Final del fútbol sin las cargas apasionadas que tienen los grandes clubes, repletos de figuras. Pero con desbordes pasionales de los hinchas de Bucaramanga y Santa fe, los protagonistas, que contra pronóstico se instalaron en la posibilidad de un título.
A comienzo de año, nadie daba un peso por ellos.
Hundidos en crisis financieras, sobreviviendo y en posiciones retrasadas en las tablas, se armaron ambos con las sobras de otros clubes. Llegaron jugadores libres, despreciados por entrenadores, en discusión por su rendimiento y próximos al retiro.
Sambueza en los Leopardos y Rodallega en Santa fe, sin dos genuinas muestras.
Pelearon el torneo. Lo jugaron, sin los arrebatos e influencia de las estrellas, porque no las tuvieron. Con el overol puesto, dejando gratas sensaciones por su espíritu de lucha, por la forma en que disputaron cada punto.
Incierto el cierre, sin favoritos, por la tendencia en Colombia de disminuir el riesgo ofensivo, para sobrevivir con recalcitrantes defensas.
Por algunas razones las últimas finales se han definido en series de penaltis. Son estrechos los resultados, sin vistosas propuestas atacantes, con protagonismo de los porteros y los árbitros.
Santa fe con su ADN innegociable. “hay que ganarle hasta el último minuto”, en el reencuentro con la garra que imprimió su técnico, el uruguayo Peirano, para dominar los combates.
Así le gustan los partidos. Peleados, no jugados. Para ello Daniel Torres, quien regresó con dudas para apropiarse el liderazgo, compartido con Rodallega.
Rechazado este último, por la torpe visión de un entrenador en América, Guimaraes que lo vio lento, viejo, cachetón e inútil, como lo fueron Mosquera y Quintero, por un tal Lucas González, con su sesgada visión del talento.
En Bucaramanga Dudamel es fundamental, porque transmite y contagia. Le dio al Búcaro lo que le faltaba: confianza en sí mismo. Con un sistema parecido al de su rival, pero con variantes en la posesión de la pelota. Rabioso en la retaguardia, contragolpeador peligroso.
Fútbol que se juega con el deseo de un título sin importar los argumentos para conseguirlo. Dos equipos expertos en el ejercicio del aguante de sus hinchas. Con la posibilidad servida, para el desahogo del fanatismo.