Los preocupantes eventos ocurridos en Brasil en días pasados cuando una turba de bolsonaristas irrumpieron en las instituciones de las tres ramas del poder con el fin de incendiar el país, nos confirmó que el fascismo sigue siendo una bestia que nos respira en la nuca y que mantiene las mismas formas que creímos abolidas. Esto requiere, sin duda, que estemos unidos vigilantes y con acción democrática constante.
El gobierno de Gustavo Petro es el resultado de años de organización y resistencia, y su éxito depende precisamente, de que quienes queremos ver el cambio en Colombia no nos detengamos en trabajar en la búsqueda de una sociedad mejor.
En el escenario local y regional aún se mantienen con mucha fuerza las expresiones políticas, muchas de ellas con nexos con el narcotráfico y el paramilitarismo, que han sumergido a Colombia en la profunda desigualdad, violencia y corrupción que sufrimos. Con el triunfo de Gustavo Petro, estas élites regionales iniciaron 2023 con todas las formas de lucha para enquistarse en el poder y no permitir que los sectores progresistas de los municipios, históricamente perseguidos y oprimidos por ellos mismos, logren en esta vez convocar a los ciudadanos libres a votar por mujeres y hombres que sin burocracia, contratos, o maquinarias políticas, tienen el amor de la gente.
El 2023, tendrá que ser un año para la consolidación del proyecto progresista en Colombia; las elecciones locales deberán ser un escenario en el que se exprese contundentemente la decisión popular de vivir en una sociedad mejor. Las disputas política de este año tendrán que ser un peldaño más en el que avancemos en la construcción de una sociedad justa, en la que las decisiones del gobierno busquen el interés común y no, como lo han hecho históricamente, para conservar y proteger los intereses de las élites que han gobernado los últimos 200 años el país.
Nuestra tarea entonces, será lograr nuevamente acuerdos entre la diferencia para crear sinergias programáticas que convoquen y aviven la esperanza de la gente en todas las regiones y construyan soluciones eficaces a sus necesidades. Los antioqueños, particularmente, que hemos avanzado en separar a las elites regionales del gobierno de Medellín, esas que tanto daño le han hecho a nuestra ciudad y han promovido año tras año la desigualdad, hoy por nuestro futuro, tenemos la oportunidad – y la obligación- de construir candidaturas populares que no respondan a las orientaciones de los intereses del Grupo Empresarial Antioqueño, ni a las de las de las élites o caciques de las subregiones. Es nuestra oportunidad de llevar el programa del cambio a los territorios.
El triunfo popular del Pacto Histórico se logró porque los excluidos asumieron sin temor el protagonismo de la historia, son las juventudes, las mujeres, las y los campesinos, las comunidades indígenas y afro, las y los excluidos urbanos y el conjunto de “los nadie” los únicos capaces de subvertir el orden elitista de las sociedades, principalmente de la Antioqueña, y así construir nuestro futuro con dignidad, derechos y bienestar.
