Los periodistas tienen la posibilidad de ir a lugares donde muchos no pueden acceder, sin duda, es todo un privilegio; poder estar en el lugar de la noticia es la premisa para comunicar de primera mano aquel acontecimiento que despierta el interés de la audiencia, y cuya misión es informar con la veracidad y curaduría que requiere.
Esa misma premisa fue la que tuvo hace 30 años Winston Viracachá, hoy en día un experimentado periodista, que para aquel entonces con jovial entusiasmo, fue a un lugar poco común en búsqueda de una noticia, esa misma que le cambió la vida y cuyo recuerdo sigue muy fresco en su memoria.
Aquel lugar, el imponente Volcán Galeras en la ciudad de Pasto, Colombia, sería el protagonista de la noticia, aunque de la forma menos pensada: una noticia que se convirtió en tragedia, y hoy en día, Winston milagrosamente vive para contarla.
KienyKe.com conversó con el periodista Winston Viracachá, quién en el ejercicio de su profesión, sobrevivió a la erupción del Volcán Galeras el 14 de enero de 1993, un fatal suceso que cobró la vida de seis científicos y tres turistas.
Escuche el testimonio de Winston Viracachá:
Alma de reportero
Era un día como cualquier otro, Viracachá despertó con el ánimo de enfrentar una jornada más de trabajo; su alma de reportero apuntaba hacia el volcán, ya que iba a realizar el cubrimiento periodístico de la expedición que reunía a los más expertos científicos vulcanólogos nacionales y extranjeros, liderados por el estadounidense Stanley Williams, para recoger muestras, vigilar y estudiar su comportamiento con motivo de la declaración del Galeras como “El volcán de la década”.
Apenas llevaba unos pocos días en la ciudad de Pasto, llegaba a la ‘Ciudad sorpresa’ trasladado desde Bogotá como corresponsal del Noticiero CM&, la expectativa era grande por realizar aquel reportaje. Se reunió con la expedición, y con su equipo se dispuso a ascender al cráter de la imponente montaña.
“Era la primera vez que subía a un volcán, eso era ya algo de mucho respeto. Nosotros no teníamos la experticia, ni mucho menos íbamos con la ropa adecuada; mientras que los científicos iban muy preparados con sus equipos, para enfrentarse a las bajas temperaturas y condiciones del volcán”, afirmó Winston Viracachá a KienyKe.com.
La tragedia
Hacia las 10:00 a.m, la expedición llega a la cima del volcán, el equipo de vulcanólogos se dividió en cuatro grupos para iniciar su labor científica, mientras que Winston se acercaba a una caseta de comunicaciones instalada allí para planear y dar forma a su trabajo periodístico.
De repente, el Galeras se ve envuelto en una espesa niebla, una penumbra que quizá era la señal de que este “gigante dormido” despertara de su sueño. El ambiente se tornaba un tanto extraño, y hacia las 12:50 p.m, en el lugar empieza a sentir un leve movimiento en el suelo, y un ingeniero guatemalteco advierte de lo que estaba a punto de suceder.
“El ingeniero guatemalteco Colans Roman subió asustado y nos dijo: “¡muchachos, cúbranse!”, cuando él nos dijo eso cerca de la 1:35 p.m. sentimos el primer “bombazo”, algo agudo, después suena uno más suave y queda todo nublado, pero nadie veía nada”, comenta.
Luego de aquella explosión todo era incertidumbre, y mucha más estando a merced de la voluntad del Galeras. Winston percibió los gritos de auxilio, al tiempo que el rugido del volcán con su aliento expulsaba sus peligrosos gases acompañado de ráfagas de piedras cual mortal lluvia amenazaba la vida de los expedicionarios.
Angustiados comenzaron a correr, pero el ingeniero les advierte que no se movieran, ya que el desfogue del cráter se convertía en una mortal olla a presión y expulsaba con toda su fuerza ese material represado, que representaba su principal amenaza.
“El ingeniero Colans se abalanzó sobre nosotros porque tenía casco y llevaba una chaqueta acolchada, que fue la que nos cubrió y protegió de aquellas piedritas que nos caían. Recuerdo tanto que un amigo periodista, Manuel Ruda, me había regalado una chaqueta roja acolchada tipo invierno muy bonita traída desde Canadá, ese día yo la llevaba puesta, y fue la que me protegió del impacto de una piedra que me cayó en la espalda; esa chaqueta aún la conservo tal y como está con ese hueco, la tengo como todo un recuerdo de que ese día pude ser una de las víctimas del Galeras”, recuerda.
La angustia y el miedo se apoderaron de Winston, los minutos de la erupción fueron eternos, con la incertidumbre de poder sobrevivir o si su vida se apagaría en aquel instante.
Sin embargo, su espíritu de reportero le permitió tomar su cámara y registrar el momento, además, de rezar y clamar a la Virgen de las Lajas por su vida y la de sus compañeros. Aquellas imágenes solo permanecen en su memoria, debido a que en medio del suceso se rompió la cinta de la grabadora y no fue posible captar la tragedia.
“Fueron momentos de confusión y amargura, porque cuando comenzamos a escuchar los gritos y a los organismos de socorro, nosotros no sabíamos qué hacer porque no estábamos preparados para una situación así, un periodista no está preparado para auxiliar porque desgraciadamente hay que decirlo… uno va es en qué momento puede grabar la angustia de esas personas, pero mi momento fue grabar y ver que yo estaba vivo”, relata.
Este periodista se lamenta que luego de lo ocurrido, no pensó en el ser humano, sino que prevaleció su esencia de reportero, el indagar y tomar los testimonios de los heridos y sacudir de ese trágico shock, sin pensar en su estado.
“Hoy pienso que eso fue un momento de atrevimiento, no pensé en la humanidad de las personas. Tuve unas discusiones con personas y las autoridades, todo por el afán de preguntar para luego informar”, afirma.
El explosivo Galeras había hecho de las suyas, quizá se sintió invadido, profanado o molesto por la presencia de estas personas que se acercaron a su corazón a resquebrajar sus profundos secretos. El volcán fue tan caprichoso que prácticamente no dejó rastro alguno de su reacción.
“Nosotros no sabíamos de la magnitud de la tragedia, salvo cuando ya todo comenzó a despejarse, era como si la madre naturaleza nos dejara un mensaje, todo se despejó como si no hubiera ocurrido nada. Aún escuchábamos los gritos de desespero de unos y de otros desde lo alto de la montaña; eso fue algo muy terrible para mi, que 30 años después aún sigo recordando ese día”, dijo.
La reflexión
A pesar de que por cuenta de su trabajo casi pierde la vida, Winston guarda una reflexión, especialmente de aquella esencia y curiosidad que guardan los reporteros, esa misma que los impulsa a contar la mejor historia, llegando a los lugares y situaciones más inusuales para capturar la noticia.
“Uno como periodista sigue siendo atrevido, la reportería es lo más lindo del mundo, ser uno “croniquero”, estar en la calle recogiendo testimonios y notas. Creo que lo que nos dejó esa tragedia del Galeras es: saber respetar la madre naturaleza y preservar todo lo que ella nos deja ver y nos brinda”, recalca.
El Galeras
El Volcán Galeras se erige sobre la ciudad de San Juan de Pasto, su imponencia no deja de pasar desapercibida entre sus habitantes. Quizá sea una paradoja, pero pese al peligro que representa, le guardan reverencia, respeto y un cariño especial que solo los nariñenses pueden comprender. Esta montaña hace parte de los suyos y simboliza ese guardián que los protege y provee a aquellos que habitan sobre su falda.
Por eso, el respeto por el Galeras es inmenso, ya que guarda en su lecho la memoria de los científicos Fernando Cuenca, José Arlés Zapata, Néstor García, Carlos Trujillo de Colombia y a Igor Menyailov de Rusia, Geoff Brown de Gran Bretaña, así como también la de los turistas nariñenses, el profesor Efraín Guerrero, su hijo Giovanni Guerrero y su amigo Henry Vásquez.
Hombres que dejaron su vida ahí por el sueño o la vocación de descubrir los secretos del volcán, y que seres como Winston Viracachá, bajo esa gran pasión que profesa sobre el periodismo, sobrevivió para contar y comunicar esta historia.