
La muerte de Mario Vargas Llosa el pasado 13 de abril dejó un vacío profundo en el corazón de la literatura hispanoamericana. Su partida marcó el fin de una era, pero también reavivó los ecos de su influencia en generaciones enteras de escritores que crecieron a su sombra. Uno de ellos, el colombiano Mario Mendoza, recordó en entrevista con KienyKe.com el papel decisivo que tuvo el Nobel peruano en su propia formación literaria.
“El gran maestro de la literatura urbana latinoamericana fue Vargas Llosa, y nosotros recibimos su influencia con beneplácito, con una alegría tremenda”, afirmó Mendoza, visiblemente conmovido. En su evocación no estaba solo: “Nosotros estábamos intentando narrar Bogotá, y hablo en plural porque éramos varios, ahí estaba Santiago Gamboa y otros, explorando esta ciudad a nivel narrativo. Y teníamos un ejemplo de lo que era él con Lima. Vargas Llosa narró Lima con un talento increíble y con una complejidad admirable”.
Para Mendoza, Vargas Llosa no solo mostró el camino, lo abrió con fuerza, con disciplina y con una ambición narrativa sin concesiones. Mientras que muchos escritores de su generación aún se aferraban a la idea romántica del autor bohemio, el peruano les mostró una ruta distinta: la del rigor, el método y la concentración absoluta.
Video: Mario Mendoza habla del legado de Mario Vargas Llosa:
Fue nuestro maestro, fue una persona que nos enseñó la disciplina”, enfatizó. “Él nos salvó de algo extraordinario… Hasta mi generación creíamos que la literatura se concebía de una forma bohemia, bebiendo, llevando una vida caótica y desordenada. Y Vargas Llosa era la disciplina férrea, la concentración, la productividad. Ese profesionalismo del escritor que no está borracho, sino concentrado en su estudio”.
El legado de Vargas Llosa, entonces, no se mide solo en sus obras —que son pilares de la narrativa continental como La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral o La guerra del fin del mundo—, sino también en el ejemplo vital que dejó a escritores como Mendoza. Su forma de abordar la escritura como un oficio riguroso y no como un acto impulsivo marcó a una generación que encontró en él no solo inspiración, sino estructura.
En tiempos donde el vértigo y la distracción son moneda corriente, recordar la figura de Mario Vargas Llosa en boca de alguien como Mario Mendoza es, también, una forma de rendirle tributo al maestro que enseñó que la literatura no solo es talento: también es trabajo, constancia y una mirada profunda hacia la ciudad que se habita.
Así se va Vargas Llosa, pero no del todo. Sus libros quedan. Su Lima queda. Y también queda la voz de quienes, como Mendoza, aprendieron a escribir Bogotá porque él primero escribió Lima.
Por: Andrés Romero Cuesta.