Carlos Salas
Carlos Salas

Se le acabó la gasolina

A mi tío Pepe le gustaba contar sus historias con aires de seriedad lo que hacía que todo lo que se le ocurriese sonara como verdadero. Siendo yo un adolescente me contó que, en nuestro pueblo en donde se acostumbraba a tomar directamente de la botella un buen trago de Doble anís, un tipo se zampó uno muy generoso, pero cometiendo la torpeza de coger una botella que no contenía licor sino gasolina. En su desespero, el señor aquel comenzó a convulsionar y arrancó a correr dándole varias vueltas al parque principal y de repente cayó al piso.  

- ¿Se murió? Pregunté. 

-No… Se le acabó la gasolina.  

Mi respuesta, que despertó la risa de todos los presentes, me hace pensar a la ingenuidad con que los colombianos respondemos a las barbaridades que ocurren día a día.  

Pareciera que lo que era broma o guasa se ha venido convirtiendo en trágica realidad. Pues resulta que ahora se quedó sin gasolina, no el mequetrefe que usurpa el poder, sino la aviación. Algo nunca visto como nunca vistas han sido tantas otras cosas que han venido ocurriendo desde el desgraciado 7 de agosto de 2022. Aunque ya hemos visto las consecuencias del alto consumo de café que lleva al susodicho a delirios inimaginables, nos hemos quedado con la esperanza que un día de estos caiga como el beodo mencionado por mi tío y, ojalá, por la razón que yo di antes de que acabe del todo con este pobre país. 

No se entiende cómo el pueblo colombiano es tan tolerante. Se me ocurre una simple comparación: Suponiendo que nos convencen que recibamos por un tiempo determinado, por ejemplo, cuatro años, a un conocido. Se instala y comienza a decirnos qué comer, qué gastar, qué ahorrar y otras cosas que afectan nuestra libertad y nuestra intimidad y nos quedásemos esperando a cumplir el largo plazo pactado para que el desalmado personaje desaloje nuestra vivienda sin siquiera pararle bolas a sus intenciones de quedarse por un tiempo mucho más largo. Me imagino que tanto usted como yo, por el bienestar de nuestras familias, inmediatamente lo sacaríamos a las patadas. ¿Por qué los colombianos tenemos que aguantarnos que se cometa con nuestro país y con nosotros mismos tanta infamia? 

Así están las cosas y ni siquiera emprendemos una acción cualquiera con la finalidad de poner freno a la estrategia siniestra prevista para robarse las próximas elecciones. Sin estudiar seriamente el caso de la tiranía venezolana, que tiene las mismas bases ideológicas y programáticas que el gobierno actual de Colombia, no podremos enfrentar la arremetida con la que se va a implementar el plan de atornillarse en el poder el tal Petro. Quienes consideran que no vale la pena ver lo de Venezuela porque ha sido un fracaso me atrevo a refutarlo diciendo que de los fracasos se aprenden y no solo de los propios sino también de los ajenos. Que alguien en Colombia, con tan baja aceptación, pretenda reelegirse no es sino una clara demostración de que la estrategia del fraude se estará implementando desde muy pronto como lo testifica lo ocurrido en Venezuela. 

Para la muestra un botón: Petro le dice a su audiencia en San Basilio de Palenque, “…se me asusta jeje… se me asusta (sic) los expresidentes. Cómo será que están tan asustados que siendo que a ellos les debería interesar la reelección porque podrían concursar. Dicen, alma bendita por favor lejos (comienza a contornearse). Porque saben que no hay candidato que ellos le puedan oponer a Petro. (se levantan eufóricos a aplaudir desde el auditorio los fanáticos que en nada se diferencian de los seguidores del dictador Maduro). Les ganaríamos una y otra vez, pero como no quiero que el país entre en una lucha de esas que podría dejar incluso muertos… lo que hay es que remplazar a Petro por un proyecto democrático que se pueda profundizar aún más, que pueda ser el sueño de un Bolívar y del libertador primero que era Benkos Biohó.” 

A este personaje de comedia hay que tenerle cuidado antes de que se vuelva un personaje de tragedia como lo viene anunciando. 

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Carlos Salas
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