Cuando beses a tu hijo o a tu mujer, di: “Estoy besando a un mortal”. Epicteto
El cambio es una ley universal de la naturaleza. Las cosas cambian constantemente. La vida es efímera: las personas que nos importan pueden sernos arrebatadas de un plumazo, sin previo aviso. Por eso, Marco Aurelio recuerda a menudo la metáfora de tiempo como un río, en el que todo pasa: “Considera la rapidez del torrente que arrastra todo lo que existe y lo que nace; porque la naturaleza de las cosas se asemeja mucho a la corriente de un río inagotable; sus obras son sólo transformaciones continuas cuyas causas son también resultado de mil variaciones; nada es duradero, por decirlo así, ni aun lo que parece seguro”.
Las cosas están en constante cambio, fluyen hacia el pasado, llegan cosas nuevas y fluyen hacia el pasado. Por lo tanto, debemos recordar lo valiosos que son nuestros seres queridos, que también, pueden irse pronto. Apreciemos lo que tenemos ahora porque mañana puede desaparecer. La vida es impermanente.
Ten en cuenta que, eres afortunado por poder disfrutar de las cosas que tienes, y que tu disfrute podría terminar abruptamente, y que tal vez nunca puedas volver a disfrutar de esas cosas. Aprende a disfrutar de las cosas y las personas sin sentirte con derecho a ellas, sin aferrarte.
Con la metáfora del río en mente, reduce el apego a lo que amas y disminuye el miedo a las cosas que te desagradan. Porque eres consciente de que todo está en constante cambio, también las cosas que te desagradan. En general, percibes que las cosas externas tienen menos importancia.
“La impermanencia de las cosas” en la voz del Logoterapeuta y Coach de Vida Armando Martí© (una adaptación del libro El Pequeño Libro del Estoicismo de Jonas Salzgeber), para la sección Konciencia de KienyKe.com. Escúchalo, disfrútalo y compártelo:
Saber que nada es duradero hace que te apegues menos y que sea más fácil aceptar que las cosas cambian o que pierdes lo que amas. Epicteto nos recuerda que cuando estamos apegados a una cosa, como una copa de cristal, debemos tener presente lo que realmente es, para que no nos perturbe cuando se rompa. Y continúa: “También es así en esto: cuando beses a uno hijito tuyo o aun hermano o a un amigo, nunca dejes ir del todo tu fantasía ni permitas que tu efusión vaya hasta donde ella quiera, sino tira de ella, contenla, como los que están en pie a espaldas de los que celebran el triunfo y les recuerdan que son humanos. Tú también recuérdate a ti mismo algo así: que amas a un mortal, que no amas nada de lo tuyo; te ha sido dado para este momento, no como cosa inalienable ni para siempre, si no igual que un higo o un racimo de uva, en determinada estación del año; y si lo deseas en invierno eres insensato”.
La próxima vez que te despidas de un ser querido, recuérdate en silencio que ésta puede ser la última despedida. Estarás menos apegado a ellos y, si los vuelves a ver, lo apreciarás mucho más.
Muchas cosas que nos suceden no podemos cambiarlas. Pero, podemos adoptar un espíritu noble para soportar con valentía todos los cambios que la naturaleza nos envía, y poner nuestra voluntad en armonía con la realidad.
Cuando no hay higos, no hay higos. Las cosas están en constante cambio. Toma conciencia de la pequeñez de este momento presente cuando estés leyendo esto. Y se va. Compara este momento con lo el día, con toda la semana, con toda tu vida. Las cosas cambian, tú cambias. Imagina a toda la gente que vivió antes que tú. Y toda la gente que te seguirá cuando ya no estés. Amplía tu perspectiva a toda la historia de la raza humana…
¿Ves? Las cosas van y vienen. Nada es duradero.