En los últimos días ha tomado fuerza la frase “Si hay problemas, llamen al Cucho”, luego de que el expresidente Álvaro Uribe Vélez intercediera ante el Gobierno de los Estados Unidos tras la irresponsable crisis diplomática que desató Gustavo Petro con su tuit de las 3:00 a. m. en X. Una vez más, quedó en evidencia la grandeza de Uribe y su compromiso con Colombia: su único interés es que al país le vaya bien. Como respuesta, en varias ciudades han surgido vallas, pasacalles, camisetas y gorras con este mensaje, que trasciende el reconocimiento a un líder y se convierte en símbolo de la resistencia ante el desgobierno.
Pero esta frase no es solo un homenaje a Uribe, es una muestra del papel fundamental que ha jugado el Centro Democrático como la verdadera oposición a Petro. En el Congreso, las bancadas del partido han expuesto la improvisación del Gobierno con debates, mociones de censura y una defensa férrea de la seguridad, la soberanía energética y el derecho al trabajo y la salud, amenazados por el “shu shu shu” de un presidente que tiene a millones de ciudadanos en riesgo.
Con la contienda electoral en el horizonte, Uribe está más fuerte que nunca, a pesar del injusto proceso judicial promovido por Iván Cepeda, quien ha hecho de la persecución política su único propósito. Pero ni esta, ni otras maniobras han logrado frenar al expresidente, que en los últimos meses ha recorrido el país, ha visitado 27 universidades y recibido el respaldo de jóvenes que ven en él una luz de esperanza en medio del caos. En temas de seguridad, la diferencia es aún más evidente: mientras Petro ignora las regiones más golpeadas por la violencia, Uribe llega primero. Así ocurrió recientemente en Cúcuta, ciudad a la que el actual mandatario ni siquiera se ha dignado visitar.
El Centro Democrático, además, está dando ejemplo de democracia interna al liderar un proceso con cinco precandidatos presidenciales: Paola Holguín, María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Miguel Uribe y Andrés Guerra. Ellos han recorrido el país en foros programáticos organizados por Uribe, abordando temas fundamentales como seguridad energética, seguridad física y rentas ilegales. Estos encuentros no son simples debates: están construyendo propuestas concretas para reactivar el país a partir del 7 de agosto de 2026. El próximo foro será en Armenia, el 8 de marzo.
Pero si algo ha quedado claro es que, para derrotar al petrismo en 2026, se necesita una gran alianza de toda la centro-derecha. En esa línea, el partido podría tomar la decisión de cerrar las listas al Congreso, especialmente en el Senado y las Cámaras de Antioquia y Bogotá, una estrategia clave que estará en manos de Uribe y que ha sido bien recibida por la militancia y gran parte de los parlamentarios. No hay duda de que el Centro Democrático recuperará curules y jugará un papel determinante en la elección presidencial.
Colombia enfrenta grandes retos, pero afortunadamente Uribe sigue presente con más fuerza que nunca. Su liderazgo es fundamental en la defensa de la democracia y la libertad, su disciplina y capacidad de trabajo son un modelo de cómo se debe hacer política, y su transparencia es el mayor legado para el Centro Democrático y las futuras generaciones.
Hoy queda más claro que nunca: si hay problemas, lo único que hay que hacer es llamar al Cucho.