Cuando llegué a aquel apartamento sentía una extraña emoción, habían pasado casi dos años sin ver a Mayte Montero. En mi mente se aglomeraban aquellas épocas en las que me la encontraba en los camerinos, ad portas de algún concierto, y discutíamos acerca de las vicisitudes de la música, los músicos y la gestión cultural. Me la encontré de nuevo como si no hubiera pasado el tiempo, con la frescura que la caracteriza, esa que es propia de los músicos tradicionales de la costa caribe colombiana.
Todos aquellos que han vibrado con las canciones de Carlos Vives, especialmente aquella que reza: “ Mírala, mírala que linda es, linda es, linda es y se le ve, se le ve, se le ve yo no sé que, no se qué, no se qué tiene Mayte y hay llego yo….” Sabrán de quien les hablo: la “pelaita” de la canción, la gran gaitera, la primera dama de La Provincia… la gran Mayte Montero a quien después de mucho tiempo vuelvo a visitar y cuyos breves instantes de conversación me dispongo a compartir con mis lectores.
Toco la puerta que se abre y una voz en la cocina me dice: “Sigue mija”. Mayte sin proponérselo me invita a ser testigo de un ritual. Estaba derritiendo la cabeza de su gaita que, en ese momento ya era una mezcla de cera de miel de abejas y carbón reposando sobre una paila en un fogón de la estufa: “espérate término de arreglar la gaita y te dedico todo el tiempo” me dice, pero para mí la entrevista ya empezó. Es que en medio de tantos conciertos, en pleno ´Corazón Profundo Tour´, entre ciudad y ciudad, entre viaje y viaje los instrumentos sufren accidentes y a la gaita se le rompió la pluma y esa Gaita tiene que estar sonando como debe ser porque dos días después de esta visita la Provincia estará en Argentina.
Recoge con las manos la masilla negra y va moldeando la cabeza de la gaita, mientras me cuenta que le toco aprender a arreglarla porque no en todos los viajes tiene la facilidad de tener a uno de los amigos que le arman las gaitas a la mano solucionando algún accidente. Inserta la pluma y empieza a tocar las primeras notas de Fruta fresca… “Todavía no está lista” me dice, pero a mí se me eriza la piel con esas sencillas notas, me destapan recuerdos sumergidos en el tiempo, me transportan a tarimas llenas de luces y me hacen caer en cuenta de que estoy en un lugar privilegiado escuchando esa famosa gaita a menos de un metro de distancia… “es que a mí me gusta el sonido de la gaita limpia y necesito que quede bien para poder hacer mis adornos” me comenta mientras moldea el orificio por donde inserta la pluma…
A Mayte no le gustan las entrevistas, le gustan más las conversaciones que se dan espontáneamente. Por esa razón, una vez termina su labor con la gaita, salimos a tomar un café y se da una charla normal de viejas conocidas que dialogan con la alegría del reencuentro.
Empezamos hablando de hombres y emociones y en medio de la conversación le pregunto: Por experiencia propia sé que los músicos hombres ejercen una extraña fascinación en el género femenino, y a las mujeres músicas ¿Cómo les va? - Hacer levantes es muy difícil -dice - imagínate tú, con ese poco de manes-. (En la Provincia, no siempre, pero durante algunos largos periodos de tiempo la única mujer ha sido Mayte) -me sobreprotegen mucho- contesta entre risas.
En medio de algunos recuerdos de conciertos y de intercambiar las últimas noticias sobre mi vida, sobre su vida, empieza a contarme como empezó su recorrido por la música:
“En Cartagena se empezó a crear un movimiento de mujeres gaiteras. Empecé en el colegio. El colegio se había quedado sin grupo y el rector nos dijo: ´ahí están los instrumentos´. Conseguimos un profesor y éramos sólo mujeres con unas minifalditas, imagínate, tocando tambor… a mí se me facilitaba mucho coger el ritmo… empecé con el tambor, no con la gaita. No duramos ni tres meses porque las mujeres preferimos tener las uñas chéveres, ajá tú sabe, y ellas dejaron de tocar, pero a mí me quedó gustando mucho el cuento…”.
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El encuentro de Mayte con la gaita vino después: “Yo soplaba la gaita, pero no sabía tocarla. Estando en la universidad dije que era percusionista, pero me dijeron que necesitaban una gaitera y aprendí. En tres meses ya estaba tocando gaita en las fiestas. Y empecé a tener problemas en la casa porque yo llegaba muy tarde, pero yo amaba tocar”. Estando en la universidad Mayte empezó a faltar a clases porque la música exigía buena parte de su tiempo: “Yo le dije al profe de contabilidad que no iba a venir a clase, pero que a los exámenes sí, y él me dejó estudiar en la casa, pero si sacaba buenas notas. Luego ya solo quería tocar gaita, no quería seguir en la Universidad.”
Luego, en la Casa de la Cultura de Cartagena Mayte empezó a dar clases de gaita y con unos colegas armaron grupos e hicieron recorridos por los pueblos; allí empezó a ganar sus primeros premios. Sin embargo, por aquel imaginario típico que tienen los papás cuando sus hijos quieren ser músicos, el papá de Mayte empezó a oponerse a la música y Mayte decidió irse de la casa: “Mi papá se opuso y no me dejaba tocar, entonces metí mi ropa en el estuche de la gaita y me fui a vivir a un cuartico a la casa de Luchito González”. Pero la cosa cambió cuando ella empezó a tocar con Toto, fue allí cuando el papá de Mayte empezó a respetar el trabajo musical de su hija.
El encuentro con Toto se dio porque varias personas empezaron a hablarle a Toto la Momposina de Mayte Montero: “a Toto se le hizo raro una mujer tocando gaita” comenta Mayte, igual la llamó y duró trabajando con ella dos años. En esa época también hizo sus primeras gaitas con Joe Arroyo.
Posteriormente empezó su carrera al lado de Carlos Vives con quien trabajó desde ´Clásicos de la Provincia´. Llegó al grupo gracias a Eduardo de Narváez y ya cumple 20 años ininterrumpidos tocando la gaita en La Provincia. Mayte comenta que le gusta tocar con Carlos porque siempre la ha dejado ser ella, musicalmente hablando: “Los músicos, los gaiteros tradicionales me dan sopa y seco tocando ese aparato, ajá, pero yo toco diferente y eso me hace especial. Eso le gusta a Carlos, él siempre me dice que haga esos adornitos que yo hago y eso me hace sentir bien”.
La pregunta obligada de la noche es que me cuente la historia de la canción ´Pa Mayte´ que es un clásico de la música de nuestro país: “Es muy bacano que una canción tenga el nombre de uno, eso fue muy noble de parte de Carlos” empieza diciendo “Eso empezó porque con Carlos y la Provincia hicimos el gingle de Colombiana, ese que decía: ´toda mi gente es cada vez más colombiana´. Carlos y Teto (primer guitarrista de la Provincia) quedaron fascinados con el ritmo, sonaba como a Champeta y empezamos a armarla, pero no sabíamos ni la letra, ni como se iba a llamar. ..
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Carlos, Teto e Iván Benavides empezaron a decir que mi nombre era muy sonoro, y como yo era cartagenera, ajá, tu sabe, todo el cuento de la Champeta… ellos empezaron a armar frases con mi nombre, pero yo no les puse atención. Tiempo después Carlos me dijo: ´la canción se va llamar ´Pa Mayte´ yo pensé que era mamando gallo… pero ya ves que sí, se llamó Pa Mayte y se convirtió en un clásico…”
Y volviendo al comienzo de la charla le pregunto si anda sola o acompañada y me dice que ahorita está sola. Pero ahondando un poco más en su vida emocional me comenta: “En lo emocional la cojo suave. Yo decidí no tener hijos, porque mi alma es la música y eso me hace inmensamente feliz. Con mis relaciones suelo ser fiel y me gusta que sean fieles, pero eso no es fácil porque tu a veces te vas un mes y siempre la música va a estar primero. A mí me han puesto casi que a escoger y yo me quedo siempre con la música. Por eso el hombre que este conmigo tiene que ser tranquilo”
Actualmente, además de su trabajo con la música es manager de Petrona Martínez, sobre esta parte de su vida profesional comenta: “Es duro descubrir cómo se concibe la parte cultural. No era lo que yo creía, no hay presupuesto. Nadie paga ochenta mil pesos por ver a los gaiteros, pero si por ver a Shakira. La misma gente no valora lo de uno”…
El café termina en medio de recuerdos que no se agotan en estas hojas. De regreso a su apartamento me muestra algunas fotos, me cuenta que anda con todo regado por ahí porque no ha parado en su casa, la gira no le da tiempo, y está emocionada porque al día siguiente va compartir con su familia una tarde de cometas, la única que tiene, porque de aquí en adelante solo vienen conciertos y más conciertos…
Luego de ese pequeño ratico, que se cierra con un abrazo y una promesa de volver a charlar, yo regreso a mi casa con una sonrisa en los labios y con el sonido de la gaita de Fruta fresca ambientando recuerdos de imágenes de conciertos de Carlos Vives y la Provincia en mi cabeza… para mí ha sido un encuentro maravilloso, de esos que lo dejan a uno con la música recorriéndole todo el cuerpo… por eso y por ese ratico, desde estas líneas que comparto con mis lectores me tomo el atrevimiento de terminar diciendo: gracias Mayte, no solo por ese cafecito, sino por la música tradicional colombiana que ya escribe tu nombre en su historia…
@weneardi
Pa Mayte, charla con la primera dama de 'La Provincia'
Jue, 26/09/2013 - 01:59
Cuando llegué a aquel apartamento sentía una extraña emoción, habían pasado casi dos años sin ver a Mayte Montero. En mi mente se aglomeraban aquellas épocas en las que me la encontraba en los