Desde hace seis años la realidad de los venezolanos cambió para siempre, tras el anuncio de la muerte del fallecido ex-presidente Hugo Chávez en marzo del año 2013, Venezuela no volvió a ser la misma.
Luego de este fatídico evento, que marcó un antes y un después en la realidad del país, comenzó una crisis que fue creciendo poco a poco sin que nadie pudiera detener la ‘bola de nieve’ que estaba formándose.
Y es que, a finales del mes de abril de ese mismo año, luego de que Nicolás Maduro resultara electo como el nuevo jefe de Estado de la nación, muchas cosas cambiaron.
El primer acontecimiento que dio señal de que algo iba mal fue la escasez de alimentos, iniciando el mes de mayo varios productos básicos como: la leche, harina, pasta de dientes, salsas e insumos de higiene personal comenzaron a desaparecer de los anaqueles en los mercados.
Esta crisis se agudizó con el pasar de los años con la falta de agua, los constantes apagones eléctricos y la falta de medicamentos, llevando a que miles de venezolanos emigraran del país en busca de un mejor futuro para ellos y ayudar a sus familias a estar un poco mejor en medio de esa difícil situación.
Leisy Medina, es una de los miles de emigrantes que decidieron hacer 'de tripas corazón', dejar a su familia y cruzar la frontera para ayudar sus hijos. Ella narró a KienyKe.com cómo tomó esa difícil decisión.
De jefa a empleada
Muchos venezolanos al dejar el país debieron también olvidar la única realidad que conocían, algunos tuvieron que cerrar las puertas de sus negocios antes de abandonar Venezuela y afrontar una nueva vida, pasar de ser dueños de establecimientos a empleados. “Yo tenía mi puesto de empanadas y arepas, de eso vivía bien, pero de pronto comenzó a escasear el aceite, la harina. Me pregunté ¿de qué voy a vivir?, tuve que cerrar mi negocio. Cuando me quedé sin dinero, vendí mis dos carros para ‘comerme la plata’, no podía pensarlo mucho porque tengo una hija con una discapacidad”, narra. Ella recuerda que fue gracias a un amigo de toda la vida que decidió irse del país en busca de un mejor futuro. “Recuerdo que le dije '¿qué voy hacer con esta situación?' Yo no tenía marido, siempre fui independiente porque me gustaba trabajar para comprarme lo que quería y darle lujos a mis hijos. Que si bolsos Wilson, zapatos de marca, los mejores uniformes, lo mejor era para ellos”. Pese a haberlo tenido todo, no dudó en dejarlo todo atrás y seguir luchando fuera de las fronteras por su familia, estaba segura de que eso valdría la pena. “Mi amigo me dijo que tenía una cuñada en Bogotá, que la llamaría para ver si me podía conseguir trabajo porque ella estaba de interna (cuidando a un señor de la tercera edad). Llamamos a la señora, pero yo aún seguía en Venezuela y nos dijo que no podía ayudarme a menos que estuviera allá”, explica. Pero, cuando llegó a Colombia en marzo de 2016 la realidad fue muy distinta, le tocó asumir su nueva realidad, ya no era la persona encargada de dar directrices en el negocio, ahora debía seguirlas. “Cuando llegué trabajé cuatro días en un asadero desde las 10 de la mañana hasta las 11:30 de la noche, podía almorzar a las 4 de la tarde (…). Luego, la hija de la señora que me recibió me ofreció vivir con ella para que le cuidara a sus dos niños, no tenía pagar arriendo ni servicios, ganaba 300 mil pesos, que al agarrarlos los enviaba de una vez a Venezuela, allí estuve ocho meses”.Un golpe de suerte
Recuerda que durante un viaje que hacía Venezuela conoció a una señora que comentó que tenía tiempo trabajando en Bogotá, le dijo que también iba por vacaciones al territorio venezolano, le pidió a Leisy su número y prometió llamarla cuando estuviera en Colombia para ayudarla con un empleo. “En 2017 estaba trabajando en un restaurante desde las 6 de la mañana hasta las 4 de la tarde por 20 mil pesos (…). Un día la señora que conocí en el viaje me llamó, ‘¿cómo estás? Es para saber si quieres trabajar de interna’, le dije que sí. Fui a la entrevista y desde marzo estoy cuidando a una señora, gracias a ella ya tengo dos años acá”.Dejar los estudios, una difícil decisión
La nostalgia la dominó. Cuenta con voz quebrantada que sus hijos tuvieron que abandonar la universidad porque ya ella no podía ayudarlos más, no tenía los mismos ingresos que antes y en 2015, dejaron de asistir a clases. “Mi vida era muy buena, mis hijos estudiaban. El varón, de 21 años actualmente, estaba en cuarto semestre de ingeniería industrial. Mi otra hija, de 24 años, estudiaba enfermería, ambos tuvieron que dejarlo porque ya el dinero no alcanzaba, la situación nos obligó”. Pero la tristeza siempre acompaña: “Me da mucho dolor haber dejado mi país, todo fue culpa de Maduro, él acabó con Venezuela”.Un fallecimiento tocó a la puerta
Como si estar lejos de su país no fuera suficiente, un trágico acontecimiento llegó a su vida. Recuerda que una tarde estaba trabajando y su teléfono sonó, recibió un mensaje que no hubiera querido leer, su hermano había sido asesinado. “Ese día fue muy triste, recuerdo que comencé a llorar sin poder parar, estaba triste y desesperada, hablé con mis jefes para poderme ir a Venezuela a estar con mi familia, quería irme a estar con ellos y me fui”, dijo. Llegó al país e inmediatamente comenzó a preguntar que había pasado, su hermano apenas pasaba los 40 años, era joven para estar muerto. “Él estaba en su casa, allí recibió un camión con mercancía, porque él tenía un negocio de víveres y el depósito estaba en su casa, bajaron lo mercancía y se quedó con unos vecinos hablando. Pasadas las 12 de la noche él estaba enviando un Whatsapp antes de irse a dormir, de pronto un hombre de atrás de una pared le hizo varios disparos y él cayó”. Asegura que las circunstancias en las que pasó todo fueron muy extrañas, porque existen varias versiones sobre cómo pasó todo y ninguna versión coincide. “Ahorita están en el proceso de investigación con la policía para saber qué fue lo que realmente pasó, porque todo está muy raro. Las cosas de mi hermano no aparecieron, la pistola tampoco. Su esposa decía que había quedado vivo pero los doctores dijeron que no fue así. Por esa razón hicieron la denuncia”, relató.Tomentoso regreso
Luego de pasar 7 días en Venezuela por un triste acontecimiento, ya debía volver a Bogotá para continuar con su trabajo, pero este no sería un regreso sencillo como los años anteriores. Desde el pasado 22 de febrero la frontera entre Colombia y Venezuela, y en concreto el Puente Simón Bolívar que comunica Norte de Santander y el estado Táchira, está cerrado por orden de Nicolás Maduro. El regreso, por ende, fue mucho más difícil. “Cuando llegué a San Cristóbal no podía pasar por la frontera normal, tuve que utilizar la única opción que tenía, pagarle a los lancheros o contrabandistas para atravesar el río que comunica los dos países y poder llegar a Colombia, fue horrible”. Cuenta que cuando se montó era de noche y no se veía casi nada, “solo se escuchaban gritos y órdenes que se daban entre ellos, en la lancha que venía estaban amarrados potes donde llevaban gasolina. De repente todos comenzaron a asustarse y algunas maletas cayeron al agua entre esas una mía, pero logré llegar bien, es algo que jamás pensé vivir por culpa de un mal gobierno”.Pese a todo, Leisy aún guarda la esperanza de que termine pronto la pesadilla y pueda volver a estar junto a su familia: “Yo quiero regresar a Venezuela, aunque va a costar reconstruirla yo quiero ayudar con lo que pueda, espero pronto estar de nuevo en casa”.