A lo largo de la historia, los colombianos nos hemos caracterizado por el espíritu indomable dotado de una capacidad extraordinaria para encontrar esperanza en medio de las adversidades. Pese a las dificultades económicas, la violencia y los desafíos sociales, la comunidad en general ha contado con la fuerza de levantarse y mirar hacia adelante con optimismo y resiliencia.
Prueba de esto son las múltiples experiencias que han dinamizado la unión nacional y fortalecido el ímpetu para avanzar en medio de las vicisitudes, por ejemplo, el deporte como evocación de las luchas externas e internas del hombre en relación con su cosmovisión, otorga a las glorias deportivas de un catalizador de esperanza para superar momentos difíciles y construir un sentido de pertenencia en la sociedad. Así, la generación dorada de los años 90, liderada por figuras como Higuita, Valderrama y Asprilla, nos permitió soñar con un futuro mejor y recordar que, con talento y esfuerzo se pueden alcanzar grandes logros.
De la misma forma, esta semana la selección colombiana de fútbol en la Copa América se convirtió en un bálsamo para aliviar las tensiones que enfrenta el país y que tienden a ensombrecer el ánimo en general. La clasificación a cuartos de final conseguida con garra y corazón ha desatado una ola de orgullo y unidad nacional que no se veía en las calles desde hace tiempo, bien rezaba la camiseta de la selección en el 2014 “Unidos por un país”. Este triunfo deportivo nos recuerda que las diferencias se desvanecen cuando la tricolor salta al campo, y el país entero se une en un solo grito de aliento y orgullo.
El fútbol en su máxima expresión posibilita la confraternidad y el respeto por las diferencias, es imprescindible recordar a una de sus grandes figuras, Andrés Escobar “el caballero del fútbol” asesinado hace 30 años después de la Copa Mundial de 1994. Esta trágica muerte conmocionó no solo al país sino al mundo deportivo, y en medio del profundo dolor se exalta su legado y se rechaza que actos violentos mancillen el deporte. Andrés Escobar, al igual que otros jóvenes asesinados por portar una camiseta deportiva, nos recuerda el valor de la vida del otro y la urgencia de salvaguardar la tolerancia.
De otra parte, y en una esfera opuesta a los escenarios deportivos, los colombianos podemos remitirnos a otro gran ejemplo de integración, la Operación Jaque, que representó un hito en la lucha contra el secuestro y el terrorismo en Colombia. Llevada a cabo el 2 de julio de 2008, esta operación militar logró la liberación de 15 secuestrados, entre ellos, Íngrid Betancourt, tres contratistas estadounidenses y 11 miembros de la Fuerza Pública. La operación ejecutada con precisión y sin derramamiento de sangre mostró al mundo la capacidad y el compromiso de nuestras Fuerzas Militares.
La noticia de la exitosa operación fue recibida con júbilo y orgullo patriótico, y sobre todo con empatía con las familias que recuperaban a sus seres queridos tras años de sufrir este martirio. La Operación Jaque no solo fue un golpe militar significativo contra las FARC, se convirtió en un símbolo de la valentía, el ingenio y el sacrificio de quienes trabajan incansablemente por la paz y la seguridad de Colombia. Este ejemplo de heroísmo refuerza la idea de que, incluso en los momentos más oscuros, los colombianos podemos encontrar razones para sentirnos optimistas y solidarios, claves para no desfallecer en el propósito de un futuro mejor.
La tarea continúa y nos corresponde como sociedad atesorar en la memoria colectiva los puntos de unión, y aunque la polarización política y la desconfianza en las instituciones amenazan con fracturar nuestra sociedad, los ejemplos recordados hoy sirven como anclaje del espíritu de unidad, esencial en naciones que se construyen desde el respeto y la proactividad.
Ahora una nueva generación de deportistas, militares, policías, científicos, empresarios y profesionales de diversas áreas se enfocan en la relevancia de actuar desde los valores que contribuyen a mantener la esperanza y la unidad, y nos invitan a creer en nosotros mismos, a actuar desde nuestros círculos privados y públicos por un objetivo en común, una nación unida por un amor incondicional a nuestra tierra y a nuestros colores.