Con base a la definición de National Council on Alcohol and Drug Dependence: “El alcoholismo es una enfermedad primaria y crónica, con factores genéticos, psicosociales y ambientales, que influyen sobre su desarrollo y manifestaciones.
La enfermedad es frecuentemente progresiva y fatal. Se caracteriza por presentar en forma continua o periódica: pérdida de control sobre la bebida, preocupación por la droga (alcohol), uso del alcohol a pesar de sus adversas consecuencias, y distorsiones en el pensamiento, principalmente negación”.
De esta manera, el alcoholismo se manifiesta dentro de un conjunto de características específicas, las cuales persisten a lo largo del tiempo, es decir, son cambios progresivos a nivel físico, emocional y social, que se van acumulando a medida que el consumo continúa, afectando no sólo órganos vitales del cuerpo como el hígado, el corazón y el cerebro, sino también contribuyendo significativamente a situaciones de peligro como accidentes vehiculares, eventos traumáticos (abuso sexual y maltrato físico), homicidios y suicidios.
La carencia de sobriedad y sentido común a la hora de gestionar comportamiento adecuados, que se ven reflejados en una incapacidad para aceptar que existe una problemática desencadenada por el consumo de alcohol hacia estados cada vez más dependientes y autodestructivos, que terminan permeando los ámbitos laborales, económicos, familiares y sociales, incrementando varios trastornos cognitivos como: cambios de ánimo, problemas maritales, violencia, relaciones sociales adictivas y vacío existencial por falta de valores.
Por eso y a pesar de que el alcoholismo es considerado una enfermedad de base, también tiene diferentes variaciones y clasificaciones: el alcohólico alfa es aquel que genera una dependencia psicológica al alcohol; el alcohólico beta tiene el hábito de beber socialmente en exceso y aparentemente cree que no le genera una dependencia psicológica o física.
De igual manera, el alcohólico gamma(bebedor clásico) se dedica a beber por días, semanas o a veces hasta llegar a estados de intoxicación severa, teniendo manifestaciones del síndrome de abstinencia; el alcohólico delta disfraza su consumo durante el día buscando una excusa bien sea en el almuerzo, en el cierre de un negocio, un cumpleaños, un mal momento y quizás cualquier ocurrencia que tenga. Por último, el alcohólico épsilon tiene fases de borracheras cortas y compulsivas, intercaladas con períodos largos de completa abstinencia.
Los deseos desbordados de poder y control de un alcohólico, son de fondo el móvil para dominar un Yo dividido y oprimido, por un amo implacable y destructor: la adicción. Todas las conductas del alcohólico y sus diferentes facetas se deben a su insaciable necesidad de obtener y abusar del poder, lo que permite identificar patrones de conducta singulares como:
1. La negación
El alcohólico niega de manera irracional su enfermedad, sin importar el nivel socioeconómico e intelectual. La negación es la manifestación del ego, la cual impide un reconocimiento sobre los vacíos emocionales durante la infancia, juventud y adultez, que son los motores para sobrepasar los limites y beber en exceso. Por eso, constantemente en sus mentes se repiten la siguiente afirmación:
“¡Yo tengo todo el control! Los alcohólicos no ejercen control alguno, por consiguiente, ¡no soy alcohólico!”.
2. La mentira
Para una persona psicológicamente sana, la mentira puede ser un recurso protector en algunas situaciones, sin embargo, su sinceridad permanece la mayor parte del tiempo.
En el día a día del alcohólico sin rehabilitación, la estrategia para “sobrevivir a su existencia vacía” es la mentira y la manipulación, pues evita a cualquier precio confrontarse a sí mismo y descubrir que en realidad es un adicto.
Debido a que las alternativas no son atrayentes, decide adoptar un patrón de mentiras sistemáticas, pues no sólo le dan poder sino también habilita una posición de superioridad respecto de los demás, alimentando el ego.
3. Afición por el éxito
La adicción impulsa a los alcohólicos a escalar rápidamente en sus profesiones hasta llegar al éxito. Un joven alcohólico tiene una necesidad imperiosa de reafirmar sus impulsos de poder, y el alcohol es un medio que lo catapulta hacia la creatividad pues se vuelven obsesivos compulsivos y perfeccionistas, generando admiración incluso de su círculo más allegado.
3. Deterioro ético
El engaño, la manipulación, la humillación, la falta de lealtad y la infidelidad, son comportamientos que normalizan los alcohólicos, hasta un punto donde quedan envueltos en situaciones tan complejas casi delictivas, donde ya no pueden seguir rompiendo las normas y deben reconocer sus errores. Este es el primer de muchos pasos para iniciar un programa ego – reductor que le ayude a liberarse de sus cárceles emocionales.
4. Resentimiento Irracional
Exageración excesiva de los defectos de los demás para sentirse bien con ellos mismos. Un complejo de superioridad basado en uno de inferioridad, lo que les impide aprender a perdonarse a sí mismos y a los demás, victimizándose constantemente ante las situaciones que no son de su agrado.
5. Emociones superficiales
Es usual ver como el alcohólico debido a sus compartimientos extremistas, puede alterarse fácilmente ante “ofensas” imaginarias o, todo lo contrario, puede ser incapaz de sentir y manifestar dolor ante situaciones traumáticas de la vida como la muerte, pues su psique no soporta una carga adicional de dolor, con la que diariamente tiene que lidiar a causa de la culpa.
De ahí que, normalmente cuando expresan un “te amo” por ejemplo, lo utilizan como herramienta para controlar a un ser querido, pero esa frase no es más que otra mentira para alivianar las expectativas.
6. Encanto
El alcohólico desarrolla una personalidad al estilo clásico de los personajes del escritor Robert Louis Stevenson: “Jekyll y Hyde”, es decir, con su encanto seducen y convencen a los demás con el fin de lograr sus objetivos egoístas. Una conducta tan nociva como reveladora, pues unas veces son amigables y cariñosos, y otras son capaces de insultar cruelmente sin importar las repercusiones.
7. Actitudes compulsivas
El alcohólico, especialmente un rasgo de la mujer tiene unas ganas desmedidas de hablar a todas hora, en particular durante la noche, y el teléfono fijo o celular, es un medio excelente para extender el poder, en otras palabras, la persona a la que decide llamar debe escuchar sin interrupción todo lo que el alcohólico quiera decir en ese momento.
8. Pulcritud
A diferencia de lo que muchos pueden pensar, el alcohólico es una persona sumamente dedicada a su aspecto físico, ya que, son organizados en el hogar, se esmeran por vestir con las tendencias más recientes de la moda y frecuentan los sitios más lujosos de la ciudad, para reforzar su fachada de respetabilidad.
9. La “fuga geográfica”
Con frecuencia el alcohólico cree que su problema se origina debido al lugar o entorno que habita, por lo que es usual que cambien de domicilio, cuando en el fondo son meros intentos de ganar responsabilidad y poder sobre sus vidas.
10. Fases del Alcohólico
Pre alcohólica
- Lagunas Mentales (no acordarse de lo que ocurrió durante una borrachera).
- Beber a “escondidas” (pretenden que nadie se de cuenta de los excesos).
- Evita hablar del alcohol (no le gusta que lo señalen como “borracho” o
alcohólico).
- Presiones sociales (su conducta ya es señalada en el hogar, el trabajo o por su
círculo de amigos).
- Comportamiento grandioso y fanfarrón (se siente el mejor trabajador al aumentar
sus capacidades económicas y estatus social).
- Período de abstinencia (se dice a sí mismo y a los demás que tiene fuerza de
voluntad, pero más temprano que tarde vuelve a consumir).
Fase Crítica:
- Dejar empleos (por su falta de compromiso renuncia constantemente a los
trabajos o fuerza un despido).
- Rechaza las relaciones interpersonales (le caen mal las personas que no beben
y se siente criticado, aunque no sea así).
- Resentimiento irracional por su constante autocompasión.
- Primera hospitalización (debido al consumo escalado y descontrolado del
alcohol, requiere una estabilización y desintoxicación).
- Psicosis Alcohólica (enfermedades mentales, angustia, ansiedad, inseguridad,
miedos y alucinaciones).
Fase Crónica:
- Temores indefinibles (delirio de persecución, sufre de sobresaltos por la culpa y
los remordimientos).
- Temblores persistentes (cada vez más el sistema nervioso necesita del alcohol
para sentirse estable).
- Vagas aspiraciones religiosas (busca sin importar, un “oasis” espiritual,
adquiriendo prácticas todavía más nocivas para su estado mental y emocional).
- Pérdida de la vida (finalmente al alcohólico le espera la muerte en un hospital,
bien sea por un accidente o por la privación de su libertad al cometer delitos
graves y tomar decisiones durante sus períodos de borrachera).
Muchas de las personas víctimas del alcoholismo pueden encontrar ayuda con algunos tratamientos médicos, psicológicos y de grupos de apoyo como los de alcohólicos anónimos (AA). Es recomendable para mejores resultados recibir tratamientos cruzados.
Algunas personas pueden necesitar un tratamiento intensivo para este trastorno. Por ejemplo, se deben internar en un centro de rehabilitación integral altamente estructurado, donde incluyen varios tipos de terapias conductuales. También puede incluir medicamentos para la desintoxicación (un tratamiento médico para la abstinencia de alcohol) y/o para tratar el trastorno por consumo de alcohol.
Finalmente, la idea de este artículo es sugerir soluciones a la enfermedad del alcoholismo y generar conciencia para que se den cuenta de cómo esta enfermedad es por contagio familiar, progresiva y una de los más terribles padecimientos de estos tiempos modernos.
En el fondo las terapias de 12 pasos, los grupos de ayuda, la psicoterapia y el Coaching de gestión emocional, están orientadas como programas ego- reductores, pues la soberbia y el orgullo son los enemigos de la sinceridad, y el programa de rehabilitación se basa en la transparencia y la aceptación de los múltiples defectos de carácter que contiene la personalidad alcohólica.