“Estoy viejo, enfermo, cansado, desengañado, afligido, calumniado y mal pagado. Créanme que nunca he mirado con buenos ojos los levantamientos y que durante estos últimos días me he arrepentido hasta de los que emprendimos contra los españoles”. Simón Bolívar
“Dirán de mí que liberté el Nuevo Mundo, pero no dirán que mejoré la felicidad o estabilidad de una sola nación de América”.
Simón Bolívar
“Cuando uno se acostumbra a mandar, el pueblo se acostumbra a obedecer. Las consecuencias son la usurpación y la tiranía”.
Simón Bolívar
En medio del desánimo que me embarga, llegando hasta el punto de tener que hacer un gran esfuerzo para ponerme a escribir estas líneas, se me aparecen pequeñas luces de esperanzas que quisiera conservar en mi mente pero que se me escapan más rápidamente de lo que surgen. Son chispas que iluminan, por instantes, el oscuro panorama actual. Por más que me esfuerzo por mantener esas lucecitas vivas es inevitable que se apaguen cayendo de nuevo en la desesperanza. Podría, me digo, dejar de leer noticias para no estar al tanto de los pasos con los que nos está conduciendo al abismo un gobierno corrupto de la peor calaña y, en cambio, poner mi mente en blanco acompañada de una música reconfortante que me ayude a conciliarme con el mundo y, particularmente, conmigo mismo con quien estoy en constante pugna haciéndome poner de muy mal humor impidiéndome así encontrar una paz que me concilie con un estado de cosas que se ha hecho intolerable.
Pensar en un futuro mejor es otra posible opción para lidiar con los conflictos que me acarrean esta detestable situación. Para ello recurro a cuanta artimaña me sea posible con tal de descartar el desastre como única opción futura. Por ejemplo, escuchando a quienes consideran que dos años y cinco meses se pasarán volando y, como por arte de magia, retomaremos un rumbo que, sin que sea garantía de nada, por lo menos nos alivia de la terrible carga que llevamos encima y que se va haciendo más pesada cada día que pasa. Porque no podemos decir que las cosas iban por buen camino, pero ante el presente rumbo se aparece como todo un tesoro.
Y por más que me esfuerzo no veo en el horizonte esa panacea soñada porque por bien que nos vaya quedaremos muy maltratados luego de cuatro años de desgobierno y anarquía de los que su peor parte está por venir. Ni siquiera ha transcurrido la mitad del mandato del que, con malas mañas, llegó a hacerse a la presidencia y, con más malas mañas, se mantendrá ahí cuando debería haber perdido hace rato su investidura por las incontables pruebas de irregularidades graves en la campaña. Y si nos descuidamos, se va a atornillar en su cargo de una manera o de otra, es decir, en cuerpo propio o ajeno.
También hay quienes creen que las instituciones son sagradas y, como tales, saldrán en defensa del estado de derecho. Los hay, aunque sea difícil de creer, quienes todavía consideran que las Fuerzas Militares están aún dispuestas a salvaguardar a esas instituciones democráticas cuando mantienen abandonados a cientos de municipios dejándolos en manos de las bandas narcoterroristas.
Mientras las cosas no paran de empeorar se hace más difícil prever un futuro mejor, aunque nos queda el consuelo de que cualquier cosa que venga será una maravilla comparada con la situación presente. De esa manera podríamos mantener prendida la chispa de esperanza… si es que la pesadilla dura los cuatro años previstos y no se va a alargar por décadas.
P.S.: He querido encontrar en Bolívar una luz de esperanza y con lo que me he venido a topar es con las citas que encabezan este texto.