
El presidente Gustavo Petro volvió a convertir un dato histórico en una narrativa política para agitar emociones. Esta vez, afirmó en su cuenta de X que “Francia hizo la Torre Eiffel con el dinero del pueblo haitiano”. Aunque su intención parece ser la de llamar a la solidaridad con Haití —un país empobrecido tras siglos de saqueo colonial—, lo cierto es que la frase se aleja de la rigurosidad histórica y se acerca más a la manipulación simbólica.
Sí, es verdad que Haití pagó durante más de un siglo una injusta “deuda de independencia” impuesta por Francia, que sirvió para compensar a los antiguos colonos esclavistas por haber perdido sus esclavos. Ese hecho es una vergüenza histórica, reconocida por académicos y por el mismo gobierno francés en años recientes. Sin embargo, afirmar que ese dinero sirvió para construir específicamente la Torre Eiffel —levantada entre 1887 y 1889, en plena efervescencia de la Revolución Industrial y financiada en gran parte por capital privado— es una extrapolación sin evidencia concreta.
Este tipo de frases, repetidas por Petro con tono mesiánico, no son simples errores. Hacen parte de una estrategia política calculada: apelar al resentimiento, deslegitimar a occidente, alimentar el discurso de la culpa histórica y generar una narrativa de “buenos y malos” que le sirva internamente para dividir al país entre los que lo siguen y los que lo cuestionan.
El problema no es hablar de Haití ni de colonialismo. El problema es utilizar la historia como instrumento de manipulación emocional, como insumo para un populismo que se nutre del conflicto y que desprecia los matices. En un país donde la polarización crece cada día, y donde los datos importan cada vez menos frente al discurso ideológico, este tipo de declaraciones son más peligrosas de lo que parecen.
Petro no necesita inventar datos para hablar de justicia. Pero tal vez sabe que una frase imprecisa puede tener más efecto en las redes que una verdad compleja. Y ahí está el verdadero problema: cuando la historia se convierte en un arma, la verdad es la primera víctima.