerse financieramente de una calamidad como un incendio. El precio para asegurar huertos es exorbitante, dicen.
“El costo anual de la prima es alrededor de un tercio del valor de la cosecha”, afirmó Rob Hawkings de Beechworth Wineries en Victoria, cuyos viñedos se salvaron de los incendios. “Si hubiéramos contratado el seguro, ya estaríamos en bancarrota”.
La ironía, señalan los vinicultores, es que, si las uvas hubieran sido recolectadas y almacenadas en una bodega que se hubiera incendiado, habrían estado asegurados para eso y en ese caso se les habrían compensado.
Los productores de vino están viendo con mucho interés las batallas legales por todo el Pacífico que, de cierta forma, reflejan sus propias dificultades. Los vinicultores de California han llevado a los tribunales a sus aseguradoras, buscando que les compensara por los daños que causó la contaminación por humo en los incendios forestales de 2017. Ellos tampoco tenían cobertura para las uvas que todavía estuvieran en el viñedo, pero alegan que la contaminación fue descubierta durante el proceso de producción.
“Si logran tener éxito, será algo emocionante”, afirmó Riggs.
Algunos gobiernos estatales en Australia están otorgando subvenciones para ayudar a los vinicultores a determinar los niveles de humo en sus uvas, pero sin llegar a compensarlos por sus pérdidas. Algunas organizaciones privadas han realizado llamados públicos para generar donaciones que ayuden a los vinicultores a recuperarse.
La industria también ha iniciado campañas para pedirle a los australianos que visiten sus viñedos locales, compren vino australiano o planeen regresar a regiones vinícolas en sus próximas vacaciones.
Para personas como Hawkings, las próximas vacaciones de Semana Santa serán la siguiente gran prueba. Aún con la conmoción causada por los incendios, sigue estando agradecido de que no le haya sucedido algo peor a su negocio.
“Aquí estoy, de pie, viendo pasto verde y viñedos que están sanos”, afirmó Hawkings. “Tendremos una cosecha el año que viene. Si los incendios hubieran llegado hasta aquí, habríamos perdido la cosecha y la capacidad de salir adelante”.
Por: Jamie Tarabay y Michelle Elias/The New York Times
Foto: Iain Riggs, enólogo jefe de Brokenwood Wines, examina un vino rojo para determinar si está contaminado por humo, en Pokolbin, Australia, el 4 de marzo de 2020. (Matthew Abbott/The New York Times)