Nuestra identidad está formada desde lo que percibimos del otro y lo que aspiramos para nosotros mismos. Puede ser que nuestro sujeto a admirar o seguir sea nuestra mamá, algún amigo, o como en el caso del protagonista de “Jojo Rabbit”, el mismísimo Adolf Hitler.
Adaptada y dirigida por Taika Waititi, “Jojo Rabbit” abre con un Tercer Reich que no puede permitirse una juventud incrédula respecto a sus dirigentes. Debido a esto, la propaganda indica a los niños su papel como hombres de la Alemania Nazi, fortaleciendo su nacionalismo al enseñarles a dirigir todo su desprecio hacia el mayor enemigo, los judíos, unas traicioneras y barbadas criaturas con tentáculos dispuestas a acabar con todo que el país valora.
Aconsejado por su amigable percepción del Führer, Jojo quiere ser un soldado ejemplar: porta su uniforme, asiste a las sesiones de entrenamiento de las Juventudes Hitlerianas y reproduce orgullosamente todas las representaciones del enemigo proporcionadas por la propaganda, buscando escribir un manual para defenderse de los judíos que sueña regalar eventualmente al verdadero Hitler.
Incluso después de ser rechazado por su comunidad al haber sufrido un accidente que afectó su rostro y le lesionó sus extremidades, Jojo todavía necesita ese sentido de pertenencia con el mundo nazi. Cuando el niño encuentra al Enemigo dentro de su hogar, su amigo imaginario le invita a la guerra contra este sujeto, a odiarlo e intimidarlo emocionalmente. No obstante, Jojo no es un ser odioso por naturaleza. Su viaje a lo largo del filme, le empuja a enfrentarse de nuevo a ser compasivo, aun si su experiencia en un mundo marcado por la guerra y el fanatismo parecen vulnerar su inocencia para siempre.
Si bien Roman Griffin Davis (el chico que interpreta a Jojo) carga con la película con extraordinaria competencia, otra actriz resulta ser la brújula emocional de la historia: Scarlett Johansson. En esta actuación nominada al Óscar, Johansson encarna a Rosie, la mamá de Jojo, una mujer capaz de apelar a la inocencia de su hijo, sin querer esconderlo de la oscuridad de sus circunstancias.
En una escena, Rosie invita a Jojo a no desviar la mirada de los cadáveres colgados en la plaza, esperando que jamás sea indiferente al sufrimiento inherente a la guerra; en otra, arma toda una presentación para que su hijo pueda entender tanto la ausencia de su padre como los sacrificios que ella está tomando al decidir tener un papel activo
durante el conflicto; finalmente, su acción más enternecedora sucede cuando se arrodilla para atar los cordones de Jojo, no solo esperando que pueda hacerlo por su cuenta, sino que logre eventualmente tener ese detalle con alguien más.
El director Taika Waititi construye una sátira anti-odio cuyo humor no va a hacer del agrado de muchos. Si bien caricaturiza a los nazis y sus infames hazañas, la historia de Waititi establece el odio como algo que se aprende a ejercer gracias a la influencia de los medios y la promoción por parte de personas que se benefician de la discriminación para mantenerse en el poder. Su guión hace énfasis en las descripciones más absurdas realizadas para humillar a la persona diferente y para convencer al receptor que el Enemigo no es humano y que, por lo tanto, está justificada su alienación y exterminio. Adicionalmente, la dirección de arte, la música y la cinematografía de “Jojo Rabbit” trabajan para mantener intacta la inocencia de Jojo, evidenciando las contradicciones de su entorno, y haciendo de su camino hacia la compasión algo creíble y conmovedor.
Si bien nos recuerda lo fácil que es aprender a temer y odiar, “Jojo Rabbit” también es un sentido tributo a la inocencia y el poder del amor.
Jojo Rabbit está nominada a seis Premios de la Academia, incluyendo Mejor Película y Mejor Actriz de Reparto.
Carlos J. Yaya
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