Carlos Salas
Carlos Salas

Una semana de infarto

Emile Cioran escribió, en uno de sus aforismos, que siempre se puso del lado del diablo y que, por su incapacidad de igualarlo, trató de ser digno de él para lo que no le faltó insolencia, acritud, arbitrariedad y capricho. Escuchar tan tenebrosa confesión de parte del provocador filósofo rumano no deja de estremecernos, pero verlo en los actos de algunos gobernantes es cosa de cuidado. Me refiero de manera directa, como ustedes lo estarán adivinando, a Petro, quien no oculta su servilismo al maligno, pero también a su amigo Maduro, quien tiene sus días contados como destructor de su país en el que ha ejercido una tiranía a la que el mundo entero, con su disfraz de democracia, ha tolerado con una descarada complicidad. Insolencia, acritud, arbitrariedad y capricho los caracterizan a la vista de todos; por eso esas actitudes que presenciamos con una frecuencia que no deja duda de que su finalidad es ser dignos del diablo ya que no pueden igualarlo en poder. 

Este par de despreciables tipos no tienen reparos en mostrarse en toda su vulgar prepotencia. Para ellos, menospreciar a su pueblo les es tan natural que con ello corroboran que actúan movidos por su afán de complacer al maligno. Los ejemplos sobran, uno de ellos muy reciente es el del mequetrefe presentándose con dos horas de retraso al evento simbólico más importante de Colombia y en una facha que ¡Por Dios! no podía ser más ordinaria y, por cierto, nos hace recordar esas con las que Maduro se presenta, con frecuencia, ante los venezolanos.  

Me pregunto de dónde sale tanta desfachatez; si es una provocación o un insulto. Tal vez una burla, una muestra más de su ciega arrogancia, lo que lleva a esos dos mamarrachos a dejar al descubierto su bajeza moral a través de sus maneras, de sus vestimentas, de sus gestos y de sus acciones. Ni en un circo, ni en Sábados Felices o en Chespirito y mucho menos en Circombia les alcanza la imaginación para lograr tan bajos niveles dentro de lo bajo que pueden caer los guionistas y los encargados del vestuario para una audiencia capaz de soportarlo todo con tal de reírse a carcajadas.  

Les llega una semana de infarto que va a decidir el destino de Venezuela, de Colombia y de América Latina, en la que se les acabará la guachafita: el domingo entrante millones de venezolanos saldrán a depositar su voto por Edmundo González Urrutia y, muy especialmente, a hacerlo respetar. El proceso libertario, comandado por María Corina Machado, ha tenido un efecto multiplicador entre los venezolanos que ya perdieron el miedo a la tiranía. 

A pesar del escepticismo de unos y del desinterés de otros, mantengo la esperanza y la fe en que no habrá marcha atrás. “Hasta el final” no solo es el lema de María Corina sino su promesa. No va a detenerse hasta que caiga la tiranía acompañada de una mayoría de sus compatriotas que crece día a día.  

¿Qué se vendrá para una Colombia que canta en coro ¡Fuera Petro!? Una lección como la que nos está ofreciendo el pueblo hermano es para estudiarla y ponerla en práctica cuando estamos comenzando un derrumbe que en mucho se parece al de Venezuela pero con unas características que lo hacen más inquietante si se tiene en cuenta el narcotráfico y las bandas criminales que han contado con el beneplácito de un gobierno al que le sobra insolencia, acritud, arbitrariedad y capricho, por solo citar las palabras de Cioran, y que, sin lugar a dudas, está del lado del diablo.

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Carlos Salas
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