En tiempos de cuarentena, pregunté en casa, cuál de todos los lugares que hemos visitado es el que más ha gustado. Cada año, tenemos la sagrada tarea, de conocer un lugar majestuoso del país. La mayoría de las veces lo hacemos en carro, sentimos que gran parte del paseo es lo que disfrutas en carretera. Hemos visitado muchos lugares y con el recuerdo y anécdotas de cada sitio, el resultado al test fue contundente: el mejor lugar al que hemos ido se llama, Triganá.
Con todas las maletas listas arrancamos en el año 2011 nuestro destino: San Bernardo del Viento. Sus playas eran el principal objetivo. Con parada en Medellín madrugamos a tomar carretera, muy destapada, por cierto, pero a la altura de Chigorodó, tras 5 horas de camino, me entró una profunda duda sobre la ruta correcta. Habíamos visto grandes carrotanques de guerra, asentamientos de comunidades indígenas, zonas inmensas de cultivo de banano y un poco desolado las vías. Decidimos parar a preguntar y vaya! Sorpresa, debíamos devolvernos a Medellín y tomar la ruta a la costa por Montería para llegar a nuestro destino. Nos dieron la opción de seguir hasta Turbo y cambiar San Bernardo del Viento por Necoclí. Nos pareció el mejor de los alicientes, entonces decidimos continuar.
Una vez llegamos a Turbo nos dieron una nueva noticia: se encontraba cerrada la carretera a la costa. Con el estrés que esto implica rápidamente buscamos por segunda ocasión, opciones de algún paraje para conocer y disfrutar. Nos propusieron Capurganá, aunque sería difícil de un día para otro, entonces nos dispusimos por la mejor alternativa, Triganá.
Del municipio de Turbo en Antioquia se toma una lancha que atraviesa el mar Caribe en el golfo de Urabá. Esta tierra prometida como la denominan los Uwa, indígenas de la región, envuelve la magia de selva y mar, muy cerca a la ensenada de Unguia en pleno tapón del Darién. Luego de horas en una lancha rápida, justo al otro lado en el departamento del Chocó, una pequeña bahía nos recibía para lo que iba a ser al momento, uno de los mejores viajes hecho en familia.
En el lugar todo nos sorprendió. El mar y la selva a escasos metros uno del otro. Pocos turistas y varias familias extranjeras asentadas en el lugar. Un oleaje fuerte para la práctica de algunos deportes. Avistamiento de fauna marina, delfines nadando cerca a la playa, peces de colores para el snorkel, senderos ecológicos selva adentro, guiados por un río que desemboca en el mar. Muchas aves, reptiles y animales que comparten territorio con las casonas coloridas en medio de la manigua. Te hacen tatuajes con el árbol de la vida, como lo denominan los Emberá, con esta tinta de Jagua, te dibujan temporalmente en la piel las figuras que desees. La gastronomía típica y creativa, siempre ha de ser muy recordada por todo viajero, y en Triganá los patacones en casquitos rellenos de muchos sabores son de nunca olvidar. Todo el encanto de la magia salvaje lo habíamos encontrado en un solo lugar y todo indicaba que no había variado mucho a lo descrito por el Fray Pedro Simón en Noticias Historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales. (1626). "Aunque hemos tocado en algunas partes de esta nuestra tercera parte las cosas de los indios Urabaes,… son todas estas Provincias de tierra calidísima, fragosa en el sitio y montañosa, de muchas y buenas aguas, muchos puercos de monte que engordan en sus casas, y otras monterías, muchas aves de diversas especies y hermosísimas de pluma; hombres y mujeres de muy buen cuerpo y rostro, todos desnudos, honestan las partes de la puridad, ellos á medio tapar con unos canutillos atados de una cuerda á la cintura, y ellas con una pampanilla…”
Esta es la cara natural del golfo de Urabá, en el corazón del municipio de Acandí, al norte del departamento biogeográfico del Chocó. Un territorio donde se reclama la originaria reivindicación del principal grupo chibcha, representada en los clanes Urabaes y Cunas y donde los descendientes de las familias de los ebéjicos, Ituangos y Aburraes, añoran llevar a cabo sus proyectos de vida en merecido sosiego, quizás, compartido en parte por quienes tengan el privilegio de conocerlo.
No sabemos si quisiéramos volver. Al final, coincidimos en dejar ese lugar como un sueño y recordarlo como el viaje que ha marcado parte de las aventuras emprendidas. Quizá jugaron muchas situaciones a favor, quizá debíamos ir, aunque no estuviera planeado.
Después de todo, bastante se insiste en que lo mejor es aquello que estás por descubrir, que debes sobre el mismo camino intentar resolver. Entendimos que nuestro destino nunca fue ese lugar, sino la nueva forma como vimos las cosas. Viajar por el Urabá Antioqueño, llegar al Chocó escondido, visitar las familias indígenas y compartir con esa Colombia a la que tanto le debemos.
Me cuentan las redes sociales que hoy Triganá está más bella que nunca.
Diego Ramiro García Bejarano
TedX, ambiente, turismo de naturaleza.
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