Resiliencia y dignidad son dos palabras con las que José de la Cruz Valencia, Líder del Comité por el derecho de las víctimas de Bojayá describe lo que ha sido sobrevivir a una de las masacres más desgarradoras en la historia de Colombia.
El 2 de mayo de 2002, es decir hace 22 años, un atroz evento sacudió los cimientos de una pequeña localidad en el departamento del Chocó, cuando en medio del conflicto armado que ha asolado a Colombia durante décadas, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y grupos paramilitares se enfrentaron en una cruenta batalla en el municipio de Bojayá, en donde la población civil se convirtió en blanco de un horror inimaginable que acabó con la vida de un centenar de personas.
José de la Cruz rememora este difícil capítulo de su vida y la de su comunidad mientras mira al río Atrato, explicando poco a poco lo que sucedió ese día:
“Tenía 15 años, estaba en mi barrio Bella Luz y lo que nos despertó fue la confrontación, la cantidad de disparos y explosiones”, dijo acordándose del día y la hora exacta en la que con su familia tuvieron que salir de su casa hacía la iglesia, como muchos en el pueblo. Sin embargo, las balas que esquivaban y caían cerca, los obligaron a retroceder y buscar otro refugio:
“El río estaba inundado y se ajustó el combate, nos tocó devolvernos dentro del agua, evitando que nos dispararan. Nos ubicamos en la casa del señor Armando Velásquez hasta cuando cayó la pipeta”, recuerda enmarcando el momento en el que todo cambió para esta comunidad que intentó buscar refugio en la iglesia sobre la que cayó un cilindro bomba lanzado por las FARC.
Cabe destacar que la comunidad intentó alertar sobre la presencia de grupos armados ilegales que se habían instalado un mes atrás en la zona.
“En abril llegaron los paramilitares y la comunidad ya sabe que si en el territorio ronda un actor y llega otro, es combate inminente. Cuando llega inicialmente la guerrilla, la comunidad le entregó un documento que se había construido años atrás: La Declaración por la Vida y por la Paz en la que se les pide que al menos en el casco urbano donde está la población no estén. Y esto también se le entregó a los paramilitares… sin embargo, ellos dijeron que como colombianos tenían derecho a estar ahí y que nadie los iba a sacar”.
Fue así como pese a todas las advertencias de la sociedad civil, nadie pudo evitar que esto sucediera, incluso Valencia recuerda que retomar el control de la zona en aquella ocasión tomó días, pues los enfrentamientos se prolongaron, evitando cualquier opción humanitaria que pudiera atender a los heridos y levantar los cuerpos de los fallecidos.
Este líder del Comité de los derechos de las víctimas de Bojayá tiene muy presente como junto a su comunidad caminó con prendas blancas hasta una embarcación que los sacará de Bojayá hasta Vigía del Fuerte, donde incluso escuchaban los bombardeos a su alrededor para tratar de mitigar a los grupos armados.
Cinco días largos y llenos angustia que aún resuenan en la memoria colectiva de José de Cruz y otros sobrevivientes que hacen un llamado sobre la importancia del ejercicio de hacer memoria para transitar hacía la reconciliación, pues para él, hacer memoria implica reconocer y honrar a las víctimas, así como comprender las causas y consecuencias del conflicto.
Perdón y reconciliación dos décadas después
Han existido varios acercamientos por parte de la guerrilla a las víctimas de Bojayá. Uno de ellos se dio cuando las FARC en medio del proceso de los diálogos de la Habana, hizo su primer acto de reconocimiento en el que aceptaron su responsabilidad al lanzar la pipeta: “El 6 de diciembre de 2015 ellos presentan su solicitud de perdón y la necesidad de avanzar en la reconciliación”.
Asimismo, el grupo armado mando hacer un cristo negro en Cuba y lo llevó tiempo después a una zona de la comunidad, un símbolo con el que buscaron acercarse más a la comunidad.
Fueron 74 personas, entre ellas 45 niños los que perdieron la vida en esta masacre que hoy hace hablar no solo a Bella Vista, como es conocido el nuevo Bojayá, sino también a todo el país de perdón.