Su agente por el cual se identifica este síndrome es por la ausencia que existe al no tener el útero. Lo que imposibilita que aparte de que no llegue el período, no se puede tener relaciones sexuales por su aparato reproductor tan diminuto o en otros casos, por la privación total de este y por último no poder gestar en un futuro, a menos de que se someta a una de las opciones como el trasplante de útero.
Según estudios, esta anomalía se presenta en 1 de 5000 mujeres. Las mujeres que pasan por esto, generalmente se dan cuenta de su diagnóstico en la adolescencia, más o menos entre los 13 y 16 años, la edad en la que a la mayoría de las mujeres les llega el periodo. En el momento en que va transcurriendo el tiempo y notan que no les baja la regla, es cuando asisten a un ginecólogo y allí detectan el Síndrome de Rokitansky.
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Cristina Redondo, ginecóloga de la fundación Jiménez Díaz, explica en una entrevista para el periódico El País que: “Las mujeres con este síndrome sí desarrollan los caracteres sexuales secundarios, les sale vello púbico, tienen pecho, pero no sangran porque no tienen útero o lo tienen rudimentario… Pueden tener dolores menstruales. Y en su sexualidad la penetración es apenas existente, porque su conducto vaginal es un fondo de saco”.
Este síndrome no hace solamente que las mujeres nazcan sin útero y no puedan gestar, sino que también se le suma el daño emocional que esto les genera, sobre todo al inicio cuando recién se enteran de esto. Pues las situaciones por las que deben pasar, empezando por la asimilación de vivir con esto a enfrentarse al mundo y a la sociedad, principalmente con su pareja, es un proceso que puede llegar a afectar la salud mental.
Adicional a esto, varios casos reflejan que las personas no se toman con total naturalidad cuando se enteran de una persona conlleva este síndrome, dejando en el olvido lo que es la sororidad, ante todo entre mujeres.
