Es fácil pensar que el peligro está lejos, que solo les pasa a otros, que mientras nuestros hijos están en casa, con su celular en la mano, todo está bajo control. Pero hoy escribo con rabia y preocupación. En Colombia, redes sociales como TikTok, Facebook y WhatsApp han sido utilizadas para captar niñas y someterlas a redes de trata de personas. Niñas como nuestras hijas, sobrinas, estudiantes, vecinas. Niñas que confiaban en una pantalla y terminaron en las manos equivocadas. Si esto no nos sacude, ¿qué lo hará?
No es exageración ni paranoia. Es la cruda realidad. Delincuentes han convertido las redes en un campo de caza, donde no usan la fuerza bruta, sino la manipulación. A través de mensajes, promesas y engaños, convencen a menores de edad de seguirles el juego, hasta que es demasiado tarde. Algunas fueron trasladadas a otras ciudades e incluso fuera del país. Y la pregunta que arde en el aire es: ¿dónde estaban los adultos?
No se trata de culpar, sino de despertar. La supervisión parental no termina cuando el niño cierra la puerta de su cuarto. La privacidad digital no puede ser más importante que la seguridad. No basta con decir “no hables con extraños en Internet”, porque estos criminales no se presentan como desconocidos. Se disfrazan de amigos, influencers, parejas ideales. Se infiltran en la vida digital de los menores, poco a poco, hasta que los atrapan en una red de la que no pueden salir.
No podemos permitirnos seguir en la ignorancia. ¿Cómo protegemos a nuestros niños? Hablando sin miedo, educando con claridad y estableciendo límites sin negociar. Los controles parentales existen por una razón. No es invadir la privacidad de un menor; es ejercer responsabilidad. Debemos saber con quién hablan, qué ven, qué comparten. Cada foto, cada ubicación, cada dato personal que parece inofensivo puede ser la pieza que un depredador necesita para acercarse.
Y más allá del control, debemos ser adultos en los que los niños confíen. Si temen contarnos lo que viven en Internet, si sienten que serán juzgados o castigados por hablar, entonces los estamos empujando al silencio. Y en ese silencio es donde los depredadores encuentran su oportunidad.
Mientras lees esto, hay un niño siendo manipulado detrás de una pantalla. La tecnología avanza, los peligros evolucionan, pero la solución sigue siendo la misma: presencia, orientación y amor. Internet no cuida a tus hijos. Ese es tu trabajo.
¿Estás listo para asumirlo?