Edward Porras es un noctámbulo por excelencia. Su trabajo lo llevó a adueñarse de la noche bogotana y a pulso con reportería y mucha calle se ha ganado una popularidad que agradece. ‘El ojo de la noche’, le contó a KienyKe.com momentos inéditos de su vida sobre cómo lidia con las críticas, la fama y la búsqueda de historias en la oscuridad.
Los primeros pasos de Edward Porras ocurrieron en un barrio al sur de Bogotá, San Jorge. Su padre, oriundo de Tunja y su madre bogotana, formaron un hogar en el que Edward recibió mucho cariño y apoyo, sobre todo, por parte de su abuela, la encargada de cuidarlo mientras sus padres trabajaban.
Luego de aprender a caminar, sus pasos progresivamente se fueron trasladando fuera de su casa. Paso de recorrer el interior de su hogar al barrio que habitaba y al borde de la acera, se juntó con más niños vecinos con los que descubrió los juegos infantiles populares de la época: ‘yermis’, ‘rejo quemado’, escondidas, Tarritos y más. Adoraba estar ahí y pasar horas con sus amigos.
Todo tiempo pasado fue mejor y yo ya estoy viejo y digo lo mismo. En cuanto a sociedad estamos contaminados, en esa época jugar en la calle, que los niños corrieran por el barrio era muy bonito. El decorar, el limpiar las calles para navidad fue muy bello".
Desde pequeño, la calle lo llamaba y él con responsabilidad, entrega y diversión, respondía.
Así le fue a Edward Porras en el Colegio
Ya en el colegio, mantuvo cerca esa forma de disfrutar la vida a través de la diversión y el juego, sin embargo, su sentido de la responsabilidad lo obligaban a balancear sus decisiones a tan corta edad y en la casa, respondía obteniendo los primeros lugares de su curso. Sin embargo, en sexto de bachillerato, tuvo un altercado que lo marcaría.
Su madre, quien había luchado por conseguirle un cupo en el Colegio Distrital Gustavo Restrepo, lo sacó de ahí alarmada medio año después al descubrir que un día a su hijo, un grupo de compañeros lo habían escupido, pegado y violentado, obligándolo a refugiarse en una droguería cercana a la institución. Al enterarse, el instinto de supervivencia obligó a la mamá a llevarlo a otro lugar para que se educara.
Tuve una pelea con un compañero. Óscar se llamaba y él en una oportunidad me llevó a sus amigos para golpearme. Recuerdo que me esperaron afuera del colegio y claramente eran más grandes que yo. Me escupían, me pegaban y yo me metí en una droguería y me escondí ahí. Qué peligro tan verraco.
Una vez ahí, en el nuevo colegio, Edward descubrió una pasión que lo dejó anonadado. En cierto partido de fútbol del colegio, aceptó la invitación de sus compañeros de narrar el encuentro. Ahí, sintió que algo hizo clic con su interior. Sin embargo, no sería hasta el final de la etapa escolar que encontraría el sentido de su vida.
En once, el último grado, un profesor los llevó a visitar Caracol Radio. Estando ahí, viendo a los periodistas en su cabina, hablando con un léxico enganchador, animados y disfrutando de su labor, se empoderó su sentido en la vida y de inmediato, confirmó en su interior su destino. Sería periodista.
El ingreso a la Universidad
Con la meta clara de convertirse en uno de los periodistas que vio en Caracol Radio, Edward empezó a buscar universidades. Le gustó la Jorge Tadeo Lozano e inició las averiguaciones pertinentes. Era costosa para el presupuesto de sus padres, sin embargo, ellos hicieron caso omiso a la preocupación de Edward y lo matricularon ahí.
Una vez adentro, Edward descubrió que habían materias esenciales y momentos exactos en los que debía estar para graduarse y otros espacios que podía perder para cambiarlos por su siempre buen gusto por la diversión.
Le gustaba ir al billar en lugar de ciertas clases de la Universidad. Faltó a varias, sin embargo, con su metodología y el sentido de responsabilidad más desarrollado, sabía a cuáles no ir e intercambiarlas por un par de horas de entretenimiento. En esos espacios conoció buenos amigos y se enfrentó a incómodas reuniones con sus compañeros, quienes tenían mejor solvencia económica e iban a almorzar a lugares lujosos.
Él, aceptaba incómodo ir a aquellos encuentros, pues el dinero a veces no le alcanzaba y se tenía que acomodar a los platos a su alcance. En una oportunidad, cuando la situación fue insostenible, alzó su voz y dijo, “oigan, vamos a comer empanadas a la 19 con caracas”. Sus compañeros asombrados pero curiosos ante la solicitud de Edward, terminaron aceptando y al final de la comida, terminaron por agradecerle, pues muchos de ellos vivían la misma situación de él y las empanadas solucionaban el hambre y eran económicas. Sin duda, Edward salió orgulloso ese día de ese lugar y entendió que nunca iba a volver a aparentar algo que no era. Entendiendo el poder de la humildad.
Algo que me pareció tenaz es que cuando yo entré a esa Universidad tan "cachesuda" que iban a restaurantes caros y lujosos. Yo les dije que más bien fuéramos a comer empanadas, unas grandísimas por la caracas. Luego me agradecían y me abrazan después de comer también arroz chino de dudosa procedencia (ría efusivamente).
El tiempo que le sobraba de las clases que no asistía, no sólo lo invertía en entretenimiento, también, lo intercambiaba por roles de prácticas en diferentes campos de su carrera. Desde muy temprano supo que, si quería conseguir trabajo al terminarla, debía ganar experiencia y así fue, cuando llegó al final de la misma, le ofrecieron ser practicante en Radio Reloj, cumplió su sueño de adolescente, estaría en una emisora.
Hizo parte de este medio y le fue fiel a su sueño de estar en una cabina de radio. Sin embargo, no le gustó y descubrió que no sería por ahí su camino. Consiguió graduarse, con su estrategia e inversión del tiempo libre en sus hobbys y trabajo.
Su llegada a los medios de comunicación
La vida lo llevaría a ser noctámbulo. En su etapa como profesional, consiguió un trabajo como investigador en ‘Ciudad Equis’, un programa para adultos de City TV, en el que la mayoría de historias se desarrollaban de noche.
Ahí, el llamado de la calle y el pavimento cobrarían sentido. Se caminó toda Bogotá en la búsqueda de historias, sin celulares inteligentes, ni chats y la tecnología que hoy facilita este trabajo, se internó en lo más profundo de la ciudad. Junto al productor llegaron a contar cómo había en la madrugada, competencias de desgrane de arvejas en Corabastos, señores que se creían Dios y mujeres que diseñaban ropa para trabajadoras sexuales. Trabajar de noche, empezó a cambiarle la vida, así como los hábitos. Al comienzo, lo más duro que tuvo que enfrentar fue la comida. Pues sólo lo hacía una vez al día.
Cuando entendió que no podía negociar sus buenos hábitos, se inventó un horario especial para ellos. Aprendió que debía comer las tres veces al día como se recomiendo, es por eso que hoy desayuna luego de su trabajo sobre las 8:00 de la mañana, almuerza sobre las 4:00 de la tarde y cena con su equipo de trabajo sobre la 1:00 de la madrugada. Duerme después de desayunar, a las 8:40 de la mañana y descansa hasta las 3:00 de la tarde.
Su experiencia nocturna le dio calle y experiencia. En tal sentido, se convirtió en un experto para buscar historias en la oscuridad. De CityTV pasó a Canal Capital y luego a Caracol Televisión.
¿Cómo llegó a Caracol Televisión?
Un compañero le dijo que estaban buscando un periodista nocturno en Caracol Televisión. Sin pensarlo, gestionó todo para participar del proceso. Luego de su jornada laboral en la madrugada, se puso un vestido de paño. Trasnochado y con corbata encima, se dispuso a enfrentar la entrevista de su vida, con Darío Fernando Patiño, entonces director de noticias de ese canal. Apenas se sentó se sinceró y le dijo a quienes lo entrevistaban si podía quitarse el incómodo blazer y la corbata. Curiosos, aceptaron y empezaron a indagar sobre la vida nocturna de Edward.
A los ocho días lo llamaron e inició su camino como el ‘ojo de la noche’. No se cansa de perseguir la noticia con la luz de la luna, siempre encuentra algo nuevo por contar. Cada noticia es diferente y esa es su gasolina para avanzar en su oficio. Le gusta hacer su trabajo solo (claro con su equipo, pero él es quien dirige el cubrimiento). Defienda a capa y espada la reportería, dice que los periodistas se han vuelto perezosos con la llegada del internet, que ya no van a la fuente y todo se cuenta en los grupos de WhatsApp. Él no, el va hasta el lugar del hecho, siempre. Es por eso que muchos colegas suyos de otros medios, lo tachan de arrogante. Pues cuando se encuentran, el no comparte nada, pues sabe que una misma noticia se puede contar desde diferentes ángulos.
Edward siempre va más allá de la versión oficial y habla con las personas de las ventanas que rodean los sucesos, la persona de los tintos, alguien que a ciencia cierta, le dé detalles por donde pueda esclarecer la noticia.
Llora cuando se encuentra con escenas fuertes, cuando hay niños involucrados. Su trabajo, le ha representado fama, la cual agradece en cada lugar que va. No le incomoda que lo imiten o que le digan que su voz es de Perú o Ecuador, sabe que es su estilo, el que aprendió a construir en cada paso y con el cual se diferencia. Juega fútbol los viernes para desestresarse, lee a Gabriel García Márquez y los periódicos. Le gusta salir de rumba y aunque a veces lo reconocen, sabe manejar su popularidad para no perderse del goce de la vida.
Cada noche es diferente. Muchos me preguntan si no me aburro de ver los mismos accidentes y no, todos tienen algo distinto y eso es lo que hace de mi trabajo algo importante. Yo he llorado, a mi me han hecho llorar sobre todo las noticias que involucran niños. Una vez en Usme llegué a una escena muy fresca, un hombre había violado a una niña y la había dejado en un lugar apartado. Yo vi la ropa de ella y eso me pegó muy duro.
Nunca ha pensado en dimitir, le encanta cada día más lo que hace, su vida de noctámbulo la incorporó hasta el tétano y disfruta cada noche que trabaja. Le han ofrecido pasarse al día, pero su lugar está en la oscuridad capitalina. Ha podido acompañar a sus hijos desde el vientre y tener en el día la oportunidad de criarlos a su gusto.
A la vida nocturna de Bogotá le faltaba un ojo y voz. Edward Porras respondió a ese llamado desde muy pequeño y en la acera con sus amigos, conectó con la calle, la que caminaría tiempo después para narrarla, siendo ese ojo que todo lo ve y nada se escapa y esa voz que le cuenta todos los días a los mortales que la duermen, la información que necesitan para habitarla.