Encontrar un culpable en el reciente caso, que involucró al famoso restaurante Andrés carne de res, a una estudiante de la Universidad de Los Andes, y a un abogado de 35 años, es sumamente difícil, por la cantidad de puntos de vista desde los cuales se puede analizar. Es tan confuso todo, que lo único que, al menos yo, tengo claro es que, poniendo las cosas en riguroso blanco y negro, sólo veo dos grandes culpables, que, de acuerdo a lo que haya pasado en realidad, son excluyentes entres sí: si hubo violación, como afirma la joven, el gran culpable es el abogado, sea cual fuera el atuendo que ella lucía esa noche; y si no la hubo, si fue producto de mutuo acuerdo entre los dos, como lo asegura Andrés Jaramillo, el dueño del restaurante (no he sabido de declaraciones del presunto violador), la gran culpable es la joven, por difamadora.
Obviamente, en la vida nada es en blanco y negro, y lo más probable es que en este caso haya una escala de culpas que nos toca a todos: nadie sale bien librado de esto. Empecemos por Andrés Jaramillo. Si bien el titular con el que la página web de Blu Radio reseñó el incidente fue un ejemplo clásico de manipulación, centrando todo en que la violación ocurrió en ese restaurante, también fue notoria su actitud de lavarse las manos en el asunto, y de sacar, sin mucha noción de solidaridad, a su marca del embrollo, recurriendo, entre otras muchas razones, al viejo truco de que todo ocurrió por la incitación de la estudiante; por la minifalda que vestía. Apeló al pequeño Ordóñez que todos los colombianos llevamos dentro. Qué mal, señor Jaramillo.
Pero también los medios llevan su parte: si uno oye el audio completo -que también se encuentra en la página de la emisora- se da cuenta de que la respuesta de Jaramillo fue muchísimo más extensa, y de que en ella hacía un llamado a revisar la génesis de ese tipo de comportamientos, la responsabilidad de los padres y de la misma joven. Por lo tanto, si bien existió el componente misógino, y la actitud de Poncio Pilatos, los medios también actuaron mal, satanizando al lugar y olvidándose no sólo del verdadero culpable –en caso de que se compruebe efectivamente una violación-, sino de los miles de casos diarios de violaciones que suceden en Colombia, que quedan en la impunidad más indolente. Jaramillo, al final de la entrevista, los acusó de estratificar socialmente las noticias. Estoy de acuerdo.
Nos toca el turno a nosotros, a los que no somos Jaramillo, Blu Radio, la joven o su compañero de esa noche. De acuerdo a nuestra nueva costumbre, y sin mucha información al respecto, no bien nos enteramos de la noticia empezamos a inundar las redes sociales con furibundas defensas o ataques hacia un lado u otro (la estudiante esto, Jaramillo lo otro), y a empecinarnos en mantenerlos de la manera más recalcitrante posible. Muy pocas personas he visto que, después de informarse mejor, han rectificado parte de sus opiniones iniciales. Tal vez siempre hemos actuado así, de esa manera visceral, y las redes sociales, antes de ser las malas del paseo, ahora nos permiten un debate que puede hacernos a algunos ver las cosas a través de otros cristales. A otros, no.
Por otro lado, si la joven hizo mal es una pregunta que sólo ella tendría elementos de juicio para contestar. Lo único que puedo aportar en este punto es que, si bien una minifalda no tiene por qué ser una invitación, ni una justificación -ni nada- para una violación, la joven, mayor de edad como es, tiene una responsabilidad sobre sí misma, que los hechos de ser mujer, de tener apenas 19 años, de vestir una minifalda, y de estar borracha, no eliminan. Si los jóvenes de ahora se jactan de que maduraron más rápido que sus padres, de que son autosuficientes, de que quieren vivir la vida a gran velocidad, perfecto, que se jacten, pero que después, cuando metan la pata (en el caso en que la relación haya sido consentida, como lo asegura Jaramillo), no vengan a hacerse los indefensos. Puede que ella haya estado borracha, y que en ese estado sea imposible consentir nada, pero los abogados de 35 años también son susceptibles de emborracharse a muerte, y de no estar en condiciones de consentir nada tampoco. ¿Por qué, de ser así las cosas, unas de las dos personas debería considerarse culpable por encima de la otra? El feminismo no puede ser un comodín que se juegue cuando convenga.
¿Y el abogado de 35 años, el supuesto violador, entonces? Si bien es un acto de absoluta descortesía dejar a una persona con la que se acaba de hacer el amor abandonada en un parqueadero, eso no constituye delito alguno. Si en efecto hubo consentimiento, y el tipo dejó a una joven de 19 años, un poco borracha, abandonada a su suerte, nos deja ver qué tipo de persona es ese abogado, pero no es exactamente un peligro para la sociedad. O si no cambiemos la ley: si una relación consentida está permitida después de que las dos personas sean mayores de 14 años, no veo por qué una joven de 19 años, por muy estudiante de Los Andes que sea, tenga que ser una excepción (¿a cuenta de qué?), y que, además, eso provoque que se tome como carne de cañón a un restaurante exitoso (ay, Vargas Llosa: cuánta razón tienes en tu ensayo La civilización del espectáculo).
Ahora bien, si la relación no fue consentida, y lo que pasó fue que la joven coqueteó toda la noche con el señor, y después quiso seguir pasándola bien en el carro del sujeto, y en el momento en que ella pensó que era suficiente él la ignoró y la sometió por la fuerza, ese sí es otro cuento muy diferente.
Y sí, señor Jaramillo y señores de Blu Radio (y va también para todos nosotros, los usuarios de redes sociales): es posible que ese abogado, del que todos nos hemos olvidado, sea quien tenga la culpa de todo esto.
@samrosacruz
Andrés carne de cañón.
Vie, 15/11/2013 - 11:39
Encontrar un culpable en el reciente caso, que involucró al famoso restaurante Andrés carne de res, a una estudiante de la Universidad de Los Andes, y a un abogado de 35 años, es